Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  V9
 
Seminario Biblico Adventista
"Vientos de Doctrina"
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Autores:
Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish

 

Capítulo 9: Cristo el Dios Eterno

La Evidencia del Antiguo Testamento de que Cristo es el Dios Eterno.-

 Tal vez el primer entendimiento de la divinidad de Jesús viene de los registros de la noche de lucha de Jacob. Después de reconocer que él no había estado luchando con un hombre, ni tampoco con un ángel, él le llamó a ese lugar con el nombre de Peniel.

 “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. Gen. 32:30.

 A medida que la divina revelación inundaba la mente de Jacob, él comprendió que había estado luchando con el Señor del universo. El nombre Peniel significa “la cara de Dios”. Esto claramente se refiere a Dios el Hijo, aun cuando eso no lo haya entendido tan claramente Jacob. 

 Un entendimiento parecido le vino a Manoa. La primera indicación es que él estaba hablando con el ángel del Señor. Posteriormente reconoció que, al igual que Jacob, había estado en comunicación cara a cara con Dios.

 “Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová. Y dijo Manoa a su mujer: ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”. Jueces 13:21-22.

 Es probable que Gedeón viera al Hijo de Dios aun cuando no lo haya identificado como tal.

 “Viendo entonces Gedeón que era el ángel de Jehová, dijo: Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová cara a cara”. Jueces 6:22.

 Fue el profeta Isaías, el cual es conocido como el profeta del evangelio, el que más que cualquier otro profeta del Antiguo Testamento identifica la existencia eterna de la divinidad de Jesús. Esto se puede ver especialmente desde el capítulo 7 hasta el capítulo 9, siendo que algunos trechos han sido inmortalizados como música en la famosa obra “El Mesías” de Haendel. En Isaías, en el capítulo 7, el significado de la palabra Emanuel aun no ha sido explicado.

 “Por lo tanto, el Señor mismo os dará señal: he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Isa. 7:14.

 Sin embargo, al continuar el tema en el capítulo 8, aparece nuevamente la palabra Emanuel.

 “Y pasando hasta Judá, inundará y pasará adelante, y llegará hasta la garganta; y extendiendo sus alas, llenará la anchura de tu tierra, oh Emanuel”. Isa. 8:8.

 Dos versos más adelante se nos da el significado de la palabra Emanuel.

 “Tomad consejo, y será anulado; proferid palabra, y no será firme, porque Dios está con nosotros”. Isa. 8:10 (énfasis suplido).
 Es por eso que el apóstol Mateo fue capaz de unir el nombre y su significado.

 “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”. Mat. 1:23.

 Si, Jesús fue realmente hombre, pero también fue realmente Dios. En Isaías, en el capítulo 9, algunas de las palabras más poderosas de las Escrituras, declaran el hecho de que Cristo es Dios en el más alto sentido y que Su existencia es eterna.

 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre Su hombro; y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. Isa. 9:6.

 El niño aquí mencionado solamente puede ser Jesús. El Padre y el Espíritu Santo nunca se encarnaron. Jesús en esta profecía está de acuerdo con los más altos títulos de la Deidad – el Dios Poderoso y el Padre Eterno. Vemos el adjetivo eterno, y concordamos con su pleno significado. ¡Cristo es eterno! Sobre esto no puede existir ninguna duda.

 En Isaías 40, profetizando a respecto del ministerio de Juan el bautista, una vez más Jesús es nombrado como siendo Dios.

 “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”. Isa. 40:3.

 Tan importante es este texto, que los tres evangelios sinópticos – Mateo, Marcos y Lu-cas – cada uno de ellos cita este texto para confirmar el ministerio de Juan el Bautista. De los tres, Lucas es el más claro al referirse específicamente a Jesús como siendo Dios.

 “Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios”. Luc. 3:4-6.

 Aun un rey pagano, el rey Nabucodonosor, fue privilegiado en ver al Hijo de Dios.

 “Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante al Hijo de Dios”. Dan. 3:25.

 El profeta Miqueas también da un poderoso testimonio en relación a la existencia eterna de Cristo.

 “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. Miq. 5:2.

 Una vez más, si las Escrituras son confiables, y ciertamente así es, reconocemos aquí que la existencia de Cristo es claramente declarada como siendo eterna. ¿Será que algún cristiano que cree en la Biblia iría a contradecir las Escrituras y proclamar que el niño de Belén no era el Dios eterno encarnado?
 Notemos que la lectura al margen para la palabra eterno es “los días de la eternidad”.

 Con todas estas poderosas declaraciones del Antiguo Testamento se confirma que Moisés también se refirió a Cristo en el Salmo 90.
 “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. Salmo 90:2.

 Este texto seguramente soluciona este asunto. Todos los cristianos concuerdan que Cristo vivirá eternamente en el futuro. Para ello, Él tiene que haber vivido eternamente en el pasado. No existe nada en el Antiguo Testamento que pudiera de alguna manera colocar alguna duda en relación a la evidencia de que Jesús hace parte de la eterna Deidad.

 Algunos argumentan que la palabra eterno o para siempre, en Hebraico, pueden poseer el significado de “por la extensión de la vida o del evento”. Esto está correcto.

 “Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre... Yo pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”. 1 Sam. 1:22,28.

 Pero existe un principio bíblico que hace con que sea fácil determinar cuál de los dos significados es el correcto. Este principio puede ser demostrado en relación a la promesa de vida eterna. ¿Cómo podemos nosotros tener la certeza de que esta promesa no quiere decir “hasta que muramos”? Lo sabemos porque la inspiración inequívocamente declara que no habrá más muerte.

 “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apoc. 21:4.

 De tal manera que vida eterna significa ciertamente para siempre. De la misma manera Dios providenció evidencias de que Cristo no derivó vida del Padre.

 “En Cristo hay vida original, no prestada, no derivada de otro”. DTG:530; Exaltad a Jesús: 4 de Septiembre.

El Nuevo Testamento evidencia que Cristo es el Dios eterno.-

 Tal como lo hemos visto anteriormente, Juan comenzó su evangelio con una declaración definida diciendo que Jesús era Dios.

 “En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios”. Juan 1:1.

 Algunos impugnan esta traducción diciendo que la interpretación correcta de Juan 1:1 es que la Palabra era “un dios”. Aun si fuese apropiado usar el artículo indefinido, no afectaría la total estatura de Jesús como Dios, ya que Dios es inmortal, eterno, omnisciente y omnipotente. Juan también deja claro que Jesús estaba con Dios en el principio.

 “Este era en el principio con Dios”. Juan 1:2.

 Juan aun declara que Él fue el Creador de todas las cosas.

 “Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1:3.

 Él lo presenta más adelante como la fuente de la vida. Esta también es una declara-ción de que Cristo es el poseedor de la vida y que no la recibió de nadie en absoluto.

 “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Juan 1:4.

 Juan confirma esto en su primera epístola:

 “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo”. 1 Juan 5:11.

 El propio Jesús declaró que Él es la vida.

 “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que creen en Mí, aunque esté muerto, vivirá”. Juan 11:25.

 Solamente Uno que tiene vida original, no prestada y no derivada puede declararse Él mismo con validez como siendo la vida.

 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Juan 14:6.

 Pablo también sabía que Jesús tenía el título de la Vida.

 “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria”. Col. 3:4.

 Pablo declara que Cristo no es un Dios menor, sino que Él posee la plenitud de la Dei-dad.

 “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Col. 2:9.
 Jesús dijo ser uno con el Padre.

 “Yo y mi Padre somos uno”. Juan 10:30.

 “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: muéstranos al Padre?”.  Juan 14:8-9.

 “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:5.

 Después de la resurrección de Cristo, Tomás lo conoció como siendo Dios:

 “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!”. Juan 20:28.

 Correctamente entendida, la Palabra de Dios apoya la eterna divinidad de Cristo. a respecto de esto, no debemos tener absolutamente ninguna duda. 



 
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