En hebreo el libro recibe su título del nombre de su autor, Yejezqe'l, que significa: "A quien Dios fortalecerá". Este nombre, como el de muchos otros de los santos de la antigüedad, correspondía muy bien con la vida y obra de quien lo llevaba.
En la RVR; así como en hebreo, el libro ocupa el tercer lugar entre los escritos de los cuatro profetas mayores. Esta es ciertamente su ubicación cronológica verdadera, porque coloca el libro entre dos grandes contemporáneos de Ezequiel. Entre esos profetas, Jeremías empezó sus profecías mucho antes, y Daniel siguió con sus profecías mucho después.
02
Paternidad Literaria
Hasta años recientes la autenticidad y canonicidad del libro de Ezequiel no había sido objeto de serios ataques. Sin embargo, los eruditos conservadores, así como muchos de la escuela más rigurosamente crítica, aún mantienen la posición tradicional de que Ezequiel mismo fue el autor de la compilación de los pronunciamientos proféticos que ahora lleva su nombre.
No se conoce nada de la historia personal del profeta, salvo lo que puede conocerse por el mismo libro y por las circunstancias de los tiempos en que vivió el autor. No se lo menciona en ningún otro libro del AT, y sus escritos nunca son citados directamente en el NT la excepción, quizá, de (2 Cor. 6: 17), aunque existen muchas alusiones a sus símbolos, especialmente en el Apocalipsis. Fuera de la Biblia sólo es mencionado por Josefo (Antigüedades x. 5. 1; 6. 3; 7. 2; 8. 2), y por Jesús hijo de Sirac (Ecco. 49: , aunque ninguno de los dos añade ningún detalle de importancia.
Ezequiel se llama a sí mismo "sacerdote, Ezequiel hijo de Buz" (cap. 1: 3). Nada se sabe de Buz. El hecho de que Ezequiel fuera incluido entre "todos los príncipes, y.. todos los hombres valientes" (2 Rey. 24: 14) que fueron llevados al cautiverio junto con Joaquín (597 a.C.; ver com. Eze. 1: 2), indica que quizá fue miembro de la aristocracia de Jerusalén.
No se sabe con exactitud la edad de Ezequiel cuando fue llevado cautivo. Algunos sugieren que "el año treinta" del cap. 1: 1 podría referirse al trigésimo año de su vida. De ser así, habría tenido 25 años en el tiempo de su exilio. Según Josefo, el profeta era entonces joven (Op. cit. x. 6. 3). Parece deducirse que era por lo menos relativamente joven en ese tiempo, porque tina de sus profecías data de 27 años más tarde, o sea en 570 ó 571 (ver com. cap. 29:17), e indudablemente ejerció su oficio por algún tiempo más. Ver el cuadro cronológico de las profecías de Ezequiel en la p. 602.
A diferencia de Jeremías, que se quedó soltero (Jer. 16: 2), Ezequiel tuvo una esposa a quien quería como el deleite de sus ojos (Eze. 24: 16). Ella murió repentinamente en el noveno año del cautiverio (cap. 24: 1; ver com. cap. 1: 2), y dejó al profeta solo ante las grandes pruebas de su oficio profético.
03
Marco Historico
Ezequiel comenzó su profecía en el 5.11 año del cautiverio de Joaquín (cap. 1:2), 593/92 a. C. (ver t. III, PP. 95-96). El reino norte de Israel había desaparecido hacía más de 100 años, y se aproximaba rápidamente la caída de Judá. Ya había empezado el cautiverio babilónico cuando, en el 3er año de Joacim (605 a. C.), Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra Jerusalén (Dan. 1: 1). No se sabe cuántos cautivos fueron llevados en esa ocasión. Entre ellos había algunos "del linaje de los príncipes" (Dan. 1: 3; cf. 2 Rey. 24: 1).
Después de 11 años de reinado, Joacim llegó a un fin ignominioso, y lo sucedió en el trono su hijo Joaquín (597 a. C., ver com. 2 Rey, 24: 1). Después de un reinado de sólo tres meses, fue llevado cautivo a Babilonia, junto con 10.000 de los principales de su pueblo, incluso Ezequiel (2 Rey. 24:12-16; Eze. 1: 1-2; 33: 21).
El sucesor de Joaquín, Sedequías, no fue mejor que sus predecesores. En el 11.º año de su reinado (586 a. C.) ocurrió la caída final de Judá (2 Rey. 25: 1-11). El residuo del pueblo fue llevado cautivo, el templo fue quemado y, Jerusalén destruida. Sólo unos pocos de "los pobres de la tierra" fueron dejados para que labrasen las viñas y la tierra (2 Rey. 25: 12).
Tales fueron los tiempos turbulentos en que Ezequiel, siendo todavía joven, fue llamado al oficio profético. La perspectiva no era nada halagüeña. El castigo que ya había caído sobre Jerusalén, en vez de hacer que recapacitaran los habitantes de Judá, pareció sólo sumergirlos más profundamente en la apostasía y el vicio. Tampoco quisieron someterse a la "disciplina" (Heb. 12: 11) los exiliados junto al río de Quebar. Ellos también continuaron siendo rebeldes e idólatras (Eze. 2: 3; 20: 39), y revelaron estar poco dispuestos a practicar una reforma completa.
04
Tema 1
Los mensajes del libro de Ezequiel aclaran el propósito de Dios para con su pueblo en el trance amargo del cautiverio babilónico. Durante siglos los profetas habían aconsejado y amonestado a Israel, y sin embargo la nación se había sumergido cada vez más en la apostasía. Al fin resultó evidente que el pueblo escogido jamás alcanzaría las metas que Dios le había propuesto como nación (ver PP. 31 34), a menos que se emplearan medidas drásticas para enseñarle las lecciones de la obediencia y la cooperación con Dios. Por lo tanto, se le permitió que aprendiera en medio de la adversidad las lecciones que había rehusado aprender durante los tiempos de prosperidad (ver p. 33).
Aunque parezca extraño, fueron los gobernantes de Israel los que, por precepto y ejemplo, llevaron al pueblo a la apostasía (Isa. 3: 12; 9: 16; Eze. 34: 2-19). Evidentemente, al principio Dios tenía el propósito de que sólo los gobernantes fuesen llevados al cautiverio (Dan. 1: 3-4). La gran mayoría del pueblo había de quedar en Judea, esperando allí el regreso de un grupo de escarmentados gobernantes para que los guiaran en los caminos de Dios. Si los judíos hubieseis estado dispuestos a someterse a Nabucodonosor, como lo quería Dios (Jer. 27: 1-22), la ciudad de Jerusalén y su magnífico templo habrían quedado intactos (Jer. 17: 25, 27; 38: 17), y el siglo de demora, dificultades, y desánimos que afrontaron los exilados a su regreso de Babilonia se hubiera evitado. Pero la terca resistencia de Israel (Jer. 28: 1-14) hizo que su copa de sufrimiento fuera cada vez más amarga, y originó una segunda y una tercera deportación en los años 597 y 586 a. C., respectivamente. "Los yugos de madera" fueron reemplazados por "yugos de hierro" (Jer. 28: 13-14).
Pero aun en el cautiverio la injusticia divina fue atemperada con misericordia. Dios vino a su pueblo como maestro, para impresionarlo con la necedad de la desobediencia y lo deseable de cooperar con él, y no como un juez severo para castigarlo. Los trances amargos del cautiverio no fueron tanto retribuidos en su naturaleza, como correctivos. Los profetas Jeremías, Ezequiel y Daniel fueron comisionados para que revelaran el propósito del cielo a los hombres y para que lograran su cooperación con ese propósito. Jeremías fue enviado a los judíos que quedaron en Judea, mientras Ezequiel llevaba a cabo una misión semejante entre los que ya habían ido al cautiverio. Daniel fue embajador del cielo en la corte de Nabucodonosor, para que el monarca conociera la voluntad divina y cooperara con ella. Los fuegos del sufrimiento no habían de arder con más intensidad de la necesaria, para eliminar la escoria. Para una consideración detallada del papel de Daniel en relación con el cautiverio, véase la Introducción del comentario al libro de Daniel. En cuanto al abarcante propósito divino para Israel durante el cautiverio, ver las PP. 31-34; cf. com. Dan. 4: 17.
05
Tema 2
El libro de Ezequiel se compone de dos partes distintas. En la primera, caps. 1: 1 a 33: 20, se registran los mensajes dados por Ezequiel a los cautivos cerca del río Quebar, en las proximidades de Babilonia, en su mayor parte antes de la caída de Jerusalén en 586 a. C. La segunda, caps. 33: 21 a 48: 35, anticipa la terminación del cautiverio, y tenía el propósito de infundir esperanza debido a esa restauración. Dios tenía la intención de exhortar vivamente por medio de Ezequiel al Israel del cautiverio, para que aceptara finalmente el plan divino para él. Una exhortación tal resultaba muy apropiada ante los nuevos acontecimientos históricos. El plan del libro corresponde con un estilo evangélico característico. Varios mensajes se dedican a señalar los pecados del pueblo. El propósito era doble: en primer lugar, lograr que el pueblo se arrepintiera verdaderamente; y en segundo lugar, revelar la necesidad de la ayuda divina para la obediencia futura prometida en el nuevo pacto. Los israelitas tenían una imagen deformada del carácter de Dios y de su plan con su pueblo, debido, por una parte, a su ignorancia; y por la otra, a causa de la instrucción pervertida de los sacerdotes corruptos, de los falsos profetas y los gobernantes apóstatas. Esa impresión errónea era la que procuraba corregir Ezequiel. Esperaba que un nuevo concepto de Dios fuera la fuerza impelente para llevar a cabo la reforma necesaria y para conseguir que el pueblo aceptara su excelso destino. Les rogaba que aceptaran el exilio y abandonaran su falsa esperanza de que Jerusalén podría resistir sin ser tomada. Les rogaba que permitieran que el cautiverio ejerciera sobre ellos su efecto saludable. Culminó su súplica con descripciones repetidas y detalladas de la gloria futura que vendría como resultado de su aceptación de las condiciones divinas. ¡Cuán diferente habría sido la historia de Israel si hubiera aceptado el vehemente ruego del profeta!
06
Ambientacion
El autor es el profeta Ezequiel. Por el tiempo del cautiverio babilónico habían pasado más de 8 siglos desde que se había hecho el pacto formal junto al 434 monte Sinaí: Israel como nación había aceptado la invitación de Dios de ser su pueblo escogido, y se había comprometido a obedecerle como su gobernante teocrático. Era el propósito de Dios, por estricta obediencia a sus mandatos sabios y justos, que el pueblo judío reflejara el carácter de su Señor y recibiese las bendiciones espirituales y materiales que testimoniarían a las naciones de la tierra de la superioridad de la adoración y del servicio al Dios verdadero por sobre los falsos dioses. Pero la apostasía continua y creciente finalmente dejó en claro que sólo con medidas muy severas podía la nación judía descubrir y comprender su elevada misión. El pueblo había olvidado que ocupaba la tierra prometida sólo en virtud del pacto con Dios, y que la apostasía significaba la pérdida de ese derecho. En armonía con esto, Dios los envió al cautiverio para que en circunstancias adversas aprendieran la lección que no habían aprovechado en tiempos de prosperidad: que debían aceptar las responsabilidades de la relación del convenio si querían gozar de sus privilegios. Dios tenía el propósito de que sólo los líderes de Israel -los principales culpables- fueran enviados al exilio (Is. 3:12; 9:16; Ez. 34:2-19; Dn. 1:3, 4), pero que la gran mayoría de la gente permaneciera en su patria, esperando el regreso de los líderes castigados. Para que el pueblo pudiera comprender el propósito divino y cooperar con él en el cautiverio, Dios envió al profeta Jeremías para instruir a los que quedaba atrás, y comisionó a Ezequiel para ser su portavoz a los exiliados en Babilonia. Simultáneamente, Dios envió a Daniel como su embajador a la corte de Babilonia para conseguir la cooperación de Nabucodonosor con los planes divinos.
Como cuenta él mismo, Ezequiel estaba "en medio de los cautivos junto al río Quebar" (Ez. 1:1), probablemente en Tel-abib (3:15), después de ser transportado a Babilonia con el 2º contingente de exiliados en ocasión de la cautividad de Joaquín (597 a.C.; fecha que se utiliza como punto de partida de las numerosas indicaciones cronológicas registradas en el libro; 1:2). Aparentemente, los exiliados en Tel-abib podían administrar sus propios asuntos locasles mediante un grupo de "ancianos" (8:1; 14:1; 20:1, 3), y se les permitía comunicarse con los líderes que permanecían en Jerusalén (Jer. 29:1, 24-29). En conjunto, sin duda los exiliados llevaban una vida social y económica razonablemente normal (vs 5-10, 28).Ezequiel fue llamado a la tarea profética a mediados del verano del 593/92 a.C. (Ez. 1:2). Mientras otros profetas se habían conformado con fechar sus mensajes con la sola indicación del rey que gobernaba mientras escribían, Ezequiel y Jeremías a menudo proporcionan información cronológica casi completa -pues indican día, mes y muchas veces año-, de modo que es posible correlacionarlos con acontecimientos históricos específicos. Esto nos ayuda mucho a comprender la importancia de los mensajes sucesivos, ya que cada uno de ellos está fechado. El ministerio de Ezequiel, por lo menos en lo relacionado con sus palabras registradas, parece haberse concentrado mayormente dentro de los 7 años que precedieron inmediatamente a la destrucción de Jerusalén y del templo (586 a.C.) y en los pocos meses que siguieron a ese hecho; por tanto, su ministerio se extendió por lo menos hasta unos 15 años más (571/70 a.C.).
Por el tiempo en que Ezequiel recibió el llamado para ser profeta en Babilonia, el rey Sedequías en Jerusalén estaba recibiendo enviados de las naciones vecinas que querían formar una alianza para rebelarse contra los babilonios y escapar de su yugo (Jer. 27:2, 3). Jeremías advirtió que los yugos de madera que ellos se proponían quebrar serían reemplazados por los de hierro (28:10, 12). Entre los falsos profetas que había en Jerusalén, algunos predecían el fin de la cautividad y el regreso de los cautivos "dentro de dos años" (vs 3, 4, 11). Los judíos en Babilonia aparentemente compartían la expectativa de un cautiverio breve (29:28). Fueron estas circunstancias las que condujeron a Jeremías a aconsejar la sumisión al plan de Dios de un cautiverio prolongado (27:4-17; 29:5-13, 28) y constituyen el telón de fondo de los mensajes de Ezequiel registrados en Ez. 1-23. Por otra parte, Jer. 24-33 trata más particularmente con el sitio de Jerusalén y su caída (586 a.C.). Véase Profeta (II).
07
Anexo
Si hubiera que ponerle un título al libro, adecuado a su contenido, tal vez ninguno sería mejor que "Cautividad y restauración", ya que estos temas son los 2 centros alrededor de los cuales se agrupan los mensajes. Los cps 1-33 se ocupan del 1º, y los cps 34-48 tratan del 2º, la llegada de noticias de la caída de Jerusalén (33:21) divide al libro lógicamente en 2 partes. El tema que reaparece continuamente y liga las 2 secciones es: "Y sabréis que yo soy Jehová" (6:7; 7:4; etc.). Esta expresión o su equivalente aparece más de 60 veces, y destaca la causa fundamental del fracaso de Israel hasta entonces: no comprender ni apreciar el carácter justo de Dios o el elevado propósito y destino al que la relación de pacto los hubiera llevado como nación. Los 435 mensajes que entregó Ezequiel, antes de la llegada de la noticia de la caída de Jerusalén, estaban destinados a asegurar la cooperación de los exiliados con los planes de Dios para el cautiverio, quienes debían someterse a Nabucodonosor por un período de 70 años (Jer. 25:12; 29:10).
Con un espíritu de optimismo injustificable, los judíos creyeron ciegamente que Dios no permitiría que esta calamidad les ocurriera (Jer. 7:4; 17:15; 26:8, 9; Ez. 11:3, 15; etc.), pero tanto Jeremías (26:6) como Ezequiel (11:5-11) procuraron destruir esta vana esperanza. Cuando la destrucción de la ciudad y del templo finalmente acabaron con ella, el pueblo se abandonó a la desesperación temiendo, quizá, que la cautividad sería permanente y que su nación nunca sería restaurada. Con su orgullo nacional totalmente humillado, la gente necesitaba palabras de ánimo, con el fin de que la pérdida de su esperanza no los incapacitara para aprender la gran lección del cautiverio y responder al llamado a regresar y reconstruir Jerusalén, que llegaría oportunamente. Dios envió esas palabras de ánimo mediante el profeta Jeremías a los judíos que permanecían en Jerusalén (Jer. 31:27-33:26), y por medio de Ezequiel a los exiliados en Babilonia (Ez. 34-48). Aquí se debe recordar que Ezequiel describe a los exiliados los planes de Dios para el retorno y la restauración de las 12 tribus, planes que se centraban en la ciudad y el templo a los cuales vendría el Príncipe mesiánico. Sin embargo, por causa de su infidelidad, los judíos que retornaron no realizaron lo que Ezequiel había visualizado en visión.
08
Contenido
La misteriosa visión del trono de Dios y de la "rueda en medio de rueda" (Ez. 1:26, 16) que acompañó al llamamiento de Ezequiel al trabajo profético, estaba destinada a impresionar al profeta con la grandeza y la majestad de Dios (cf Is. 6:1-8). Valerosamente debía proclamar las palabras que Dios le diera para hablar (Ez. 2:3-8), sin desalentarse por la falta de percepción de la gente y la dureza de su corazón (3:1-11). Llegó no sólo a ser el portavoz de Dios (Ez. 2:8-3:1), sino su atalaya sobre la casa de lsrael (3:15-21). Como evidencia del papel de Ezequiel como portavoz y atalaya, Dios lo afligió con mudez y le dio la capacidad de hablar sólo cuando le ordenaba que comunicara la palabra divina (vs 26, 27). Esta experiencia le sirvió también como testimonio al pueblo de que Dios realmente hablaba por medio del profeta. Con la llegada de la noticia de la caída de Jerusalén, su lengua fue desatada (33:21, 22).
El 1er mensaje de Ezequiel (Ez. 4-7) anuncia lo inevitable de la toma de Jerusalén. Debía dramatizar el sitio en forma de pantomima para impresionar a los exiliados (4:1-8) y describir los sufrimientos de su pueblo durante ese tiempo (4:9-6:7); sin embargo, un remanente escaparía (6:8-14). Pero "el fin viene" (cp 7); lo que por siglos se había anunciado se cumpliría sin más demora. El 2º mensaje (cps 8-19) describe en gruesos trazos la razón de la cautividad, en particular la del inminente golpe del 586 a.C. que pondría en ruinas a Jerusalén: la apostasía absoluta de Israel. El cp 8 pinta un cuadro vívido de cómo los sagrados recintos del templo estaban en ese mismo momento prostituidos en diversas formas de culto pagano, y la visión del hombre con el tintero del cp 9 anuncia el fin del período de prueba de la ciudad. Las brasas de fuego esparcidas sobre la ciudad (10:2) recalcan la misma idea, que se ve confirmada por una repetición de la visión del cp 1, enfatizando así que lo que está a punto de ocurrir es la voluntad divina (10:3-22). En el cp 11 Ezequiel ve la obstinada oposición del pueblo de Jerusalén a la idea de que la ciudad caería. Por el gráfico acto de mudar sus posesiones familiares (12:1-7) refuerza la proclama divina con respecto a la suerte de la ciudad (vs 8-20) y declara que Dios ya no postergará el cumplimiento de su palabra (vs 21-28).
Ezequiel entonces advierte en contra de las palabras de los falsos profetas (cp 13), y cuando los ancianos vienen para acallarlo, valerosamente proclama los pecados de ellos y repite la advertencia de castigo (cps 14 y 15). Mediante una alegoría plantea los continuos esfuerzos de Dios para exaltar a Israel, y su persistente apostasía (cp 16). El fracaso de los dirigentes contemporáneos ha vuelto inevitable la caída de Jerusalén (cp 17), y ellos no pueden escapar de la responsabilidad echando la culpa de sus males a los pecados de sus padres (cps 18 y 19). El 3er mensaje (cps 20-23) cubre generalmente el mismo tema que el 2º, y cierra con otra prolongada alegoría que señala la apostasía de Israel. El 4º mensaje (cp 24; posiblemente también el 25) anuncia el comienzo del sitio, y la destrucción del templo es gráficamente presentada por la muerte de la esposa del profeta, el "deleite" de sus ojos (así como el templo era el "deleite" de cada judío). En el cp 25 Ezequiel levanta su voz contra las naciones vecinas por aprovecharse de los judíos en su hora de necesidad. La siguiente sección (cps 26-32) es una serie de consejos y advertencias dados en diversas ocasiones, en los que Dios declara su propósito 436 de juzgar a las naciones vecinas, así como a Israel, especialmente a la ciudad fenicia de Tiro y a Egipto. El cp 33 contiene mayormente mensajes dirigidos al profeta, repitiendo su condición de centinela sobre Israel, aunque en los vs 21 y 22 se relata el incidente (fechado 2 meses antes que el cp 32) de la llegada de las noticias de la caída de Jerusalén.
La 2ª parte del libro (cps 34-48) expone diversos aspectos de la restauración de la cautividad, Dios regresará a su pueblo a su tierra y formalizará un nuevo pacto con ellos (cp 34). El triunfo de Israel irá acompañado por la desolación de sus enemigos (cp 35). Dios dará a su pueblo un nuevo corazón, para obedecerle, y los hará mejores que nunca antes (cp 36). La nación se restablecerá y los 2 reinos, Judá y José (las 10 tribus), se volverán a unir bajo la casa de David (cp 37). Todos sus enemigos serán destruidos (cps 38 y 39). El templo será reconstruido, más amplio y glorioso que nunca (cps 40-42). El Señor volverá a morar entre su pueblo, y el servicio sacerdotal se restablecerá (cps 43 y 44). La tierra será redistribuida (cp 45) y "el príncipe" (Mesías) entrará y saldrá entre ellos (cp 46). Del templo surgirá una corriente sanadora que restaurará la tierra entera a la belleza edénica, mostrando así la extensión de la soberanía de Dios sobre el planeta (cp 47). Por último se describe la ciudad y se la nombra Jehová-sama, "Jehová allí" (cp 48; véase CBA 4: 597-602).
09
Bosquejo
I. Profecías de castigo para Israel, 1: 1 a 24:27.
A. Primera sección, 1: 1 a 7:27 (5." año, 4.1 mes, 5.1 día).
1. Ezequiel es llamado, 1: 1 a 3: 11.
a. La visión de la gloria de Dios, 1: 1-28.
b. La misión divina para el profeta, 2: 1 a 3: 11.
2. El comienzo de la actividad profético, 3:12 a 7:27.
a. La vacilación en el Quebar, 3: 12-16.
b. La vacilación reprendida, 3: 17-27.
c. El sitio de Jerusalén descrito simbólicamente, 4: 1-17.
d. Las cuatro señales y su interpretación, 5: 1-17.
e. Los montes de Israel reprendidos, 6: 1-14.
f. El asolamiento de Israel predicho, 7: 1-27.
B. Segunda sección, 8: 1 a 19:14 (6.º año, 6.º mes, 5.º día).
1. Una serie de visiones mientras estaba en el Espíritu, en Jerusalén, 8:1 a
11:25.
a. Las abominaciones en el templo, 8: 1-18.
b. El castigo, 9: 1-11.
c. La reaparición de la visión de los seres vivientes, 10: 1-22.
d. Los dirigentes del pueblo reprendidos, 11: 1-25.
2. Dos señales simbólicas, 12: 1-20.
a. Un símbolo del intento de fuga y la captura de Sedequías 12: 1-26.
b. Símbolos de los terrores del sitio, 12: 17-20.
3. Discursos que revelaban la causa e inminencia de los castigos
anunciados, 12: 21 a 14: 23.
a. La certidumbre del rápido cumplimiento, 12: 21-28.
b. El discurso contra los falsos profetas y profetisas, 13: 1-23.
c. El testimonio contra los buscadores idólatras de oráculos, 14: 1-23.
4. Varias parábolas y varios símbolos, 15: 1 a 19: 14.
a. La madera de la vid, 15: 1-8.
b. La niñita miserable y la vid adúltera, 16:1-63.
c. Las dos águilas y la viña, 17: 1-24.
d. Las uvas agrias, 18: 1-32.
e. Los leoncillos de la leona, 19: 1-9.
f. La vid secada, 19: 10-14.
C. Tercera sección, 20: 1 a 23: 49 (7.º año, 5.º mes, 10.º día).
1. Narración de las rebeliones de Israel, 20: 1-49.
2. Varias descripciones de castigos amenazantes, 21: 1-32.
a. La espada contra Jerusalén, 21: 1-7.
b. La espada afilada y pulida para la matanza, 21: 8-17.
c. La adivinación del rey de Babilonia, 21: 18-27.
d. La espada contra Amón, 21: 28-32.
3. Enumeración de los pecados de Jerusalén y la destrucción resultante,
22: 1-31. 601
a. Las abominaciones de los príncipes y del pueblo, 22: 1-16.
b. La suerte terrible de Jerusalén, 22: 17-22.
c. La falta de un solo intercesor, 22: 23-31.
4. La historia de la apostasía en una parábola, 22: 1-49.
D. Cuarta sección, 24: 1-27 (9.º año, 10.º mes, 10.º día).
1. Visión de la olla hirviente, 24: 1-14.
2. Muerte de la esposa de Ezequiel, 24: 15-27.
II. Profecía del castigo de naciones extranjeras, 25: 1 a 32: 32.
A. Primera sección, 25: 1 a 28: 26, fecha no especificada, pero quizá siga al
mensaje presentado bajo "D".
1. Una serie de profecías concernientes a los vecinos próximos a Israel,
25: 1-17.
a. Contra los amonitas, 25: 1-7.
b. Contra los moabitas, 25: 8-11.
c. Contra los edomitas, 25: 12-14.
d. Contra los filisteos, 25: 15-17.
2. Una serie de profecías concernientes a Tiro, 26: 1 a 28: 19.
a. Su caída predicha, 26: 1-21.
b. Lamentación sobre Tiro, 27: 1-36.
c. Lamento por su príncipe, 28: 1-10.
d. Origen, historia y destino de Satanás, presentados bajo el símbolo
del rey de Tiro, 28: 11 - 19.
3. Una profecía contra Sidón, 28: 20-26.
B. Segunda sección, 29: 1 a 32: 32 (varias fechas), profecías concernientes a
Egipto.
1. Primera división (10.º año, 10.º mes, 12.º día).
a. Castigo de Faraón, 29:1-7.
b. Asolamiento de la tierra de Egipto, 29:8-12.
c. Promesa de un regreso del cautiverio, 29:13-16.
2. Segunda división (27.º año, Jer mes, Jer día del mes [interpolada aquí para
completar la predicción sobre Egipto]).
a. Egipto sería entregado a Nabucodonosor como su salario,
29: 17-20.
b. Restauración de Israel, 29: 21.
3. Tercera división (ninguna fecha, quizá la misma del grupo a): Egipto y sus
auxiliares deberían caer, 30:1-19.
4. Cuarta división (11.º año, Jer mes, 7.º día: Babilonia fortalecida contra
Egipto, 30:20-26.
5. Quinta división (11.º año, 3er mes, Jer día): La gloria y la caída de Egipto
corren paralelamente con las de Asiria, 31:1-18.
6. Sexta división (12.º año, 12.º mes, Jer día): Lamentaciones por Egipto,
32: 1-16.
7. Séptima división (12.º año, 15.º día): Egipto ha de tomar su lugar entre
otras naciones caídas, 32: 17-32.
III. Profecías de misericordia concernientes a Israel, 33: 1 a 48: 35.
A. Primera sección, 33: 1 a 39: 29 (12.º año, 10.º mes, 5.º día).
1. La misión de Ezequiel renovada, 33: 1-20.
2. La llegada de noticias de la caída de Jerusalén, 33: 21-33.
3. Los pastores de Israel reprendidos, 34: 1-31.
4. Una profecía contra Edom, 35: 1-15.
5. Los montes de Israel consolados, 36: 1-38. 602
a. Israel desolado debería ser reedificado, 36: 1-15.
b. Un reavivamiento espiritual, base del nuevo reino, 36: 16-38.
6. La visión de los huesos secos, 37: 1-28.
7. Profecías contra Gog y Magog, 38: 1 a 39:29.
B. Segunda sección, 40: 1 a 48: 35 (25.0 año, en el principio del año, 10.0 día),
visiones de restauración futura.
1. Del templo, 40: 1 a 43: 27.
2. El ceremonial del templo, 44: 1 a 47: 12.
3. La distribución de la tierra, 47: 13 a 48: 35.
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