Biblia Adventista - Biblia de Estudio
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 BibliadeEstudioAdventistaHechos de los A: 27.BibliadeEstudioAdventista

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Hch 27:1  Y, como se juzgó que zarpáramos a Italia, entregaron, y a Pablo y algunos otros encadenados, a un centurión, por nombre Julio, del manípulo Augusto(a) .
Hch 27:2  Y subiendo en barco adramiteno que debía navegar a los por el Asia lugares, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedón tesalonicense;
Hch 27:3  y al otro día arribamos a Sidón; y benignamente Julio a Pablo tratando, permitió, a los amigos yendo, cuidado alcanzar.
Hch 27:4  Y, de allí zarpando, costeamos a Chipre, porque los vientos eran contrarios;
Hch 27:5  y, el piélago el de la Cilicia y Panfilia atravesando, bajamos a Mirra de la Licia.
Hch 27:6  Y allí, hallando el centurión nave alejandrina navegando a Italia, trasbordónos a ella.
Hch 27:7  Y en bastantes días lentamente navegando y apenas llegados cerca de Gnido, no dejándonos el viento, costeamos a Creta a lo largo de Salmón(b) ;
Hch 27:8  y, apenas, perlongándola, vinimos a un lugar llamado Bellos Puertos; del cual cerca estaba una ciudad: Lasea.
Hch 27:9  Y, bastante tiempo pasado, y siendo ya insegura la navegación, por haber también el ayuno(c)  ya pasado, amonestó Pablo,
Hch 27:10  diciéndoles: «Varones, veo que, con maltrato y mucho daño, no sólo de la carga y de la nave, sí que también de nuestras almas, habrá de ser la navegación».
Hch 27:11  Pero el centurión, al piloto y patrón más obedecía que a lo que por Pablo era dicho.
Hch 27:12  Y mal situado el puerto que había para invernadero, los más estatuyeron consejo de zarpar de allí, por si pudiesen, llegando, en Fenice invernar: un puerto de Creta, mirando al sudeste y al noroeste.
Hch 27:13  Y, alentando noto(d) , creyendo haber el propósito alcanzado, alzando más de cerca perlongaban a Creta.
Hch 27:14  Pero, después de no mucho, cayó sobre ella(e)  un viento huracanado: el llamado euroaquilón(f) ;
Hch 27:15  y, arrebatada la nave y no pudiendo afrontar al viento, cediendo éramos arrastrados.
Hch 27:16  Y, bajo una isleta corriendo, llamada Clauda, logramos apenas dueños hacernos del esquife;
Hch 27:17  el que alzando, de recurso les servía, ciñendo(g)  por debajo a la nave; y temiendo en la sirte caer, largando el aparejo(h) , así éramos arrastrados.
Hch 27:18  Pero, reciamente entormentados nosotros, al otro día alijamos.
Hch 27:19  Y, al tercero, con sus manos los enseres arrojaron;
Hch 27:20  y, ni sol, ni astros pareciendo por varios días, y tormenta no poca asediando, ya quitábase esperanza toda de salvarnos.
Hch 27:21  Y, mucha hambre habiendo, entonces, parado Pablo en medio de ellos dijo: «Debíais ciertamente, oh varones, sometiéndoos a mí, no haber zarpado de Creta y ahorrar este maltrato y daño.
Hch 27:22  Y lo que es ahora, exhórtoos a alentaros; pues pérdida de alma ninguna habrá, de nosotros; salvo de la nave.
Hch 27:23  Pues presentóseme esta noche, del Dios de quien soy y a quien sirvo, un ángel,
Hch 27:24  diciendo: «No temas, Pablo; a César debes presentarte; y he aquí te ha agraciado(i)  Dios todos los que navegan contigo.
Hch 27:25  Por lo cual alentaos, varones; pues creo a Dios que así será, al tenor que se me ha hablado.
Hch 27:26  En una isla hemos de dar».
Hch 27:27  Y cuando la catorcena noche fue, arrastrados nosotros en el Adriático, por mitad de la noche, sospecharon los nautas que se acercaba algo a ellos como tierra;
Hch 27:28  y, sondando, hallaron brazas veinte, y un poco separándose y de nuevo sondando, hallaron brazas quince;
Hch 27:29  y, temiendo que fuésemos en ásperos lugares a dar, de popa echando anclas cuatro, anhelaban que amaneciese.
Hch 27:30  Pero los nautas, buscando huir de la nave y largando el esquife al mar, so pretexto de como si anclas hubiesen de largar,
Hch 27:31  dijo a Pablo al centurión y los soldados: «Si éstos no quedaren en la nave, vosotros salvaros no podéis».
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las maromas del esquife y dejáronle caer.
Hch 27:33  Y, mientras que iba amaneciendo, exhortó Pablo a todos ellos a tomar alimento, diciendo: «El catorceno hoy día aguardando, sin comer pasáis, nada tomando.
Hch 27:34  Por lo cual exhórtoos a tomar alimento; pues esto para vuestra salud es; pues de ninguno de vosotros cabello de la cabeza perece».
Hch 27:35  Y, diciendo esto y tomando pan, agradeciendo a Dios a faz de todos, y partiendo, comenzó a comer.
Hch 27:36  Y alentándose todos, también ellos tomaron alimento.
Hch 27:37  Y éramos todas almas en la nave doscientas setenta y seis.
Hch 27:38  Y, hartos de comida, aligeraron la nave, echando el trigo(j)  al mar.
Hch 27:39  Y, cuando amaneció, la tierra no conocían; pero una ensenada divisaban que tenía playa; a la que querían, si pudiesen, arrojar la nave.
Hch 27:40  Y, las anclas levando, cedieron al mar, a la vez soltando las amarras de los timones; e izando el artemón(k)  a la ráfaga, enderezaron a la playa.
Hch 27:41  Y, dando en medio de un paraje bimar(l) , encallaron la nave; y, mientras la proa hincada quedó inmóvil, la popa era deshecha por la violencia de las olas.
Hch 27:42  Y de soldados consejo hubo para que a los encadenados matasen, a fin de que ninguno, saliendo a nado, se fugase;
Hch 27:43  pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbóles el acuerdo, y mandó que los que pudiesen salir a nado, arrojándose, primeros a la tierra saliesen;
Hch 27:44  y los demás, unos en tablones; otros en algunos objetos de los de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron a la tierra.

 


 

Hch 27:1  Cuando estuvo resuelto que emprendiésemos la navegación a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos en manos de un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta.
Hch 27:2  Embarcados en una nave de Adramicia, que estaba para hacerse a la vela para los puertos de Asia, levamos anclas, llevando en nuestra compañía a Aristarco, macedonio de Te-salónica.
Hch 27:3  Al otro día llegamos a Sidón, y Julio, usando con Pablo de gran humanidad, le permitió ir a visitar a sus amigos y proveer a sus necesidades.
Hch 27:4  De allí levamos anclas, y, a causa de los vientos contrarios, navegamos a lo largo de Chipre,
Hch 27:5  y atravesando los mares de Cilicia y Panfilía, llegamos a Mira de Licia;"
Hch 27:6  y como el centurión encontrase allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, hizo que nos trasladásemos a ella.
Hch 27:7  Navegando durante varios días lentamente y con dificultad, llegamos frente a Gnido; luego, por sernos contrario el viento, bajamos a Creta junto a Salmón;"
Hch 27:8  y costeando penosamente la isla, llegamos a cierto lugar llamado Puerto Bueno, cerca del cual está la ciudad de Lasca.
Hch 27:9  Transcurrido bastante tiempo y siendo peligrosa la navegación por ser ya pasado el ayuno, les advirtió Pablo,
Hch 27:10  diciendo: Veo, amigos, que la navegación va a ser con peligro y mucho daño, no sólo para la carga y la nave, sino también para nuestras personas.
Hch 27:11  Pero el centurión dio más crédito al piloto y al patrón del barco que a Pablo;"
Hch 27:12  y por ser el puerto poco a propósito para invernar en él, la mayor parte fue de parecer que partiésemos de allí, a ver si podríamos alcanzar Fenice e invernar allí, por ser un puerto de Creta que mira contra el nordeste y sudeste.
Hch 27:13  Comenzó a soplar el solano, y creyendo que se lograría su propósito, levaron anclas y fueron costeando más de cerca la isla de Creta;"
Hch 27:14  mas de pronto se desencadenó sobre ella un viento impetuoso llamado euraquilón,
Hch 27:15  que arrastraba la nave, sin que pudiera resistir, y nos dejamos ir a merced del viento.
Hch 27:16  Pasando por debajo de una islita llamada Cauda, a duras penas pudimos recoger el esquife.
Hch 27:17  Una vez que lograron izarlo, ciñeron por debajo la nave con cables, y luego, temiendo no fuesen a dar en la Sirte, plegaron las velas y se dejaron ir.
Hch 27:18  Al día siguiente, fuertemente combatidos por la tempestad, aligeraron,
Hch 27:19  y al tercer día arrojaron por sus propias manos los aparejos.
Hch 27:20  En varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y continuando con fuerza la tempestad, perdimos al fin toda esperanza de salvación.
Hch 27:21  Habíamos pasado largo tiempo sin comer, cuando Pablo se levantó y dijo: Mejor os hubiera sido, amigos, atender a mis consejos: no hubiéramos partido de Creta, y nos hubiéramos ahorrado estos peligros y daños.
Hch 27:22  Pero levanten los animocos, porque sólo la nave, ninguno de nosotros perecerá.
Hch 27:23  Esta noche se me ha aparecido un ángel de Dios, cuyo soy y a quien sirvo,
Hch 27:24  que me dijo: No temas, Pablo; comparecerás ante el César, y Dios te ha hecho gracia de todos los que navegan contigo."
Hch 27:25  Por lo cual, arriba los ánimos, amigos, que yo confío en Dios que así sucederá como se me ha dicho.
Hch 27:26  Sin duda, daremos con una isla.
Hch 27:27  Llegada la decimocuarta noche en que así éramos llevados de una a otra parte por el mar Adriático, hacia la mitad de la noche, sospecharon los marineros que se hallaban cerca de tierra,
Hch 27:28  y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y luego de adelantar un poco, de nuevo echaron la sonda y hallaron quince brazas."
Hch 27:29  Ante el temor de dar en algún bajío, echaron a popa cuatro áncoras y esperaron a que se hiciese de día.
Hch 27:30  Los marineros, buscando huir de la nave, trataban de echar al agua el esquife con el pretexto de echar las áncoras de proa.
Hch 27:31  Pablo advirtió al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros.
Hch 27:32  Entonces cortaron los soldados los cables del esquife y lo dejaron caer.
Hch 27:33  Mientras llegaba el día, Pablo exhortó a todos a tomar alimento, diciendo: Catorce días hace hoy que estamos ayunos y sin haber tomado cosa alguna.
Hch 27:34  Os exhorto a tomar alimento, que nos es necesario para nuestra salud, pues estad seguros de que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá.
Hch 27:35  Diciendo esto, dio gracias a Dios delante de todos, y partiendo el pan comenzó a comer.
Hch 27:36  Animados ya todos, tomaron alimento.
Hch 27:37  Eramos los que en la nave estábamos doscientos setenta y seis.
Hch 27:38  Cuando estuvieron satisfechos aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.
Hch 27:39  Llegado el día, no conocieron la tierra, pero vieron una, ensenada que tenía playa, en la cual acordaron encallar la nave, si podían.
Hch 27:40  Soltando las anclas, las abandonaron al mar, y desatadas las amarras de los timones e izado el artimón, iban con rumbo a la playa.
Hch 27:41  Llegados a un sitio que daba a dos mares, encalló la nave, e hincada la proa en la arena, quedó inmóvil, mientras que la popa era quebrantada por la violencia de las olas.
Hch 27:42  Propusieron los soldados matar a los presos, para que ninguno escapase a nado;"
Hch 27:43  pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, se opuso a tal propósito y ordenó que quienes supiesen nadar se arrojasen los primeros y saliesen a tierra,
Hch 27:44  y los demás saliesen, bien sobre tablas, bien sobre los despojos de la nave. Y así todos llegaron a tierra.

 


 

Hch 27:1  Cuando por fin decidieron mandarnos a Italia, Pablo y los demás prisioneros fueron entregados a un capitán romano llamado Julio, que estaba a cargo de un grupo especial de soldados al servicio del emperador.
Hch 27:2  Fuimos llevados al puerto de Adramitio. Allí, un barco estaba a punto de salir para hacer un recorrido por los puertos de la provincia de Asia. Con nosotros estaba también Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica, en la provincia de Macedonia. Subimos al barco y salimos.
Hch 27:3  Al día siguiente llegamos al puerto de Sidón. El capitán Julio trató bien a Pablo, pues lo dejó visitar a sus amigos en Sidón, y también permitió que ellos lo atendieran.
Hch 27:4  Cuando salimos de Sidón, navegamos con el viento en contra. Entonces nos acercamos a la costa de la isla de Chipre para protegernos del viento.
Hch 27:5  Luego pasamos por la costa de las provincias de Cilicia y de Panfilia, y así llegamos a una ciudad llamada Mira, en la provincia de Licia.
Hch 27:6  El capitán Julio encontró allí un barco de Alejandría, que iba hacia Italia, y nos ordenó subir a ese barco para continuar nuestro viaje.
Hch 27:7  Viajamos despacio durante varios días, y nos costó trabajo llegar frente al puerto de Cnido. El viento seguía soplando en contra nuestra, por lo que pasamos frente a la isla de Salmona y, con mucha dificultad, navegamos por la costa sur de la isla de Creta. Por fin llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, que está cerca de la ciudad de Lasea, en la misma isla de Creta.
Hch 27:9  Era peligroso seguir navegando, pues habíamos perdido mucho tiempo y ya casi llegaba el invierno. Entonces Pablo les dijo a todos en el barco:
Hch 27:10  «Señores, este viaje va a ser peligroso. No sólo puede destruirse la carga y el barco, sino que hasta podemos morir.»
Hch 27:11  Pero el capitán de los soldados no le hizo caso a Pablo, sino que decidió seguir el viaje, como insistían el dueño y el capitán del barco.
Hch 27:12  Buenos Puertos no era un buen lugar para pasar el invierno; por eso, todos creían que lo mejor era seguir y tratar de llegar al puerto de Fenice, para pasar allí el invierno. Fenice estaba en la misma isla de Creta, y desde allí se podía salir hacia el noroeste y el suroeste.
Hch 27:13  De pronto, comenzó a soplar un viento suave, que venía del sur. Por eso el capitán y los demás pensaron que podían seguir el viaje, y salimos navegando junto a la costa de la isla de Creta.
Hch 27:14  Al poco tiempo, un huracán vino desde el noreste, y el fuerte viento comenzó a pegar contra el barco.
Hch 27:15  No podíamos navegar contra el viento, así que tuvimos que dejarnos llevar por él.
Hch 27:16  Pasamos frente a la costa sur de una isla pequeña, llamada Cauda, la cual nos protegió del viento. Allí pudimos subir el bote salvavidas, aunque con mucha dificultad.
Hch 27:17  Después los marineros usaron cuerdas, y con ellas trataron de sujetar el casco del barco, para que no se rompiera. Todos tenían miedo de que el barco quedara atrapado en los depósitos de arena llamados Sirte. Bajaron las velas y dejaron que el viento nos llevara a donde quisiera.
Hch 27:18  Al día siguiente la tempestad empeoró, por lo que todos comenzaron a echar al mar la carga del barco.
Hch 27:19  Tres días después, también echaron al mar todas las cuerdas que usaban para manejar el barco.
Hch 27:20  Durante muchos días no vimos ni el sol ni las estrellas. La tempestad era tan fuerte que habíamos perdido la esperanza de salvarnos.
Hch 27:21  Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó y les dijo a todos: «Señores, habría sido mejor que me hubieran hecho caso, y que no hubiéramos salido de la isla de Creta. Así no le habría pasado nada al barco, ni a nosotros.
Hch 27:22  Pero no se pongan tristes, porque ninguno de ustedes va a morir. Sólo se perderá el barco.
Hch 27:23  Anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien sirvo y pertenezco.
Hch 27:24  El ángel me dijo: “Pablo, no tengas miedo, porque tienes que presentarte ante el emperador de Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco.”
Hch 27:25  Así que, aunque el barco se quedará atascado en una isla, alégrense, pues yo confío en Dios y estoy seguro de que todo pasará como el ángel me dijo.»
Hch 27:27  El viento nos llevaba de un lugar a otro. Una noche, como a las doce, después de viajar dos semanas por el mar Adriático, los marineros vieron que estábamos cerca de tierra firme.
Hch 27:28  Midieron, y se dieron cuenta de que el agua tenía treinta y seis metros de profundidad. Más adelante volvieron a medir, y estaba a veintisiete metros.
Hch 27:29  Esto asustó a los marineros, pues quería decir que el barco podía chocar contra las rocas. Echaron cuatro anclas al mar, por la parte trasera del barco, y le pidieron a Dios que pronto amaneciera.
Hch 27:30  Pero aun así, los marineros querían escapar del barco. Comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar más anclas en la parte delantera del barco.
Hch 27:31  Pablo se dio cuenta de sus planes, y les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos marineros se van, ustedes no podrán salvarse.»
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las cuerdas que sostenían el bote, y lo dejaron caer al mar.
Hch 27:33  A la madrugada, Pablo pensó que todos debían comer algo y les dijo: «Hace dos semanas que sólo se preocupan por lo que pueda pasar, y no comen nada.
Hch 27:34  Por favor, coman algo. Es necesario que tengan fuerzas, pues nadie va a morir por causa de este problema.»
Hch 27:35  Luego Pablo tomó un pan y oró delante de todos. Dando gracias a Dios, partió el pan y empezó a comer.
Hch 27:36  Todos se animaron y también comieron.
Hch 27:37  En el barco había doscientas setenta y seis personas,
Hch 27:38  y todos comimos lo que quisimos. Luego los marineros tiraron el trigo al mar, para que el barco quedara más liviano.
Hch 27:39  Al amanecer, los marineros no sabían dónde estábamos, pero vieron una bahía con playa, y trataron de arrimar el barco hasta allá.
Hch 27:40  Cortaron las cuerdas de las anclas y las dejaron en el mar. También aflojaron los remos que guiaban el barco, y levantaron la vela delantera. El viento empujó el barco, y este comenzó a moverse hacia la playa,
Hch 27:41  pero poco después quedó atrapado en un montón de arena. La parte delantera no se podía mover, pues quedó enterrada en la arena, y las olas comenzaron a golpear con tanta fuerza la parte trasera, que la despedazaron toda.
Hch 27:42  Los soldados querían matar a los prisioneros, para que no se escaparan nadando.
Hch 27:43  Pero el capitán no los dejó, porque quería salvar a Pablo. Ordenó que todos los que supieran nadar se tiraran al agua y llegaran a la playa,
Hch 27:44  y que los que no supieran se agarraran de tablas o pedazos del barco. Todos llegamos a la playa sanos y salvos.

 


 

Hch 27:1  Luego, pues, que se determinó que Pablo navegase a Italia, y que fuese entregado con los demás presos a un centurión de la cohorte o legión augusta llamado Julio,
Hch 27:2  embarcándonos en una nave de Adrumeto, nos hicimos a la vela, empezando a costear las tierras de Asia, acompañándonos siempre Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Hch 27:3  El día siguiente arribamos a Sidón; y Julio, tratando a Pablo con humanidad, le permitió salir a visitar a los amigos y proveerse de lo necesario.
Hch 27:4  Partidos de allí, fuimos bogando por debajo de Chipre, por ser contrarios los vientos.
Hch 27:5  Y habiendo atravesado el mar de Cilicia y de Panfilia, aportamos a Listra, o Mira, de la Licia,
Hch 27:6  donde el centurión, encontrando una nave de Alejandría que pasaba a Italia, nos trasladó a ella.
Hch 27:7  Y navegando por muchos días lentamente, y arribando con trabajo enfrente de Gnido, por estorbárnoslo el viento, costeamos a Creta, por el cabo Salmón.
Hch 27:8  Y doblado éste con gran dificultad arribamos a un lugar llamado Buenos Puertos, que está cercano a la ciudad de Talasa.
Hch 27:9  Pero habiendo gastado mucho tiempo, y no siendo desde entonces segura la navegación, por haber pasado ya el tiempo del ayuno, Pablo los amonestaba,
Hch 27:10  diciéndoles: Yo conozco, amigos, que la navegación comienza a ser muy peligrosa y de mucho perjuicio, no sólo para la nave y cargamento, sino también para nuestras vidas.
Hch 27:11  Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón del barco, que a cuanto decía Pablo.
Hch 27:12  Mas como aquel puerto no fuese a propósito para invernar, la mayor parte fueron de parecer que nos hiciésemos a la vela para ir a tomar invernadero, por poco que se pudiese, en Fenice, puerto de Creta, opuesto al ábrego y al poniente.
Hch 27:13  Así, pues, soplando el austro, figurándose salir ya con su intento, levantando anclas en Asón, iban costeando por la isla de Creta.
Hch 27:14  Pero a poco tiempo dio contra la nave un viento tempestuoso, llamado nordeste.
Hch 27:15  Arrebatada la nave, y no pudiendo resistir el torbellino, éramos llevados a merced de los vientos.
Hch 27:16  Arrojados con ímpetu hacia una isleta, llamada Cauda, pudimos con gran dificultad recoger el esquife.
Hch 27:17  El cual metido dentro, maniobraban los marineros cuanto podían, asegurando y liando la nave, temerosos de dar en algún banco de arena. De esta suerte abajadas las velas y el mástil, se dejaban llevar de las olas.
Hch 27:18  Al día siguiente, como nos hallábamos furiosamente combatidos por la tempestad, echaron al mar el cargamento.
Hch 27:19  Y tres días después arrojaron con sus propias manos las municiones y pertrechos de la nave.
Hch 27:20  Entretanto, había muchos días que no se dejaban ver ni el sol, ni las estrellas, y la borrasca era continuamente tan furiosa, que ya habíamos perdido todas las esperanzas de salvarnos.
Hch 27:21  Entonces Pablo, como había ya mucho tiempo que nadie había tomado alimento, puesto en medio de ellos, dijo: En verdad, compañeros, que hubiera sido mejor, creyéndome a mí, no haber salido de Creta, y excusar este desastre y pérdida.
Hch 27:22  Mas ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues ninguno de vosotros se perderá, lo único que se perderá será la nave.
Hch 27:23  Porque esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios de quien soy yo, y a quien sirvo,
Hch 27:24  diciéndome: No temas, Pablo, tú sin falta has de comparecer ante César; y he ahí que Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.
Hch 27:25  Por tanto, compañeros, tened buen ánimo, pues yo creo en Dios, que así será, como se me ha prometido.
Hch 27:26  Al fin hemos de venir a dar en cierta isla.
Hch 27:27  Mas llegada la noche del día catorce, navegando nosotros por el mar Adriático, los marineros a eso de la medianoche barruntaban hallarse a vista de tierra.
Hch 27:28  Por lo que tiraron la sonda, y hallaron veinte brazas de agua; y poco más adelante sólo hallaron ya quince.
Hch 27:29  Entonces temiendo cayésemos en algún escollo, echaron por la popa cuatro anclas, aguardando con impaciencia el día.
Hch 27:30  Pero como los marineros, intentando escaparse de la nave, echasen al mar el bote salvavidas, con el pretexto de ir a tirar las anclas un poco más lejos por la parte de proa,
Hch 27:31  dijo Pablo al centurión y a los soldados: Si estos hombres no permanecen en el navío, vosotros no podéis salvaros.
Hch 27:32  En la hora los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas, y lo dejaron perder.
Hch 27:33  Y al empezar a ser de día, rogaba Pablo a todos que tomasen alimento, diciendo: Hace hoy catorce días que aguardando el fin de la tormenta estáis sin comer, ni probar casi nada.
Hch 27:34  Por lo cual os ruego que toméis algún alimento para vuestra conservación, seguros de que no ha de perderse ni un cabello de vuestra cabeza.
Hch 27:35  Dicho esto, tomando pan, dio gracias a Dios en presencia de todos; y partiéndolo empezó a comer.
Hch 27:36  Con eso animados todos, comieron también ellos.
Hch 27:37  Eramos los navegantes al todo doscientas setenta y seis personas.
Hch 27:38  Estando ya satisfechos, aligeraban la nave, arrojando al mar el trigo.
Hch 27:39  Siendo ya día claro, no reconocían qué tierra era la que descubrían; echaban sí de ver cierta ensenada que tenía playa, donde pensaban arrimar la nave, si pudiesen.
Hch 27:40  Alzadas, pues, las anclas, se abandonaban a la corriente del mar, aflojando al mismo tiempo las cuerdas de las dos planchas del timón; y alzada la vela del artimón, o de la popa, para tomar el viento preciso, se dirigían hacia la playa.
Hch 27:41  Mas tropezando en una lengua de tierra que tenía mar por ambos lados, encalló la nave, quedando inmóvil la proa, fija, o encallada, en el fondo, mientras la popa iba abriéndose por la violencia de las olas.
Hch 27:42  Los soldados entonces deliberaron matar a los presos, temerosos de que alguno se escapase a nado.
Hch 27:43  Pero el centurión, deseoso de salvar a Pablo, estorbó que lo hiciesen; y mandó que los que supiesen nadar; saltasen primeros al agua, y saliesen a tierra.
Hch 27:44  A los demás, parte los llevaron en tablas, y algunos sobre los desechos que restaban del navío. Y así se verificó, que todas las personas salieron salvas a tierra. 

 


 

Hch 27:1 

Pablo es enviado a Roma
  Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.
Hch 27:2  Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Hch 27:3  Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.
Hch 27:4  Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
Hch 27:5  Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.
Hch 27:6  Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
Hch 27:7  Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón.
Hch 27:8  Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
Hch 27:9  Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,
Hch 27:10  diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.
Hch 27:11  Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.
Hch 27:12  Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar
 
Hch 27:13  Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.
Hch 27:14  Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.
Hch 27:15  Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
Hch 27:16  Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.
Hch 27:17  Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
Hch 27:18  Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar,
Hch 27:19  y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.
Hch 27:20  Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
Hch 27:21  Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.
Hch 27:22  Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
Hch 27:23  Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,
Hch 27:24  diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.
Hch 27:25  Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.
Hch 27:26  Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
Hch 27:27  Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra;
Hch 27:28  y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.
Hch 27:29  Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.
Hch 27:30  Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa.
Hch 27:31  Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.
Hch 27:33  Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
Hch 27:34  Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
Hch 27:35  Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
Hch 27:36  Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
Hch 27:37  Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
Hch 27:38  Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

El naufragio
 
Hch 27:39  Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.
Hch 27:40  Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.
Hch 27:41  Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.
Hch 27:42  Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.
Hch 27:43  Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;
Hch 27:44  y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

 


 

Hch 27:1  Mas como fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y algunos otros presos a un centurión, llamado Julio, de la compañía Augusta.
Hch 27:2  Así que, embarcándonos en la nave Adrumentina, alzamos velas , estando con nosotros Aristarco, Macedonio de Tesalónica, comenzando a navegar junto a los lugares de Asia.
Hch 27:3  Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando a Pablo humanamente, le permitió que fuese a los amigos, para ser de ellos asistido.
Hch 27:4  Y alzando velas desde allí, navegamos bajo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
Hch 27:5  Y habiendo pasado el mar de Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.
Hch 27:6  Y hallando allí el centurión una nave Alejandrina que navegaba a Italia, nos puso en ella.
Hch 27:7  Y navegando muchos días despacio, y habiendo apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo de Creta, junto a Salmón.
Hch 27:8  Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
Hch 27:9  Y pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, porque ya era pasado el ayuno, Pablo amonestaba,
Hch 27:10  diciendo: Varones, veo que con trabajo y mucho daño, no sólo de la cargazón y de la nave, mas aun de nuestras personas, habrá de ser la navegación.
Hch 27:11  Pero el centurión creía más al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.
Hch 27:12  Y no habiendo puerto cómodo para invernar, muchos acordaron pasar aun de allí, por si pudiesen arribar a Fenice e invernar allí, que es un puerto de Creta, al Africa y al poniente.
Hch 27:13  Y soplando el austro, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando velas , tenían cerca la costa de Creta.
Hch 27:14  Pero no mucho después dio en ella un viento repentino, que se llama Euroaquilo.
Hch 27:15  Y siendo arrebatada de él la nave, que no podía resistir contra el viento, dejada la nave a los vientos , éramos llevados.
Hch 27:16  Y llevados de la corriente hacia una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife;
Hch 27:17  el cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados.
Hch 27:18  Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron;
Hch 27:19  y al tercer día nosotros, con nuestras manos, arrojamos las obras muertas de la nave.
Hch 27:20  Y no apareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida toda la esperanza de nuestra salud.
Hch 27:21  Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño.
Hch 27:22  Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida de persona habrá de vosotros, sino solamente de la nave.
Hch 27:23  Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo,
Hch 27:24  diciendo: Pablo, no temas; es necesario que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo.
Hch 27:25  Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho;
Hch 27:26  con todo, es necesario que demos en una isla.
Hch 27:27  Y venida la décimacuarta noche, y siendo llevados en el mar Adriático, los marineros a la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra;
Hch 27:28  y echando la sonda, hallaron veinte pasos, y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince pasos.
Hch 27:29  Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día.
Hch 27:30  Entonces procurando los marineros huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa,
Hch 27:31  Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros.
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y lo dejaron caer.
Hch 27:33  Cuando comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el décimocuarto día que esperáis y permanecéis en ayunas, no comiendo nada.
Hch 27:34  Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
Hch 27:35  Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer.
Hch 27:36  Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también.
Hch 27:37  Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
Hch 27:38  Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano al mar.
Hch 27:39  Cuando se hizo de día, no conocían la tierra; pero veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave.
Hch 27:40  Alzando las anclas, se dejaron al mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela mayor al soplo del aire, íbanse a la orilla.
Hch 27:41  Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se abría con la fuerza del mar.
Hch 27:42  Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, para que ninguno se fugase nadando.
Hch 27:43  Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra;
Hch 27:44  y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

 


 

Hch 27:1  And when it was determined that we should sail into Italy, they delivered Paul and certain other prisoners unto one named Julius, a centurion of Augustus' band.
Hch 27:2  And entering into a ship of Adramyttium, we launched, meaning to sail by the coasts of Asia; one Aristarchus, a Macedonian of Thessalonica, being with us.
Hch 27:3  And the next day we touched at Sidon. And Julius courteously entreated Paul, and gave him liberty to go unto his friends to refresh himself.
Hch 27:4  And when we had launched from thence, we sailed under Cyprus, because the winds were contrary.
Hch 27:5  And when we had sailed over the sea of Cilicia and Pamphylia, we came to Myra, a city of Lycia.
Hch 27:6  And there the centurion found a ship of Alexandria sailing into Italy; and he put us therein.
Hch 27:7  And when we had sailed slowly many days, and scarce were come over against Cnidus, the wind not suffering us, we sailed under Crete, over against Salmone;
Hch 27:8  And, hardly passing it, came unto a place which is called The fair havens; nigh whereunto was the city of Lasea.
Hch 27:9  Now when much time was spent, and when sailing was now dangerous, because the fast was now already past, Paul admonished them,
Hch 27:10  And said unto them, Sirs, I perceive that this voyage will be with hurt and much damage, not only of the lading and ship, but also of our lives.
Hch 27:11  Nevertheless the centurion believed the master and the owner of the ship, more than those things which were spoken by Paul.
Hch 27:12  And because the haven was not commodious to winter in, the more part advised to depart thence also, if by any means they might attain to Phenice, and there to winter; which is an haven of Crete, and lieth toward the south west and north west.
Hch 27:13  And when the south wind blew softly, supposing that they had obtained their purpose, loosing thence, they sailed close by Crete.
Hch 27:14  But not long after there arose against it a tempestuous wind, called Euroclydon.
Hch 27:15  And when the ship was caught, and could not bear up into the wind, we let her drive.
Hch 27:16  And running under a certain island which is called Clauda, we had much work to come by the boat:
Hch 27:17  Which when they had taken up, they used helps, undergirding the ship; and, fearing lest they should fall into the quicksands, strake sail, and so were driven.
Hch 27:18  And we being exceedingly tossed with a tempest, the next day they lightened the ship;
Hch 27:19  And the third day we cast out with our own hands the tackling of the ship.
Hch 27:20  And when neither sun nor stars in many days appeared, and no small tempest lay on us, all hope that we should be saved was then taken away.
Hch 27:21  But after long abstinence Paul stood forth in the midst of them, and said, Sirs, ye should have hearkened unto me, and not have loosed from Crete, and to have gained this harm and loss.
Hch 27:22  And now I exhort you to be of good cheer: for there shall be no loss of any man's life among you, but of the ship.
Hch 27:23  For there stood by me this night the angel of God, whose I am, and whom I serve,
Hch 27:24  Saying, Fear not, Paul; thou must be brought before Caesar: and, lo, God hath given thee all them that sail with thee.
Hch 27:25  Wherefore, sirs, be of good cheer: for I believe God, that it shall be even as it was told me.
Hch 27:26  Howbeit we must be cast upon a certain island.
Hch 27:27  But when the fourteenth night was come, as we were driven up and down in Adria, about midnight the shipmen deemed that they drew near to some country;
Hch 27:28  And sounded, and found it twenty fathoms: and when they had gone a little further, they sounded again, and found it fifteen fathoms.
Hch 27:29  Then fearing lest we should have fallen upon rocks, they cast four anchors out of the stern, and wished for the day.
Hch 27:30  And as the shipmen were about to flee out of the ship, when they had let down the boat into the sea, under colour as though they would have cast anchors out of the foreship,
Hch 27:31  Paul said to the centurion and to the soldiers, Except these abide in the ship, ye cannot be saved.
Hch 27:32  Then the soldiers cut off the ropes of the boat, and let her fall off.
Hch 27:33  And while the day was coming on, Paul besought them all to take meat, saying, This day is the fourteenth day that ye have tarried and continued fasting, having taken nothing.
Hch 27:34  Wherefore I pray you to take some meat: for this is for your health: for there shall not an hair fall from the head of any of you.
Hch 27:35  And when he had thus spoken, he took bread, and gave thanks to God in presence of them all: and when he had broken it, he began to eat.
Hch 27:36  Then were they all of good cheer, and they also took some meat.
Hch 27:37  And we were in all in the ship two hundred threescore and sixteen souls.
Hch 27:38  And when they had eaten enough, they lightened the ship, and cast out the wheat into the sea.
Hch 27:39  And when it was day, they knew not the land: but they discovered a certain creek with a shore, into the which they were minded, if it were possible, to thrust in the ship.
Hch 27:40  And when they had taken up the anchors, they committed themselves unto the sea, and loosed the rudder bands, and hoised up the mainsail to the wind, and made toward shore.
Hch 27:41  And falling into a place where two seas met, they ran the ship aground; and the forepart stuck fast, and remained unmoveable, but the hinder part was broken with the violence of the waves.
Hch 27:42  And the soldiers' counsel was to kill the prisoners, lest any of them should swim out, and escape.
Hch 27:43  But the centurion, willing to save Paul, kept them from their purpose; and commanded that they which could swim should cast themselves first into the sea, and get to land:
Hch 27:44  And the rest, some on boards, and some on broken pieces of the ship. And so it came to pass, that they escaped all safe to land.

 


 

Hch 27:1  Cuando se decidió que nos embarcásemos rumbo a Italia, fueron confiados Pablo y algunos otros prisioneros a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio.
Hch 27:2  Subimos a una nave de Adramitio, que iba a partir hacia las costas de Asia, y nos hicimos a la mar. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Hch 27:3  Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.
Hch 27:4  Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
Hch 27:5  Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.
Hch 27:6  Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.
Hch 27:7  Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone;
Hch 27:8  y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.
Hch 27:9  Había transcurrido bastante tiempo y la navegación era peligrosa, pues incluso había ya pasado el Ayuno. Pablo les advertía:
Hch 27:10  «Amigos, veo que la navegación va a traer gran peligro y grave daño no sólo para el cargamento y la nave, sino también para nuestras propias personas.»
Hch 27:11  Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón que no a las palabras de Pablo.
Hch 27:12  Como el puerto no era a propósito para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.
Hch 27:13  Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito; levaron anclas y fueron costeando Creta de cerca.
Hch 27:14  Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.
Hch 27:15  La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva .
Hch 27:16  Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.
Hch 27:17  Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo; y por miedo a chocar contra la Sirte, se echó el ancla flotante. Así se iba a la deriva.
Hch 27:18  Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.
Hch 27:19  Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.
Hch 27:20  Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba desapareciendo.
Hch 27:21  Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado este peligro y esta pérdida.
Hch 27:22  Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de vuestras vidas se perderá; solamente la nave.
Hch 27:23  Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,
Hch 27:24  y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.”
Hch 27:25  Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.
Hch 27:26  Iremos a dar en alguna isla.»
Hch 27:27  Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.
Hch 27:28  Sondearon y hallaron veinte brazas; un poco más lejos sondearon de nuevo y hallaron quince brazas.
Hch 27:29  Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se hiciese de día.
Hch 27:30  Los marineros intentaban escapar de la nave, y estaban ya arriando el bote con el pretexto de echar los cables de las anclas de proa.
Hch 27:31  Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si no se quedan éstos en la nave, vosotros no os podréis salvar.»
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer.
Hch 27:33  Mientras esperaban que se hiciera de día, Pablo aconsejaba a todos que tomasen alimento diciendo: «Hace ya catorce días que, en continua expectación, estáis en ayunas, sin haber comido nada.
Hch 27:34  Por eso os aconsejo que toméis alimento, pues os conviene para vuestra propia salvación; que ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de su cabeza.»
Hch 27:35  Diciendo esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer.
Hch 27:36  Entonces todos los demás se animaron y tomaron también alimento.
Hch 27:37  Estábamos en total en la nave 276 personas.
Hch 27:38  Una vez satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.
Hch 27:39  Cuando vino el día, los marineros no reconocían la tierra; solamente podían divisar una ensenada con su playa; y resolvieron lanzar la nave hacia ella, si fuera posible.
Hch 27:40  Soltaron las anclas que dejaron caer al mar; aflojaron al mismo tiempo las ataduras de los timones; después izaron al viento la vela artimón y pusieron rumbo a la playa.
Hch 27:41  Pero tropezaron contra un lugar con mar por ambos lados, y encallaron allí la nave; la proa clavada, quedó inmóvil; en cambio la popa, sacudida violentamente, se iba deshaciendo.
Hch 27:42  Los soldados entonces resolvieron matar a los presos, no fuera que alguno se escapase a nado;
Hch 27:43  pero el centurión, que quería salvar a Pablo, se opuso a su designio y dio orden de que los que supieran nadar se arrojasen los primeros al agua y ganasen la orilla;
Hch 27:44  y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.

 


 

Hch 27:1  Cuando decidieron mandarnos a Italia, Pablo y los otros presos fueron entregados a un capitán que se llamaba Julio, del batallón llamado del Emperador.
Hch 27:2  Nos embarcamos, pues, en un barco del puerto de Adramitio que estaba a punto de salir para los puertos de Asia. Estaba también con nosotros Aristarco, [1] que era de Tesalónica, ciudad de Macedonia.
Hch 27:3  Al día siguiente llegamos al puerto de Sidón, donde Julio trató a Pablo con mucha consideración, pues lo dejó visitar a sus amigos y ser atendido por ellos.
Hch 27:4  Saliendo de Sidón, navegamos protegidos del viento por la isla de Chipre, porque teníamos el viento en contra.
Hch 27:5  Bordeamos la costa de Cilicia y Panfilia, y llegamos a Mira, una ciudad de Licia.
Hch 27:6  El capitán de los soldados encontró allí un barco de Alejandría que iba a Italia, y nos hizo embarcar para seguir el viaje.
Hch 27:7  Durante varios días viajamos despacio, y con mucho trabajo llegamos frente a Cnido. Como todavía teníamos el viento en contra, pasamos frente a Salmona dando la vuelta a la isla de Creta;
Hch 27:8  y navegando con dificultad a lo largo de la costa, llegamos aun lugar llamado Buenos Puertos, cerca del pueblo de Lasea.
Hch 27:9  Se había perdido mucho tiempo, y a era peligroso viajar por mar porque se acercaba el invierno. Por eso, Pablo les aconsejó:
Hch 27:10  –Señores, veo que este viaje va a ser muy peligroso, y que vamos a perder tanto el barco como su carga, y que hasta podemos perder la vida.
Hch 27:11  Pero el capitán de los soldados hizo más caso al dueño del barco y al capitán del mismo que a Pablo.
Hch 27:12  y como aquel puerto no era bueno para pasar el invierno, casi todos pensaron que sería mejor salir de allí e intentar llegar a Fenice, un puerto de Creta que mira al noroeste y al sudoeste, y pasar allí el invierno.
Hch 27:13  Pensando que podrían seguir el viaje porque comenzaba a soplar un viento suave del sur, salieron y navegaron junto a la costa de Creta.
Hch 27:14  Pero poco después un viento huracanado del nordeste azotó el barco,
Hch 27:15  y comenzó a arrastrarlo. Como no podíamos mantener el barco de cara al viento, tuvimos que dejarnos llevar por él.
Hch 27:16  Pasamos por detrás de una pequeña isla llamada Cauda, donde el viento no soplaba tan fuerte, y con mucho trabajo pudimos recoger el bote salvavidas.
Hch 27:17  Después de subirlo a bordo, usaron sogas para reforzar el barco. Luego, como tenían miedo de encallar en los bancos de arena llamados la Sirte, echaron el ancla flotante y se dejaron llevar por el viento.
Hch 27:18  Al día siguiente, la tempestad era todavía fuerte, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del barco;
Hch 27:19  y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también los aparejos del barco.
Hch 27:20  Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido y a toda esperanza de salvarnos.
Hch 27:21  Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y dijo:
 –Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios.
Hch 27:22  Ahora, sin embargo, no se desanimen, porque ninguno de ustedes morirá, aunque el barco sí va a perderse.
Hch 27:23  Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien pertenezco y sirvo,
Hch 27:24  y me dijo: 'No tengas miedo, Pablo, porque tienes que presentarte ante el emperador romano, y por tu causa Dios va a librar de la muerte a todos los que están contigo en el barco. '
Hch 27:25  Por tanto, señores, anímense, porque tengo confianza en Dios y estoy seguro de que las cosas sucederán como el ángel me dijo.
Hch 27:26  Pero vamos a encallar en una isla.
Hch 27:27  Una noche, cuando al cabo de dos semanas de viaje nos encontrábamos en el mar Adriático llevados de un lado a otro por el viento, a eso de la medianoche los marineros se dieron cuenta de que estábamos llegando a tierra.
Hch 27:28  Midieron la profundidad del agua, y era de treinta y seis metros; un poco más adelante la midieron otra vez, y era de veintisiete metros.
Hch 27:29  Por miedo de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de atrás del barco, mientras pedían a Dios que amaneciera.
Hch 27:30  Pero los marineros pensaron en escapar del barco, así que comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar las anclas de la parte delantera del barco.
Hch 27:31  Pero Pablo avisó al capitán y a sus soldados, diciendo:
 –Si estos no se quedan en el barco, ustedes no podrán salvarse.
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.
Hch 27:33  De madrugada, Pablo les recomendó a todos que comieran algo. Les dijo:
 –Ya hace dos semanas que, por esperar a ver qué pasa, ustedes no han comido nada.
Hch 27:34  Les ruego que coman algo. Esto es necesario, si quieren sobrevivir, pues nadie va a perder ni un cabello de la cabeza.
Hch 27:35  Al decir esto, Pablo tomó en sus manos un pan y dio gracias a Dios delante de todos. Lo partió y comenzó a comer.
Hch 27:36  Luego todos se animaron y comieron también.
Hch 27:37  Éramos en el barco doscientas setenta y seis personas en total.
Hch 27:38  Después de haber comido lo que quisieron, echaron el trigo al mar para aligerar el barco.
Hch 27:39  Cuando amaneció, los marineros no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía que tenía playa; y decidieron tratar de arrimar el barco hacia allá.
Hch 27:40  Cortaron las amarras de las anclas, abandonándolas en el mar, y aflojaron los remos que servían para guiar el barco. Luego alzaron al viento la vela delantera, y el barco comenzó a acercarse a la playa.
Hch 27:41  Pero fue a dar en un banco de arena, donde el barco encalló. La parte delantera quedó atascada en la arena, sin poder moverse, mientras la parte de atrás comenzó a hacerse pedazos por la fuerza de las olas.
Hch 27:42  Los soldados quisieron matar a los presos, para no dejarlos escapar nadando.
Hch 27:43  Pero el capitán de los soldados, que quería salvar a Pablo, no dejó que lo hicieran, sino que ordenó que quienes supieran nadar se echaran al agua primero para llegar a tierra,
Hch 27:44  y que los demás siguieran sobre tablas o en pedazos del barco. Así llegamos todos salvos a tierra.

 


 

Hch 27:1  Entonces, como se decidió que navegáramos a Italia, procedieron a entregar a Pablo así como a ciertos otros presos a un oficial del ejército de nombre Julio, de la banda de Augusto.
Hch 27:2  Subiendo en un barco de Adramitio que estaba a punto de zarpar para los lugares costaneros del [distrito de] Asia, nos hicimos a la vela, y con nosotros estaba Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Hch 27:3  Y al día siguiente arribamos a Sidón, y Julio trató a Pablo con bondad humana y le permitió ir a donde sus amigos y disfrutar de [su] atención.
Hch 27:4  Y, haciéndonos a la mar desde allí, navegamos al [abrigo de] Chipre, por ser contrarios los vientos;
Hch 27:5  y navegamos por alta mar a lo largo de Cilicia y Panfilia, e hicimos escala en Mira de Licia.
Hch 27:6  Pero allí el oficial del ejército halló un barco de Alejandría que navegaba hacia Italia, y nos hizo subir a bordo.
Hch 27:7  Entonces, después de navegar bastantes días lentamente, y de llegar con dificultad a Cnido, porque el viento no nos dejaba seguir adelante, navegamos al [abrigo de] Creta junto a Salmone,
Hch 27:8  y, costeándola con dificultad, llegamos a cierto lugar llamado Bellos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
Hch 27:9  Como había transcurrido bastante tiempo, y para ahora era peligroso el navegar, porque ya había pasado hasta el ayuno [del día de la expiación], Pablo hizo una recomendación,
Hch 27:10  y les dijo: “Varones, percibo que el navegar va a ser con daño y gran pérdida, no solo del cargamento y del barco, sino también de nuestras almas”.
Hch 27:11  Sin embargo, el oficial del ejército hacía caso al piloto y al dueño de la nave más bien que a las cosas que Pablo decía.
Hch 27:12  Ahora bien, como la bahía era incómoda para invernar, la mayoría aconsejó hacerse a la mar desde allí, para ver si de algún modo lograban llegar a Fenice, bahía de Creta que mira al nordeste y al sudeste, para invernar allí.
Hch 27:13  Además, cuando el viento del sur sopló suavemente, pensaron que podía darse por realizado su propósito, y levaron anclas y fueron costeando a Creta cerca de la orilla.
Hch 27:14  Después de no mucho tiempo, sin embargo, se desató contra ella un viento tempestuoso llamado euroaquilón.
Hch 27:15  Puesto que el barco fue prendido por la violencia y no pudo mantenerse proa al viento, cedimos y nos dejamos llevar.
Hch 27:16  Luego marchamos al [abrigo de] cierta isleta llamada Cauda, y sin embargo apenas pudimos tomar posesión del esquife [que estaba en la popa].
Hch 27:17  Pero después de alzarlo a bordo empezaron a emplear ayudas para ceñir el barco por debajo; y temiendo encallar en la Sirte, arriaron los aparejos, y así fueron llevados.
Hch 27:18  Sin embargo, debido a que nos sacudía violentamente la tempestad, al [día] siguiente empezaron a alijar la nave;
Hch 27:19  y al tercer [día], con sus propias manos, arrojaron las jarcias del barco.
Hch 27:20  Pues bien, cuando no aparecieron ni sol ni estrellas por muchos días, y teníamos encima una tempestad no pequeña, toda esperanza de salvarnos por fin se nos iba acabando.
Hch 27:21  Y cuando hubo durado mucho tiempo la abstención de alimentos, entonces Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo: “Varones, ciertamente debieran haber tomado mi consejo y no haberse hecho a la mar desde Creta y haber sufrido este daño y pérdida.
Hch 27:22  Sin embargo, ahora les recomiendo que estén alegres, porque no se perderá ni un alma de entre ustedes, sino solo el barco.
Hch 27:23  Porque esta noche estuvo de pie cerca de mí un ángel del Dios a quien yo pertenezco y a quien rindo servicio sagrado,
Hch 27:24  y dijo: ‘No temas, Pablo. Tienes que estar de pie ante César, y, ¡mira!, Dios te ha dado de gracia a todos los que navegan contigo’.
Hch 27:25  Por lo tanto, estén alegres, varones; porque creo a Dios que será exactamente como se me ha dicho.
Hch 27:26  Sin embargo, tenemos que ser echados en cierta isla”.
Hch 27:27  Ahora bien, como llegó la decimocuarta noche y nos hallábamos arrojados de acá para allá en el [mar de] Adria, a la medianoche los marineros empezaron a sospechar que estaban acercándose a alguna tierra.
Hch 27:28  Y sondearon la profundidad y hallaron veinte brazas; de modo que siguieron adelante una corta distancia y volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas.
Hch 27:29  Y porque temían que fuéramos a ser echados en algún lugar sobre los escollos, echaron de la popa cuatro anclas, y deseaban que se hiciera de día.
Hch 27:30  Pero cuando los marineros empezaron a procurar escapar del barco y bajaron el esquife al mar so pretexto de que iban a largar las anclas desde la proa,
Hch 27:31  Pablo dijo al oficial del ejército y a los soldados: “A menos que estos hombres permanezcan en el barco, ustedes no pueden salvarse”.
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las cuerdas del esquife y lo dejaron caer.
Hch 27:33  Ahora bien, faltando ya poco para que se hiciera de día, Pablo empezó a animar a todos sin excepción a que tomaran alimento, diciendo: “Hoy es el decimocuarto día que ustedes han estado vigilando y continúan sin alimento, por no haber tomado nada.
Hch 27:34  Por lo tanto, los animo a que tomen algún alimento, porque esto es en el interés de su seguridad; porque no perecerá un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes”.
Hch 27:35  Después que dijo esto, también tomó un pan, dio gracias a Dios ante todos ellos, y lo partió y comenzó a comer.
Hch 27:36  De modo que todos se alegraron, y ellos mismos empezaron a tomar algún alimento.
Hch 27:37  Ahora bien, en conjunto, éramos doscientas setenta y seis almas en el barco.
Hch 27:38  Cuando hubieron quedado satisfechos de alimento, procedieron a alijar el barco, echando el trigo al mar.
Hch 27:39  Por fin, cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero observaban cierta ensenada con una playa, y en esta se resolvieron a varar, si podían, el barco.
Hch 27:40  Así que, cortando las [cuerdas de las] anclas, las dejaron caer en el mar, y al mismo tiempo aflojaron las amarraduras de los remos timoneros y, después de izar el trinquete al viento, hicieron rumbo a la playa.
Hch 27:41  Cuando descansaron sobre un bajío, bañado por el mar por ambos lados, encallaron la nave, y la proa se hincó y quedó inmóvil, pero la popa empezó a hacerse pedazos debido a la violencia [del mar].
Hch 27:42  Entonces llegó a ser la resolución de los soldados matar a los presos, para que nadie se echara a nadar y escapara.
Hch 27:43  Pero el oficial del ejército deseaba que Pablo saliera a salvo, y los restringió de su propósito. Y mandó que los que pudieran nadar se echaran al mar y llegaran a tierra primero,
Hch 27:44  y que los demás lo hicieran, algunos en tablas y algunos en ciertas cosas del barco. Y así sucedió que todos fueron llevados a salvo a tierra.

 


 

Hch 27:1  Cuando por fin decidieron mandarnos a Italia, Pablo y los demás prisioneros fueron entregados a un capitán romano llamado Julio, que estaba a cargo de un grupo especial de soldados al servicio del emperador.
Hch 27:2  Fuimos llevados al puerto de Adramitio. Allí, un barco estaba a punto de salir para hacer un recorrido por los puertos de la provincia de Asia. Con nosotros estaba también Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica, en la provincia de Macedonia. Subimos al barco y salimos.
Hch 27:3  Al día siguiente llegamos al puerto de Sidón. El capitán Julio trató bien a Pablo, pues lo dejó visitar a sus amigos en Sidón, y también permitió que ellos lo atendieran.
Hch 27:4  Cuando salimos de Sidón, navegamos con el viento en contra. Entonces nos acercamos a la costa de la isla de Chipre para protegernos del viento.
Hch 27:5  Luego pasamos por la costa de las provincias de Cilicia y de Panfilia, y así llegamos a una ciudad llamada Mira, en la provincia de Licia.
Hch 27:6  El capitán Julio encontró allí un barco de Alejandría, que iba hacia Italia, y nos ordenó subir a ese barco para continuar nuestro viaje.
Hch 27:7  Viajamos despacio durante varios días, y nos costó trabajo llegar frente al puerto de Cnido. El viento seguía soplando en contra nuestra, por lo que pasamos frente a la isla de Salmona y, con mucha dificultad, navegamos por la costa sur de la isla de Creta. Por fin llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, que está cerca de la ciudad de Lasea, en la misma isla de Creta.
Hch 27:9  Era peligroso seguir navegando, pues habíamos perdido mucho tiempo y ya casi llegaba el invierno. Entonces Pablo les dijo a todos en el barco:
Hch 27:10  «Señores, este viaje va a ser peligroso. No sólo puede destruirse la carga y el barco, sino que hasta podemos morir.»
Hch 27:11  Pero el capitán de los soldados no le hizo caso a Pablo, sino que decidió seguir el viaje, como insistían el dueño y el capitán del barco.
Hch 27:12  Buenos Puertos no era un buen lugar para pasar el invierno; por eso, todos creían que lo mejor era seguir y tratar de llegar al puerto de Fenice, para pasar allí el invierno. Fenice estaba en la misma isla de Creta, y desde allí se podía salir hacia el noroeste y el suroeste.
Hch 27:13  De pronto, comenzó a soplar un viento suave, que venía del sur. Por eso el capitán y los demás pensaron que podían seguir el viaje, y salimos navegando junto a la costa de la isla de Creta.
Hch 27:14  Al poco tiempo, un huracán vino desde el noreste, y el fuerte viento comenzó a pegar contra el barco.
Hch 27:15  No podíamos navegar contra el viento, así que tuvimos que dejarnos llevar por él.
Hch 27:16  Pasamos frente a la costa sur de una isla pequeña, llamada Cauda, la cual nos protegió del viento. Allí pudimos subir el bote salvavidas, aunque con mucha dificultad.
Hch 27:17  Después los marineros usaron cuerdas, y con ellas trataron de sujetar el casco del barco, para que no se rompiera. Todos tenían miedo de que el barco quedara atrapado en los depósitos de arena llamados Sirte. Bajaron las velas y dejaron que el viento nos llevara a donde quisiera.
Hch 27:18  Al día siguiente la tempestad empeoró, por lo que todos comenzaron a echar al mar la carga del barco.
Hch 27:19  Tres días después, también echaron al mar todas las cuerdas que usaban para manejar el barco.
Hch 27:20  Durante muchos días no vimos ni el sol ni las estrellas. La tempestad era tan fuerte que habíamos perdido la esperanza de salvarnos.
Hch 27:21  Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó y les dijo a todos: «Señores, habría sido mejor que me hubieran hecho caso, y que no hubiéramos salido de la isla de Creta. Así no le habría pasado nada al barco, ni a nosotros.
Hch 27:22  Pero no se pongan tristes, porque ninguno de ustedes va a morir. Sólo se perderá el barco.
Hch 27:23  Anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien sirvo y pertenezco.
Hch 27:24  El ángel me dijo: “Pablo, no tengas miedo, porque tienes que presentarte ante el emperador de Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco.”
Hch 27:25  Así que, aunque el barco se quedará atascado en una isla, alégrense, pues yo confío en Dios y estoy seguro de que todo pasará como el ángel me dijo.»
Hch 27:27  El viento nos llevaba de un lugar a otro. Una noche, como a las doce, después de viajar dos semanas por el mar Adriático, los marineros vieron que estábamos cerca de tierra firme.
Hch 27:28  Midieron, y se dieron cuenta de que el agua tenía treinta y seis metros de profundidad. Más adelante volvieron a medir, y estaba a veintisiete metros.
Hch 27:29  Esto asustó a los marineros, pues quería decir que el barco podía chocar contra las rocas. Echaron cuatro anclas al mar, por la parte trasera del barco, y le pidieron a Dios que pronto amaneciera.
Hch 27:30  Pero aun así, los marineros querían escapar del barco. Comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar más anclas en la parte delantera del barco.
Hch 27:31  Pablo se dio cuenta de sus planes, y les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos marineros se van, ustedes no podrán salvarse.»
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las cuerdas que sostenían el bote, y lo dejaron caer al mar.
Hch 27:33  A la madrugada, Pablo pensó que todos debían comer algo y les dijo: «Hace dos semanas que sólo se preocupan por lo que pueda pasar, y no comen nada.
Hch 27:34  Por favor, coman algo. Es necesario que tengan fuerzas, pues nadie va a morir por causa de este problema.»
Hch 27:35  Luego Pablo tomó un pan y oró delante de todos. Dando gracias a Dios, partió el pan y empezó a comer.
Hch 27:36  Todos se animaron y también comieron.
Hch 27:37  En el barco había doscientas setenta y seis personas,
Hch 27:38  y todos comimos lo que quisimos. Luego los marineros tiraron el trigo al mar, para que el barco quedara más liviano.
Hch 27:39  Al amanecer, los marineros no sabían dónde estábamos, pero vieron una bahía con playa, y trataron de arrimar el barco hasta allá.
Hch 27:40  Cortaron las cuerdas de las anclas y las dejaron en el mar. También aflojaron los remos que guiaban el barco, y levantaron la vela delantera. El viento empujó el barco, y este comenzó a moverse hacia la playa,
Hch 27:41  pero poco después quedó atrapado en un montón de arena. La parte delantera no se podía mover, pues quedó enterrada en la arena, y las olas comenzaron a golpear con tanta fuerza la parte trasera, que la despedazaron toda.
Hch 27:42  Los soldados querían matar a los prisioneros, para que no se escaparan nadando.
Hch 27:43  Pero el capitán no los dejó, porque quería salvar a Pablo. Ordenó que todos los que supieran nadar se tiraran al agua y llegaran a la playa,
Hch 27:44  y que los que no supieran se agarraran de tablas o pedazos del barco. Todos llegamos a la playa sanos y salvos.

 


 

Hch 27:1  Cuando se decidió que habríamos de navegar para Italia, entregaron a Shaúl y algunos otros presos a un oficial del regimiento del Emperador llamado Julio.
Hch 27:2  Nos embarcamos en un barco Adramiteno que estaba para zarpar hacia los puertos de la costa de la provincia de Asia, y nos hicimos a la mar, con nosotros estaba Aristarco un Macedonio de Tesalónica.
Hch 27:3  Al día siguiente llegamos a Tzidon; y Julio, tratando a Shaúl con consideración, le permitió visitar amigos y recibir lo que necesitara.
Hch 27:4  Haciéndonos a la mar desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos estaban en contra nuestra,
Hch 27:5  después a través de mar abierto por la costa de Cilicia y Panfilia; y arribamos a Mira y Licia.
Hch 27:6  Allí el oficial Romano encontró una nave Alejandrina que zarpaba para Italia y subimos a bordo.
Hch 27:7  Por un número de días navegando despacio, a duras penas llegamos cerca de Gnido con mucha dificultad. El viento no nos dejaba continuar por la ruta directa, navegando a sotavento de Creta desde Cabo Salmón;
Hch 27:8  y continuando con dificultad, abrazándonos a la costa, llegamos a un lugar llamado Puerto Placentero, cerca del pueblo de Lasea.
Hch 27:9  Puesto que habíamos perdido mucho tiempo, y continuar la travesía era muy peligroso, y porque ya había pasado el ayuno de Yom-Kippur,[164] Shaúl les aconsejó:
Hch 27:10  "Varones, puedo ver que nuestra travesía va a ser una catástrofe, no sólo con grandes pérdidas a la carga y a la embarcación, sino con pérdidas de nuestra vida también."
Hch 27:11  Sin embargo, el oficial prestó más atención al piloto y al dueño del barco que a lo que Shaúl había dicho.
Hch 27:12  Además, siendo el puerto inadecuado para invernar, la mayoría llegó a la decisión de navegar de allí con esperanza de arribar en Fénix, otro puerto en Creta, e invernar allí; donde es protegido de los vientos sudoeste y noroeste.
Hch 27:13  Y, soplando una brisa suave del sur, ellos pensaron que tenían su meta alcanzable; levantaron el ancla y comenzaron a costear Creta, cerca de la orilla.
Hch 27:14  Pero no mucho después nos golpeó desde tierra un viento huracanado, el tipo que llaman Evrakilon.
Hch 27:15  El barco fue arrastrado, y sin poder dar proa frente al viento, nos entregamos a él y nos dejamos llevar.
Hch 27:16  Y pasando a sotavento de una pequeña isla llamada Cauda, con esfuerzo extremo, pudimos controlar el bote salvavidas.
Hch 27:17  Lo subieron a bordo y lo ataron con cables al propio barco para reforzarlo. Temiendo encallarnos en los bancos de arena de Sirte, arriaron los mástiles y las velas y entonces continuamos a la deriva.
Hch 27:18  Pero, como estábamos luchando contra una furiosa tempestad, al día siguiente empezaron a aligerar la nave;
Hch 27:19  y al tercer día, echaron el equipo de navegar por la borda con sus propias manos.
Hch 27:20  Ni el sol ni las estrellas aparecieron por muchos días, mientras la tempestad continuaba furiosa, hasta que gradualmente toda esperanza de sobrevivir se desvaneció.
Hch 27:21  Fue entonces, cuando ya habían estado mucho tiempo sin comer, que Shaúl se paró enfrente de ellos, y dijo: "Me debieron haber hecho caso y no zarpar de Creta; si lo hubieran hecho, hubiéramos escapado esta pérdida desastrosa.
Hch 27:22  Pero ahora mi consejo es que tengan buen ánimo, porque ni uno de ustedes perderá su vida, sino solamente la nave se perderá.
Hch 27:23  Porque esta misma noche se paró junto a mí un malaj de YAHWEH, a quien yo pertenezco y a quien sirvo.
Hch 27:24  El dijo: '¡No tengas miedo, Shaúl! Tienes que comparecer ante el Emperador. ¡Mira! YAHWEH te ha concedido todos los que navegan contigo.'
Hch 27:25  Por tanto, ¡señores, tengan ánimo! Porque yo confío en YAHWEH y creo que lo que me ha sido dicho se hará realidad.
Hch 27:26  A pesar de esto, tenemos que encallar en alguna isla."
Hch 27:27  Era la decimacuarta noche y todavía éramos llevados a través del mar Adriático,[165] cuando cerca de la medianoche, los marineros presintieron que nos acercábamos a tierra,
Hch 27:28  y echaron la sonda y vieron que la profundidad estaba a ciento veinte pies, un poco más adelante y volviendo a echar la sonda, era noventa pies.
Hch 27:29  Temiendo que nos abalanzáramos sobre las rocas, soltaron cuatro anclas de la popa y oramos para que llegara la luz del día.
Hch 27:30  En este punto la tripulación intentó abandonar el barco; bajaron el bote salvavidas al mar, aparentando que iban a echar las anclas de la proa.
Hch 27:31  Shaúl le dijo a los oficiales y soldados: "A menos que estos hombres permanezcan en la nave, ustedes mismos no se podrán salvar."
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y se fue a la deriva.
Hch 27:33  Un poco antes de que rompiera el día, Shaúl alentaba a todos a comer, diciendo: "Hoy es el decimocuarto día que han estado en suspenso y teniendo hambre, sin comer nada.
Hch 27:34  Por lo tanto, les aconsejo que coman algo; lo necesitan para su propia supervivencia. Porque ni uno sólo de ustedes perderá ni un cabello de sus cabezas."
Hch 27:35  Cuando había dicho esto, tomó pan, pronunció una berajah a YAHWEH delante de todos, lo partió y comenzó a comer.
Hch 27:36  Con la valentía restaurada, todos comieron algo de alimento.
Hch 27:37  Por todos, estábamos doscientos setenta y seis de nosotros en el barco.
Hch 27:38  Después que comieron todo lo que quisieron aligeraron la embarcación echando el grano en el mar.
Hch 27:39  Cuando se hizo de día, ellos no reconocían la tierra; pero divisaron una ensenada con la playa de arena, donde decidieron encallar el barco, si esto fuera posible.
Hch 27:40  De modo que cortaron las anclas y las dejaron en el mar; al mismo tiempo, soltaron las amarras que mantenían los timones fuera del agua. Entonces izaron al viento la vela de proa y enfilaron hacia la playa.
Hch 27:41  Pero, dando con un lugar donde se encuentran dos corrientes, hicieron encallar la nave allí mismo en un banco de arena. La proa se clavó y quedó inmóvil, mientras que la popa se abría con la violencia de las olas.
Hch 27:42  En este momento los soldados acordaron matar a los prisioneros, para que ninguno nadara y se escapara.
Hch 27:43  Pero el oficial, queriendo salvar a Shaúl, les impidió llevar a cabo su plan. Mandó que los que pudieran nadar se tiraran por la borda primero y se fueran a la orilla,
Hch 27:44  y que los demás usaran tablas u otros objetos del barco que pudieran encontrar. Y así fue como todos llegamos a tierra sanos y salvos.

 


 

Hch 27:1  "Decidieron que fuéramos a Italia. Julio, un oficial del ejército del emperador, custodiaba a Pablo y a los otros prisioneros."
Hch 27:2  "Subimos a bordo de un barco con matrícula de Adramitio que iba a navegar por diferentes lugares de Asia. Nos acompañaba Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica en Macedonia."
Hch 27:3  Al día siguiente llegamos a Sidón. Julio trató muy bien a Pablo y lo dejó visitar a sus amigos para que lo atendieran.
Hch 27:4  Nos fuimos de Sidón y navegamos cerca de la isla de Chipre porque el viento estaba soplando en contra.
Hch 27:5  "Cruzamos el mar por Cilicia y Panfilia y llegamos a Mira, que queda en Licia."
Hch 27:6  El oficial encontró allí un barco de Alejandría que también iba para Italia y nos embarcó en él.
Hch 27:7  Navegamos despacio por muchos días. Fue difícil llegar a Gnido porque el viento soplaba en contra. Entonces navegamos por el sur de la isla de Creta cerca de Salmón.
Hch 27:8  "Continuamos navegando con dificultad a lo largo de la costa y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea."
Hch 27:9  "Se había perdido mucho tiempo y todavía era peligroso navegar, porque el día del ayuno ya había pasado. Entonces Pablo les advirtió:"
Hch 27:10  """Señores, corremos el riesgo de hundirnos en el mar. Habrá muchas pérdidas, no sólo la carga y el barco, sino también nuestra vida""."
Hch 27:11  "Pero el dueño y el capitán del barco no estaban de acuerdo con Pablo, y Julio, el oficial de los soldados, no le hizo caso a Pablo, sino a ellos."
Hch 27:12  "El puerto no era un sitio seguro para que el barco se quedara todo el invierno, entonces la mayoría decidió que debían irse y tratar de llegar a Fenice para pasar el invierno allá. Fenice es un puerto de Creta que da al suroccidente y noroccidente."
Hch 27:13  "Cuando empezó a soplar un viento suave que venía del sur, ellos pensaron que habían conseguido el viento que querían. Entonces subieron el ancla y navegaron muy cerca de la costa de Creta."
Hch 27:14  Pero entonces llegó de la isla un fuerte viento del nordeste.
Hch 27:15  La tormenta empujó al barco y no lo dejaba navegar en contra del viento. Entonces dejamos que el viento nos llevara.
Hch 27:16  "Fuimos al otro lado de una pequeña isla llamada Cauda y, con mucha dificultad, pudimos subir el bote salvavidas."
Hch 27:17  "Los hombres aseguraron el bote salvavidas, y luego ataron cuerdas alrededor del barco para reforzarlo. Tenían miedo de que el barco golpeara los bancos de arena de la Sirte. Entonces bajaron las velas y dejaron que el viento se llevara el barco."
Hch 27:18  "Al día siguiente, el viento soplaba tan fuerte que tiraron algunas cosas al mar."
Hch 27:19  "Un día después, con sus propias manos, tiraron el equipo del barco."
Hch 27:20  "No pudimos ver el sol ni las estrellas durante muchos días. Como la tormenta continuaba con más fuerza, perdimos toda esperanza de salvarnos."
Hch 27:21  "Ninguno de ellos había comido en muchos días. Entonces Pablo se puso de pie entre ellos y dijo: ""Ustedes debieron haberme hecho caso de no navegar desde Creta, así no hubieran tenido tantos problemas y pérdidas."
Hch 27:22  "Pero ahora les digo que no se preocupen, ninguno de ustedes perderá la vida, solamente se perderá el barco."
Hch 27:23  "Anoche Dios, a quien pertenezco y sirvo, envió a un ángel"
Hch 27:24  "que me dijo: 'Pablo, no tengas miedo, vas a presentarte ante el emperador. Dios salvará tu vida y la de todos los que navegan contigo'."
Hch 27:25  "Así que tengan valor, porque yo tengo fe en Dios y sé que todo pasará tal como me lo dijo el ángel."
Hch 27:26  "Pero encallaremos en alguna isla""."
Hch 27:27  "Dos semanas después, estábamos flotando en el mar Adriático, y los marineros pensaron que estábamos cerca de tierra."
Hch 27:28  Midieron la profundidad del agua y observaron que era de treinta y siete metros. Un poco más adelante volvieron a medir y la profundidad ahí era de veintisiete metros.
Hch 27:29  "Tuvieron miedo de estrellarse contra una roca, entonces arrojaron al agua cuatro anclas en la parte trasera del barco y se pusieron a rogar que llegara la luz del día."
Hch 27:30  Los marineros trataron de escapar del barco haciéndose los que iban a sacar un ancla de la parte delantera del barco.
Hch 27:31  "Pero Pablo les dijo al oficial y a los soldados: ""Si estos hombres no se quedan en el barco, ustedes perderán la vida""."
Hch 27:32  Entonces los soldados cortaron las cuerdas que sostenían el bote salvavidas y lo dejaron caer al mar.
Hch 27:33  "Antes de que amaneciera, Pablo empezó a convencerlos de que comieran algo, diciendo: ""Llevan dos semanas esperando a ver qué pasa, sin comer nada."
Hch 27:34  "Les ruego que coman algo porque lo necesitan para poder sobrevivir. Ninguno perderá ni un solo cabello de la cabeza""."
Hch 27:35  "Después de decir esto, tomó pan en sus manos y dio gracias a Dios ante todos. Después lo partió y empezó a comer."
Hch 27:36  Todos se sintieron mejor y ellos mismos se animaron a comer.
Hch 27:37  Éramos doscientas setenta y seis personas en el barco.
Hch 27:38  "Después de comer lo suficiente, tiraron al mar todo el trigo para que el barco estuviera más liviano."
Hch 27:39  "Cuando amaneció, los marineros no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía con playa y decidieron navegar hasta la orilla si era posible."
Hch 27:40  Entonces cortaron las cuerdas que sostenían las anclas. Al mismo tiempo soltaron el timón y alzaron la vela del frente del barco en la dirección del viento y navegaron hacia la playa.
Hch 27:41  "Pero el barco dio contra un banco de arena y encalló de frente, y por detrás empezó a ser destruido por la fuerza de las olas."
Hch 27:42  Los soldados decidieron matar a los prisioneros para que ninguno escapara nadando.
Hch 27:43  Pero el oficial quería salvarle la vida a Pablo y no dejó que los soldados mataran a los prisioneros. Ordenó a los que sabían nadar que se echaran al agua primero para que alcanzaran la orilla.
Hch 27:44  Los demás usaron tablas de madera o partes del barco. De esta forma todos llegaron a la orilla sanos y salvos.

 


 
 
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