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Analisis de:
HEBREOS

01

Titulo  

 El título de este libro en los manuscritos griegos más antiguos es sencillamente Pros Hebráious ("A los hebreos").  Este título es particularmente apropiado, ya que el libro trata mayormente del significado del santuario y sus servicios, temas que sin duda deben haber sido de especial significado para los primitivos cristianos de origen hebreo o judío (ver la sección "Marco histórico")

02

Paternidad Literaria 1

 La paternidad literaria del libro a los Hebreos ha sido motivo de debates desde los primeros tiempos.  Muchos atribuían el libro a Pablo, pero otros se oponían intensamente a esta opinión.  Orígenes, padre de la iglesia que escribió a comienzos del siglo III, concluía su examen del libro con esta declaración: "Quien la haya escrito es sólo conocido por Dios" (citado por Eusebio, Historia eclesiástica vi, 25, 14).  Otros padres pensaban que el autor pudo haber sido Bernabé, Apolos, Clemente o Lucas.
Esta incertidumbre en cuanto a la paternidad literaria de la Epístola a los Hebreos fue un factor importante en la renuencia de muchos antiguos cristianos del occidente del Imperio Romano para aceptarla como canónica.  No fue aceptada en Occidente sino hasta la segunda mitad del siglo IV (ver t. V, p. 132).  En los siglos siguientes cesó la discusión sobre la paternidad literaria de Hebreos, y la mayoría de los cristianos la aceptó como obra de Pablo, opinión que fue apoyada en forma general hasta los tiempos modernos; entonces se agitó de nuevo la polémica, debatida especialmente por los eruditos.  Entre las Biblias en inglés, la RV atribuyó hasta 1885 el libro de Hebreos al apóstol Pablo; pero en la actualidad son pocos los críticos que defienden este punto de vista.
No son pocos los que afirman que es un libro anónimo.  He aquí tres opiniones: "...escrito anónimo, donde alienta el espíritu de San Pablo, uno de los documentos esenciales de la revelación del Nuevo Testamento" (BJ, 1975, Introducción de las Epístolas de San Pablo, p. 1608).  "Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; es, con todo, cierto que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaboró un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros (BC, 196 1, Epístola a los Hebreos, p. 1432).  "Quedamos, pues, en que la epístola tiene  por autor a Pablo, pero a otro, que no sabemos quien sea, por redactor" (NC, 1974, Epístola a los Hebreos, p. 1427).  Esta es la típica posición actual.  Entre los posibles redactores de la Epístola a los Hebreos, el que más se menciona es Apolo (ver Hech. 18:24-28).
Las evidencias en contra del punto de vista de que Pablo escribió la Epístola a los Hebreos han sido extraídas mayormente de consideraciones en cuanto al estilo literario y el contenido del libro.  Es posible que el vocabulario de un autor y su estilo varíen según el tema de que trate, pero esas variaciones serán principalmente en los términos técnicos, característicos de los diversos temas acerca de los cuales se escriba. Su vocabulario general y especialmente las palabras que escoja casi inconscientemente para expresarse -preposiciones, adverbios y especialmente los nexos conjuntivos-, son considerados por la mayoría de los eruditos como indicaciones mucho mejores de su estilo que su terminología técnica.

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Paternidad Literaria 2  

 Cuando el libro de Hebreos se compara con las epístolas generalmente aceptadas de Pablo, es notablemente distinto, especialmente en las palabras comunes y en los enlaces sintácticos con que el autor une las oraciones y los razonamientos en la epístola.  Otra clara diferencia radica en el empleo de citas del AT.  En las epístolas aceptadas comúnmente como paulinas, se emplea un grupo de frases más o menos estereotipadas para comenzar las citas del AT, mientras que en Hebreos se usa otro tipo.  Las epístolas muestran que el apóstol también usaba con relativa libertad los pasajes del AT.  Sus citas siguen con frecuencia la LXX, pero a veces presenta lo que evidentemente es su propia traducción del hebreo.  Y en otras ocasiones se satisface con dar una cita aproximada o paráfrasis.  Por contraste, las citas del AT que hay en Hebreos están tomadas casi textualmente de la LXX.
Apreciando el tema en su conjunto, el estilo literario general de Hebreos difiere notablemente del de cualquiera de las epístolas que llevan el nombre de Pablo.  El estilo paulino en éstas tiene la marca inconfundible de vívidos y fervientes pasajes que revelan el torrente impetuoso de los pensamientos del autor, quien no se preocupa por un estilo literario pulido.  Pero Hebreos presenta un tema completamente organizado y mantiene un nivel retórico más elevado que el de cualquier otro libro del NT Esta marcada diferencia de estilo fue observada por los escritores a comienzos del cristianismo, para los cuales el griego koiné era su lengua materna.  Clemente de Alejandría (m. c. 215 d. C., citado por Eusebio en su Historia eclesiástica vi. 14. 23), sugiere que Pablo escribió Hebreos en hebreo y que Lucas lo tradujo al griego.  Esta explicación queda excluida por el hecho de que Hebreos contiene una cantidad de juegos de palabras en griego, que no podían haber sido traducciones de otro idioma.  Pero la afirmación de Clemente es significativa porque implica el reconocimiento de que el griego del libro de los Hebreos no parece ser el griego de los escritos de Pablo.  Orígenes (m. c. 254 d. C.), uno de los eruditos prominentes de la iglesia primitiva, también reconoció la dificultad de armonizar el estilo de Hebreos con el estilo de Pablo.  Su solución era que "las sentencias son del Apóstol, pero la dicción y composición de las palabras son de otro cualquiera que quiso recordar los dichos del Apóstol y cómo reducir a comentario las cosas que había oído del maestro" (citado por Eusebio, Historia eclesiástica vi. 25. 13).
Por medio del descubrimiento de los papiros bíblicos de Chester Beatty, del siglo III (ver t. V, pp. 117-118), se puso de manifiesto alguna probable evidencia en favor de la paternidad literaria paulina de la Epístola a los Hebreos.  En el códice que contiene las epístolas paulinas, Hebreos se halla entre Romanos y 1 Corintios. Aunque este hecho no demuestra la paternidad literaria paulina de Hebreos, es un significativo indicio de que desde muy antiguo en la historia de la iglesia había quienes  creían que Hebreos debía ser incluida como parte de los escritos de Pablo.Este Comentario sostiene que, aunque se han presentado sólidos argumentos contra la paternidad paulina de Hebreos, esas razones no son suficientes para neutralizar la creencia tradicional de que Pablo es el autor.  Una gran parte de la diferencia de tono y estilo de Hebreos, en comparación con las epístolas paulinas conocidas, puede ser explicada razonablemente por el hecho de que esas otras epístolas fueron dirigidas a grupos de iglesias o a individuos para hacer frente a problemas particulares.  Aunque se reconoce que hay ciertas diferencias de estilo literario que no pueden ser explicadas con ese argumento, esas diferencias pueden ser razonablemente explicadas suponiendo que Pablo predicó ciertos sermones sobre el tema del ministerio sacerdotal de Cristo, los cuales fueron escritos.  Como sucede a veces cuando se utiliza un sistema tal, la forma literaria final del ejemplar transcrito puede tener una marcada influencia del que hizo la transcripción.  Es fácil comprender que Pablo no podría haber tenido la oportunidad de redactar esos sermones, pues viajaba incesantemente, y no pasó mucho tiempo antes que sus viajes terminaran con el martirio.
Se acepta generalmente que Hebreos fue escrito antes de la caída de Jerusalén.  El número de dirigentes de la iglesia era muy reducido en los años anteriores al año 70 d. C. ¿Cuál de esos dirigentes podría haber expuesto un tema tan profundo como el que se presenta en el libro de Hebreos?  La persona más posible es, sin duda alguna, Pablo.  Decir que el autor fue un cristiano desconocido de ese temprano período, sólo levanta un nuevo problema: ¿cómo es posible que un cristiano que poseyera el discernimiento teológico necesario y la capacidad lógica suficiente para producir una obra como Hebreos, pudiera haber quedado en el anonimato en un tiempo cuando los dirigentes cristianos eran tan pocos, pero tan completo el registro que se tenía de los mismos?

04

Marco Historico  

 La cuestión que quizá produjo el resquebrajamiento más profundo en la iglesia apostólica fue, sin duda alguna, el tema de la ley ceremonial y su observancia por los cristianos.  El concilio de Jerusalén había liberado a los cristianos de origen gentil de las obligaciones propias de esa ley, pero psicológicamente la gran comunidad cristiana de origen judío, de Palestina, no estaba preparada para participar de esa libertad.  Esos cristianos pensaban, a no dudarlo, que porque eran judíos debían practicar esos ritos.  No se daban cuenta de que para todos, sin excepción, los ritos ceremoniales habían encontrado su cumplimiento en Jesucristo.  Esta situación hizo surgir una malsana tensión en la iglesia, ya que un amplio sector seguía un complicado sistema de vida religiosa ignorado por otro sector.
Pablo y quienes lo acompañaban, comprendían suficientemente bien los ritos mosaicos y las ceremonias para evaluarlos correctamente y darles su debido lugar en el plan de salvación, Pablo conocía la naturaleza transitoria de ese sistema y sabía que ya se había cumplido el período para su abrogación. La iglesia cristiana de origen judío, cuyo centro estaba en Jerusalén, parecía desconocer las calamidades que pronto sobrevendrían a esa ciudad.  Los cristianos de origen judío aún guardaban las fiestas, seguían sacrificando como en años anteriores y continuaban en su celo por la ley ceremonial (ver Hech. 15).  Tenían sólo un vago concepto de la obra de Cristo en el santuario celestial; sabían poco de su ministerio; no comprendían que sus sacrificios eran inútiles debido al gran sacrificio del Calvario.  Esos millares de cristianos judaicos "todos... celosos por la ley" (Hech. 21:20), tendrían que enfrentarse a una crisis cuando fueran destruidos la ciudad y el templo.  Esto evidentemente ocurrió sólo un corto tiempo después de que se escribió la Epístola a los Hebreos (ver t. VI, pp. 89, 109-110). 404
Había llegado el tiempo cuando los ojos de los cristianos de origen judío debían abrirse a las realidades celestiales. Cuando su templo fuera destruido, les sería necesario que su fe se basara en algo seguro y firme que no fallara.  Si su atención pudiera fijarse en el Sumo Sacerdote celestial, en el santuario y en los sacrificios mejores que los de becerros y machos cabríos, no desfallecerían cuando desapareciera el santuario terrenal.  Pero si no tenían esta esperanza, si carecían de una visión del santuario del cielo, se sentirían confundidos y perplejos cuando vieran la destrucción del templo en que tanto habían confiado.  Era importante que los cristianos judíos entendieran estas cosas, no sólo por ellos mismos sino también para beneficio de las iglesias gentiles que estaban en las provincias, entre las cuales serían esparcidos los creyentes de Jerusalén durante la guerra con Roma que era inminente.
Se cree que en esa hora de crisis apareció el libro de Hebreos.  Contenía precisamente la ayuda necesaria: luz acerca del tema del santuario, de Cristo como Sumo Sacerdote, de la sangre "que habla mejor que la de Abel" (cap. 12: 24); del reposo que queda para los hijos de Dios (cap. 4:9); de la bendita esperanza que es "segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo" (cap. 6: 19).

05

Tema 

 El libro de Hebreos consiste esencialmente de una comparación y un contraste entre los símbolos mediante los cuales Dios presentó el plan de salvación a su pueblo escogido en los días del NT, y la realidad del ministerio de Cristo en favor de los pecadores a la luz de la cruz.  Las experiencias del antiguo Israel bajo el sistema simbólico son presentadas como una lección y una advertencia para los cristianos.  Mediante el sistema simbólico y las experiencias de Israel que vivió bajo ese sistema, Pablo procura desarrollar una comprensión y un aprecio más completos por el ministerio de Cristo en las moradas celestiales.  El siguiente análisis de las comparaciones y los contrastes que traza entre los diversos aspectos de los santuarios terrenal y celestial y sus respectivos sacerdocios, bosqueja la forma en que el apóstol desarrolla este tema.

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Anexo  

 La misma carta no proporciona una pista clara para identificar a su autor.  Su familiaridad con la historia hebrea y su percepción acerca del significado de ella (He. 3; 4; 7:1-4, 11), su propio respeto profundo por los héroes de la fe como Abrahán (11:8-19), Moisés (3:1-5; 11:23-29) y Aarón (5:4; 7:11; 9:4), y su conocimiento íntimo de los pactos, del sacerdocio y del sistema ceremonial (cps 7-10), lo señalan como un judío educado y devoto.  Por otra parte, como lo revelan los rasgos literarios de la epístola, también tenía un dominio magistral del griego.  Las referencias reiteradas al ritual del templo como se realizaba en su tiempo (8:4, 5; 9:22; 10:3, 11), implican que la carta fue escrita antes de la caída de Jerusalén y la destrucción del templo en el 70 d.C.  El autor aprecia plenamente el origen divino del sistema religioso judío (5:4; 8:3-5; 9:9; 10:1), pero insiste en que ahora es obsoleto e ineficaz para la salvación (4:9-11; 7:11, 18, 19; 8:6; 9:8-15; 10:1-10).  A través de la epístola exalta a Cristo y supone que sus lectores también lo honran como su Señor y Maestro (1:1-9; 3:1, 6; 6:18-20; 7:22-28; 8:1, 2; 9:11, 12, 15; 10:12, 19-22; 12:2, 24).  De acuerdo con esto, parecería que el autor era un judío de la diáspora, educado en Jerusalén, con un trasfondo cultural griego, que se había convertido al cristianismo y con posterioridad había renunciado al judaísmo como medio efectivo de salvación.  Hasta fines del s IV d.C. había grandes diferencias de opinión sobre la identidad del escritor.  Algunos sostenían que era Pablo, pero muchos favorecían a Bernabé, a Apolo, a Lucas o a Clemente de Roma.  Orígenes, uno de los primeros Padres de la Iglesia (c 184-c 254 d.C.), declaró que sólo Dios conocía la identidad del autor.  Como los primeros cristianos consideraban que un prerrequisito esencial para la admisión de un documento en el canon del NT era haber sido escrito por un apóstol -y como predominaba la incertidumbre sobre quién era el escritor de  Hebreos-, pasaron siglos antes que la carta se aceptara como canónica.  La Iglesia en Occidente permaneció con dudas por mucho tiempo.  Finalmente, cuando la epístola a los Hebreos llegó a ser considerada digna de un lugar entre los libros del NT, Pablo llegó a ser aceptado por la mayoría como su autor; no tanto sobre la base de evidencias objetivas, sino, aparentemente, por una impresión general de que sólo él podía escribirla.  Con la identificación razonablemente completa de los líderes de la iglesia apostólica que dan los diversos escritores del NT, un cristiano judío culto y erudito con una evidente percepción espiritual profunda -lo que evidentemente caracterizó al autor de Hebreos- difícilmente podía permanecer en la oscuridad en un momento cuando los dirigentes cristianos -especialmente los que tenían el punto de vista iluminado de Pablo- eran pocos.  Sólo Pablo parecía calificado para ser el autor de la carta.
La crítica moderna rechaza la autoría paulina, mayormente sobre la base de ciertas diferencias literarias entre Hebreos y las epístolas que se sabe con certeza son de su pluma.  Aunque el vocabulario y el estilo de un autor puede variar al pasar de un tema a otro, tales variaciones se encuentran generalmente en las palabras y expresiones que se relacionan con su tema específico.Pero en Hebreos las palabras y expresiones comunes a todo discurso -preposiciones, conjunciones y adverbios-  difieren sistemáticamente del lenguaje de las epístolas reconocidas como paulinas.  Además, las numerosas y extensa citas del AT en Hebreos son virtualmente literales, tomadas de la LXX, mientras que en las cartas reconocidas como paulinas Pablo a menudo cita directamente del hebreo así como de la LXX, y a veces, aparentemente, da su propia traducción libre.  La fraseología característica con que el autor de Hebreos introduce estas citas también difiere de la que Pablo empleaba comúnmente.  Finalmente, la pulida retórica de  Hebreos y la organización clara y sistemática de su argumento difieren marcadamente del estilo corriente de Pablo, con sus largas digresiones y su razonamiento enredado.
Para resumir el tema de la autoría, el punto de vista expresado en la epístola es característico y singularmente el de Pablo -como lo expresa en sus cartas a los Romanos, a los Gálatas y en otras partes-, pero el estilo no es de él.  Esto sugiere la posibilidad de que el contenido de la epístola haya venido del apóstol guiado por el Espíritu Santo, pero que fuera escrita o editada por un fiel asistente -como Timoteo o Lucas- bajo su supervisión directa.  Para un erudito bíblico conservador, las diferencias mecánicas de estilo son mucho menos impresionantes que la identidad del tema con el punto de vista de Pablo.  Puede faltar la evidencia concluyente, pero la evidencia presuntiva está fuertemente a su favor.

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Ambientacion 

 La carta supone que los lectores a quienes se destinó estaban bien informados con respecto a la historia y la religión judías, estimaban muchísimo a Abrahán, a Moisés y a Aarón, y los pactos, el sacerdocio y los cultos del templo; en otras palabras, que eran judíos.  Que también creían en Cristo como el Mesías, aunque no al punto de abandonar las prácticas rituales judías.  Así, es evidente que Hebreos está dirigida a cristianos  judíos (2:1; 3:12; 4:1, 11; 5:12; 6:6, 10; 7:14; 10:23-25, 29, 34-39) y constituye un llamado para que se vuelvan de la confianza en los ritos y las ceremonias del judaísmo a la fe en Jesucristo como un Salvador plenamente suficiente.  La evidencia interna atestigua que fue escrita originalmente en griego (c 63 d.C.).  Esto, más la comprobación de que la mayoría de las citas del AT son transcripciones literales de la LXX ( traducción griega de uso corriente entre los judíos no palestinos), sugiere que el escritor tenía en mente a los cristianos judíos de la dispersión.

08

Contenido  

 Desarrollando este tema, el autor muestra cómo Cristo es igual al Padre (He.1) y expone el propósito de su misión a la tierra (cp 2).  En los cps 3 y 4 repasa la historia hebrea para mostrar que, a pesar de las bondadosas promesas y la conducción divinas, el pueblo judío no entró en el reposo del alma que Dios quería que tuvieran, y puesto que los judíos como nación nunca habían disfrutado realmente de él, los de corazón leal podían lograrlo si se allegaban con firme confianza al trono de la gracia.  Los cps 5-8 desarrollan el tema de la superioridad del ministerio de Cristo sobre el de Aarón, puesto que éste sólo prefiguraba el de Jesús.  En los cps 9:1-10:22 el autor se refiere a la naturaleza del ministerio de Cristo explicándola en términos de los ritos del santuario terrenal, los que lo simbolizaban.  Cierra esta sección enfatizando la eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, y apelando a sus lectores a aceptar dicho ministerio sacerdotal en su favor.  Luego sigue una aplicación práctica de los principios planteados a la fe y la práctica cristianas (10:23-39).  Los hijos de Dios deben ser fieles así como los grandes héroes espirituales de las edades antiguas en sus días (cps 11:1-12:2).  A pesar de las pruebas, la persecución, las tentaciones y las vicisitudes de la vida diaria, los creyentes han de vivir en forma digna de su elevada vocación en Cristo Jesús (12:3-13:17).  La epístola concluye con una bendición y saludos personales (13:18-25; véase CBA 6:109, 110; 7:401-408).

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Anexo 

 La misma carta no proporciona una pista clara para identificar a su autor.  Su familiaridad con la historia hebrea y su percepción acerca del significado de ella (He. 3; 4; 7:1-4, 11), su propio respeto profundo por los héroes de la fe como Abrahán (11:8-19), Moisés (3:1-5; 11:23-29) y Aarón (5:4; 7:11; 9:4), y su conocimiento íntimo de los pactos, del sacerdocio y del sistema ceremonial (cps 7-10), lo señalan como un judío educado y devoto.  Por otra parte, como lo revelan los rasgos literarios de la epístola, también tenía un dominio magistral del griego.  Las referencias reiteradas al ritual del templo como se realizaba en su tiempo (8:4, 5; 9:22; 10:3, 11), implican que la carta fue escrita antes de la caída de Jerusalén y la destrucción del templo en el 70 d.C.  El autor aprecia plenamente el origen divino del sistema religioso judío (5:4; 8:3-5; 9:9; 10:1), pero insiste en que ahora es obsoleto e ineficaz para la salvación (4:9-11; 7:11, 18, 19; 8:6; 9:8-15; 10:1-10).  A través de la epístola exalta a Cristo y supone que sus lectores también lo honran como su Señor y Maestro (1:1-9; 3:1, 6; 6:18-20; 7:22-28; 8:1, 2; 9:11, 12, 15; 10:12, 19-22; 12:2, 24).  De acuerdo con esto, parecería que el autor era un judío de la diáspora, educado en Jerusalén, con un trasfondo cultural griego, que se había convertido al cristianismo y con posterioridad había renunciado al judaísmo como medio efectivo de salvación.  Hasta fines del s IV d.C. había grandes diferencias de opinión sobre la identidad del escritor.  Algunos sostenían que era Pablo, pero muchos favorecían a Bernabé, a Apolo, a Lucas o a Clemente de Roma.  Orígenes, uno de los primeros Padres de la Iglesia (c 184-c 254 d.C.), declaró que sólo Dios conocía la identidad del autor.  Como los primeros cristianos consideraban que un prerrequisito esencial para la admisión de un documento en el canon del NT era haber sido escrito por un apóstol -y como predominaba la incertidumbre sobre quién era el escritor de  Hebreos-, pasaron siglos antes que la carta se aceptara como canónica.  La Iglesia en Occidente permaneció con dudas por mucho tiempo.  Finalmente, cuando la epístola a los Hebreos llegó a ser considerada digna de un lugar entre los libros del NT, Pablo llegó a ser aceptado por la mayoría como su autor; no tanto sobre la base de evidencias objetivas, sino, aparentemente, por una impresión general de que sólo él podía escribirla.  Con la identificación razonablemente completa de los líderes de la iglesia apostólica que dan los diversos escritores del NT, un cristiano judío culto y erudito con una evidente percepción espiritual profunda -lo que evidentemente caracterizó al autor de Hebreos- difícilmente podía permanecer en la oscuridad en un momento cuando los dirigentes cristianos -especialmente los que tenían el punto de vista iluminado de Pablo- eran pocos.  Sólo Pablo parecía calificado para ser el autor de la carta.La crítica moderna rechaza la autoría paulina, mayormente sobre la base de ciertas diferencias literarias entre Hebreos y las epístolas que se sabe con certeza son de su pluma.  Aunque el vocabulario y el estilo de un autor puede variar al pasar de un tema a otro, tales variaciones se encuentran generalmente en las palabras y expresiones que se relacionan con su tema específico.  Pero en Hebreos las palabras y expresiones comunes a todo discurso -preposiciones, conjunciones y adverbios-  difieren sistemáticamente del lenguaje de las epístolas reconocidas como paulinas.  Además, las numerosas y extensa citas del AT en Hebreos son virtualmente literales, tomadas de la LXX, mientras que en las cartas reconocidas como paulinas Pablo a menudo cita directamente del hebreo así como de la LXX, y a veces, aparentemente, da su propia traducción libre.  La fraseología característica con que el autor de Hebreos introduce estas citas también difiere de la que Pablo empleaba comúnmente.  Finalmente, la pulida retórica de  Hebreos y la organización clara y sistemática de su argumento difieren marcadamente del estilo corriente de Pablo, con sus largas digresiones y su razonamiento enredado.
Para resumir el tema de la autoría, el punto de vista expresado en la epístola es característico y singularmente el de Pablo -como lo expresa en sus cartas a los Romanos, a los Gálatas y en otras partes-, pero el estilo no es de él.  Esto sugiere la posibilidad de que el contenido de la epístola haya venido del apóstol guiado por el Espíritu Santo, pero que fuera escrita o editada por un fiel asistente -como Timoteo o Lucas- bajo su supervisión directa.  Para un erudito bíblico conservador, las diferencias mecánicas de estilo son mucho menos impresionantes que la identidad del tema con el punto de vista de Pablo.  Puede faltar la evidencia concluyente, pero la evidencia presuntiva está fuertemente a su favor.

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Bosquejo 

 I. El puesto supremo y la suprema autoridad de Jesucristo, 1:1 a 2:18.

 A. Su igualdad con el Padre, 1:1-3.
 B. Su superioridad sobre los ángeles, 1:4-14.
 C. La importancia de aceptar la salvación que proporciona Cristo, 2:1-4.
 D. El propósito de la encarnación de Cristo, 2:5-18.
  1. El elevado destino de la raza humana, 2:5-8.
  2. La posibilidad de la salvación debido a la encarnación, 2:9- 18

II. El "reposo" que queda para el pueblo de Dios, 3:1 a 4:16. 

 A. La fidelidad de Cristo, nuestro apóstol  y sumo sacerdote, 3:1-6. 
 B. El fracaso del antiguo Israel al no entrar en el "reposo" de Dios, 3:7- 19.
  1. Una exhortación a la fidelidad nuestra, 3:7-15.
  2. lncredulidad: la causa del fracaso de Israel, 3:16-19.
 C. Una exhortación a entrar en el "reposo" de Dios mediante la fe en Cristo, 4:1-16.
  1. Prueba de que permanece la promesa del "reposo", 4: 1-11.
  2. Una admonición a encontrar ese "reposo" en Cristo, 4:12-16.

III. La suprema condición de Cristo como sumo sacerdote, 5:1 a 8:13.

 A. Cristo constituido sumo sacerdote por el Padre, 5:1-10.
  1. La función de un sumo sacerdote, 5:1-3.
  2. La designación de Cristo, 5:4-6.
  3. La preparación de Cristo para servir como sumo sacerdote, 5:7-10.
 B. Exhortación a aceptar a Cristo como sumo sacerdote, 5: 11 a 6:20.
  1. La lentitud de muchos para comprender el papel de Cristo com
  sumo sacerdote, 5:11-14.
  2. La confianza del autor de que sus lectores crecerán en
   entendimiento, 6:1-12.
  3. La certeza de la esperanza cristiana, 6:13-20.
 C. Cristo como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, 7:1-28.
  1. La elevada posición de Melquisedec, 7:1-4.
  2. El sacerdocio de Melquisedec anterior y superior al aarónico, 7:5-11.
  3. El sacerdocio aarónico reemplazado por el de Cristo, 7:12-24.
  4. La eficacia y permanencia del sacerdocio de Cristo, 7:25-28.
 D. Cristo como sumo sacerdote del santuario celestial, 8:1-5.
 E. El nuevo pacto, bajo el cual Cristo es el sumo sacerdote, 8:6-13.

IV. El ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote, 9:1 a 10:22.

 A. Una descripción del santuario terrenal y sus servicios, 9:1-7.
 B. El significado simbólico del santuario terrenal, 9:8-14.
 C. Cristo como mediador del nuevo pacto, 9:15-28.
  1. Ratificación del antiguo pacto y dedicación de su santuario
  mediante sangre, 9:15-22.
  2. La sangre de Cristo da eficacia al nuevo pacto, 9:23-28.
 D. El sacrificio de Cristo superior al sacrificio de animales, 10: 1-22.
  1. La ineficacia de sacrificios de animales, 10: 1-4.
  2. La eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, 10:5-18.
  3. La exhortación a aceptar el ministerio sacerdotal de Cristo, 10: 19-22.

V. Una exhortación a la fidelidad y a la vida piadosa, 10:23 a 13:17.
 
A. En vista del día del juicio y de la venida de Cristo, 10:23-39.
 B. En vista del fiel ejemplo de ilustres personajes antiguos, 11: 1 a 12:2.
 C. A pesar de las pruebas y las persecuciones, 12:3-13.
 D. A pesar de las tentaciones, 12:14-29.
 E. Respecto a situaciones específicas de la vida diaria, 13:1-17.

VI. Bendición apostólica y saludo personal, 13:18-25


   

Fuente: Diccionario y Comentario Biblico Adventista del Septimo Dia

 


 
 
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