Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  V24
 
Seminario Biblico Adventista
"Vientos de Doctrina"
blackmanteacherreadinghac61.gif predicador1 image by bibliadeestudioadventista
Autores:
Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish

 

Capítulo 24: El Mensaje de Elías

 Los serios vientos de doctrina están presentes dentro del movimiento Adventista del Séptimo Día  relacionado con el mensaje de Elías. Aun cuando no existan nociones de quienes las expresaron. Más bien son actitudes mentales o conductas. El primer error serio es el concepto mantenido por muchos en el ministerio y en la administración Adventista del Séptimo Día, de que aquellos que presentan el mensaje de Elías son desleales, críticos y divisionistas. ¡Qué error más tremendo es este! Está basado en el imperceptible concepto de que “lamentablemente existe apostasía en la iglesia, pero la Iglesia no está en apostasía” (Pr. Eric Winter en su libro “La Iglesia Bajo Ataque”, South Pacific Record, 13 de Septiembre de 1997). Esta conclusión es falsa. Citaremos nuevamente la inspiración en relación a esta materia:

 “La misma desobediencia y falla que fue vista en la Iglesia Judía ha caracterizado en un alto grado al pueblo que ha tenido esta gran luz del cielo en el último mensaje de ad-vertencia”. 5T:456. (énfasis suplido).

 La descripción de la Iglesia Adventista del Séptimo Día justo antes de la separación y sellamiento presenta la espantosa condición de la iglesia. El remanente llora, el resto con-tinúa en su impiedad.

 “En el tiempo cuando Su ira avance en juicios, estos humildes y devotos seguidores de Cristo serán distinguidos del resto del mundo por su angustia de alma, la cual se expresará en lamentaciones y llanto, reprobaciones y advertencias. Mientras otros tratan de arrojar un manto sobre la maldad existente, y excusar la gran impiedad prevaleciente por todas partes, aquellos que poseen un celo por el honor de Dios y un amor por las almas, no se aferrarán a su paz para obtener el favor de nadie. Sus justas almas son fastidiadas día tras día con las obras impías y con las conversaciones de los injustos. Ellos son impotentes para detener el ímpetu del torrente de iniquidad, y sin embargo ellos están llenos de aflicción y temor. Lamentan delante de Dios el hecho de ver la religión menospreciada en los propios hogares de aquellos que han tenido gran luz. Ellos lamentan y afligen sus almas debido al orgullo, avaricia, egoísmo, y engaño de casi todos los que están en la iglesia. El Espíritu de Dios, quien está presto a reprobar, es pisoteado; mientras los siervos de Satanás triunfan, Dios es deshonrado, la verdad es dejada sin ningún efecto”. 5T:210-211.

 El profeta Isaías habló no solamente para sus días, sino que también para los nuestros: “Cada uno de los profetas antiguos habló menos para su propio tiempo que para el nues-tro, de manera que sus profecías son válidas para nosotros”. 3MS:386, cuando declara:

 “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente”. Isa. 1:4-5.

 Juan también declara en relación a la iglesia:

 “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú di-ces: yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apoc. 3:16-17.

 ¿Tenemos que deteriorarnos aun más para ser una iglesia apóstata?

 El segundo “viento de doctrina” es que nosotros estamos predicando el mensaje de Elías si apuntamos el desempeño apóstata de la iglesia mientras no poseemos ningún amor por aquellos que son seducidos, y ningún deseo real de ser redimidos. El mensaje de Elías fue dicho para los últimos días:

 “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y te-rrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Mal. 4:5-6.

 El mensaje presentado por Elías fue dirigido, no a una iglesia que tenía apostasía en ella, sino que al Israel apóstata. La iglesia en general, a pesar de la presencia de las 7.000 almas fieles, estaba en profunda apostasía. Nosotros estamos en una apostasía peor aun hoy en día, tal como lo dice claramente la inspiración (citada anteriormente en 5T:456). Hasta que los administradores, pastores y laicos confiesen este hecho, no tenemos ninguna esperanza.
 
Tal como el antiguo Elías, los mensajeros actuales no son auto-designados. Ellos llevan el mensaje de Elías porque Dios los ha impelido a hacerlo así:

 “A Elías fue confiada la misión de comunicar a Acab el mensaje relativo al juicio del Cielo. El no procuró ser mensajero del Señor; la palabra del Señor le fue confiada.  Y lleno de celo por el honor de la causa de Dios, no vaciló en obedecer la orden divina, aun cuando obedecer era como buscar una presta destrucción a manos del rey impío”. PR:88.

 Al igual que Elías, los mensajeros de Dios no le piden permisos a los hombres para pre-sentar la Palabra de Dios al moderno Israel apóstata:

 “Elías no pidió disculpas por su abrupta aparición.  Uno mayor que el gobernante de Israel le había comisionado para que hablase; y, alzando la mano hacia el cielo, afirmó so-lemnemente por el Dios viviente que los castigos del Altísimo estaban por caer sobre Israel”. PR:88.

 El mensaje de Elías es una advertencia de juicio:

 “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”. Mal. 4:1.

 Este mensaje no es para el futuro. Hombres y mujeres están, en este mismo instante, siendo impelidos por el Espíritu Santo a presentarlo:

 “Hoy, en el espíritu y poder de Elías y de Juan el Bautista, los mensajeros enviados por Dios recuerdan a un mundo destinado al juicio los acontecimientos solemnes que pronto han de suceder en relación con las horas finales del tiempo de gracia y la aparición de Cristo Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. Pronto será juzgado cada uno por lo que haya hecho por medio del cuerpo. La hora del juicio ha llegado, y a los miembros de su iglesia en la tierra incumbe la solemne responsabilidad de dar aviso a los que están, por así decirlo, en la misma margen de la ruina eterna”. PR:528.

 Juan el Bautista presentó el mensaje de Elías en el tiempo del primer advento:

 “Dijo: yo soy la voz de uno que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Juan 1:23.

 De la misma manera los siervos de Dios deben presentar este mismo mensaje en el tiempo del segundo advento. Israel estaba en apostasía en los días de Elías. Estaba en una gran apostasía en los días del primer advento y está en apostasía aun mayor en este so-lemne tiempo, justo antes del segundo advenimiento.

 “Juan declaró a los judíos que su situación delante de Dios había de ser decidida por su carácter y su vida. La profesión era inútil. Si su vida y su carácter no estaban en armonía con la ley de Dios, no eran su pueblo”. DTG:82.

 “Así también los seguidores de Cristo darán evidencia del poder transformador del Espíritu Santo. En su vida diaria, se notará la justicia, la misericordia y el amor de Dios”. DTG:82.

 ¡Cuán necesarios son estos mensajes para nuestro tiempo! Aquellos que presentan el mensaje de Elías hoy en día seguirán el ejemplo de Juan:

 “No trató de atraer a los hombres a sí mismo, sino de elevar sus pensamientos siempre más alto hasta que se fijasen en el Cordero de Dios”. DTG:151.

 “El alma del profeta, despojada del yo, se llenó de la luz divina”. DTG:152.

 “La obra de Dios no ha de llevar la imagen e inscripción del hombre. De vez en cuan-do, el Señor introducirá diferentes agentes por medio de los cuales su propósito podrá realizarse mejor”. DTG:154.

 “En su misión, el Bautista se había destacado como intrépido reprensor de la iniquidad, tanto entre los encumbrados como entre los humildes. Había osado hacer frente al rey Herodes y reprocharle claramente su pecado”. DTG:186.

 Aquellos que presenten el mensaje de Elías deben esperar ser tratados por los administradores de la iglesia tal como lo fue Elías y Juan el Bautista:

 “Esos fariseos no habían aceptado la misión del Bautista. Habían señalado con escar-nio su vida abstemia, sus costumbres sencillas, sus ropas burdas, y le habían declarado fanático. Porque él denunciaba su hipocresía, habían resistido a sus palabras, y habían tratado de incitar al pueblo contra él. El Espíritu de Dios había obrado en los corazones de estos escarnecedores, convenciéndolos de pecado; pero habían rechazado el consejo de Dios, y habían declarado que Juan estaba poseído de un demonio”. DTG:241.

 “Todos los que sigan a Cristo llevarán la corona del sacrificio. Serán por cierto mal comprendidos por los hombres egoístas, y blanco de los feroces asaltos de Satanás”. DTG:195.

 “Los altos juncos que crecían al lado del Jordán, inclinándose al empuje de la brisa, eran adecuados símbolos de los rabinos que se habían erigido en críticos y jueces de la misión del Bautista. Eran agitados a uno y otro lado por los vientos de la opinión popular. No querían humillarse para recibir el mensaje escrutador del Bautista, y sin embargo, por temor a la gente, no se atrevían a oponerse abiertamente a su obra”. DTG:189.

 La vida de Juan el Bautista se perdió debido a que ningún hombre tuvo el coraje de hablar en su favor en la presencia de Herodes:

 “El juramento había sido hecho en honor de sus huéspedes, y si uno de ellos hubiese pronunciado una palabra contra el cumplimiento de su promesa, habría salvado gustosa-mente al profeta. Les dio oportunidad de hablar en favor del preso. Habían recorrido largas distancias para oír la predicación de Juan y sabían que era un hombre sin culpa, y un siervo de Dios. Pero aunque disgustados por la petición de la joven, estaban demasiado entontecidos para intervenir con una protesta. Ninguna voz se alzó para salvar la vida del mensajero del cielo. Esos hombres ocupaban altos puestos de confianza en la nación y sobre ellos descansaban graves responsabilidades; sin embargo, se habían entregado al banqueteo y la borrachera hasta que sus sentidos estaban embotados. Tenían la cabeza mareada por la vertiginosa escena de música y baile, y su conciencia dormía. Con su silencio, pronunciaron la sentencia de muerte sobre el profeta de Dios para satisfacer la venganza de una mujer relajada”. DTG:193.

 ¿Podemos, hoy en día, permanecer en un cobarde silencio delante de pastores y de administradores de la iglesia, cuando nuestras voces mantendrían en alto las manos de aquellos que están presentando el mensaje de Elías?

 Elías y Juan el Bautista fueron menospreciados por el liderazgo de la iglesia, porque ellos siguieron a Dios y no estaban bajo el control de los líderes eclesiásticos:

 “Juan no había reconocido la autoridad del Sanedrín ni pedido su sanción sobre su obra; y había reprendido a los gobernantes y al pueblo, a fariseos y saduceos por igual. Sin embargo, el pueblo le seguía ávidamente. El interés manifestado en su obra parecía au-mentar de continuo. Aunque él no le había manifestado deferencia, el Sanedrín estimaba que, por enseñar en público, se hallaba bajo su jurisdicción”. DTG:106.

 Dios ha llamado a sus fieles obreros a hacer Su voluntad. Cristo, Él mismo, escogió a Juan el Bautista, un ministro con el poder del mensaje de Elías (un ministro de sostén propio), para que Lo bautizara.
 
Dejemos que aquellos llamados por Dios cumplan este mandato en medio del após-tata Israel, apoyen la tarea tal como lo hizo Elías y Juan el Bautista. Que cada uno siga a nuestro Señor y trate sinceramente de salvar a Su pueblo para el cielo. Que el amor por Dios y por el hombre motive esta obra. Oremos, y oremos sinceramente por la obra de aquellos a quienes Dios ha llamado para presentar Su último mensaje a los Adventistas del Séptimo Día, para que le presten atención al mandato de Dios de “clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. (Isa. 58:1), para que las almas no pierdan su eterna herencia. 



 
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