Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  V23
 
Seminario Biblico Adventista
"Vientos de Doctrina"
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Autores:
Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish

 

Capítulo 23: ¿Es Apropiado que las Mujeres Hablen en la Iglesia?

 Encontramos preguntas relacionadas con mujeres hablando en la iglesia siendo colo-cadas más frecuentemente en estos últimos años. En años anteriores, aun cuando raramente haya hablado alguna mujer en el culto divino, no era inusual que las mujeres condujesen las clases de la Escuela Sabática y liderasen la Escuela Sabática. La vuelta en escena del interés en esta materia corre en forma paralela con la ordenación de la mujer.
 Las epístolas de Pablo, en dos oportunidades, tocan este asunto. Las palabras del apóstol son enfáticas:

 “Vuestras mujeres callen en las congregaciones ; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. 1 Cor. 14:34-35.

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer ense-ñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. 1 Tim. 2:11-12.

 Es costumbre sugerir que el consejo de Pablo, divinamente inspirado, fue determinado culturalmente antes que como una aplicación universal de mandato divino. Tenemos que ser cuidadosos en no invocar tales juicios sin una evidencia de que realmente es así. Nuestra propia manera de pensar es un guía altamente desconfiable en materias espirituales.
 
Infelizmente el Índice de las Escrituras para los libros del Espíritu de Profecía no tiene ninguna referencia en relación a ninguno de estos dos pasajes. De tal manera que no te-nemos ninguna ayuda en relación a esta materia por parte de esta fuente. Sin embargo, somos alertados por las Escrituras para refrenarnos y no caer en el argumento cultural, por-que se nos ha informado que:

 “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”. 1 Cor. 10:11.

 Todas las Escrituras finalmente se centralizan en la última generación del pueblo de Dios. Esto explica por qué algunos escritos inspirados tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento no fueron incluidos en el canon de las Escrituras. Esos libros incluyen el libro de Natán (1 Cron. 29:29; 2 Cron. 9:29) en el Antiguo Testamento y la epístola a los Laodicenses (Col. 4:16) en el Nuevo Testamento. Sin duda, aun cuando estos libros fueron inspirados y fueron recomendados para que fuesen leídos y usados como consejeros en el tiempo de sus publicaciones, eran locales y culturalmente determinados e inaplicables a nosotros que vivimos en los últimos días.
 
Sin embargo, sabemos que las materias de significado local, inaplicable en otros tiempos son ocasionalmente recordadas en las Escrituras. Uno de esos casos es citado como ejemplo:

 “No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día Sábado”. Exo. 35:3.

 “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a to-da la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés”. Num. 15:32-36.

 Aquí se expone una clara prohibición y una espantosa penalidad para cualquier vio-lación de los mandamientos de Dios. Pero la sierva del Señor nos informa que la prohibición no fue universal:

 “Se había prohibido terminantemente encender fuego el séptimo día durante la estada en el desierto.  La prohibición no había de extenderse a la tierra de Canaán, donde la severidad del clima haría a menudo necesario que se tuviese fuego; pero éste no se necesitaba en el desierto para calentarse”. PP:433.

 Podríamos, con toda propiedad, preguntar la razón por la cual tal prohibición, la cual claramente no se aplica en climas fríos, fue colocada en las Escrituras para nosotros “sobre los cuales ha llegado el fin del mundo”. Aun cuando no sea de aplicación universal, esta materia es significativa para nosotros. Aquí se ilustra un principio relacionado con la guarda del Sábado: tenemos que evitar toda labor desnecesaria en el día Sábado. Además, la prohibición específica es aplicable a aquellos que residen en climas tropicales y aun a aquellos que viven en climas más fríos, durante la estación del verano. Servimos a un Dios maravilloso el cual solo nos pide cosas razonables.

 Volvamos ahora al asunto del silencio de las mujeres en la iglesia. Hemos visto que la Palabra de Dios, hasta le prohibía a la mujer que hiciese preguntas en la iglesia. Nosotros, personalmente, no decimos que entendemos tales prohibiciones. Pero sí creemos que al-gunos de nosotros ciertamente le preguntarán al Señor en Su reino a respecto de esta ma-teria, y de que encontraremos que Su respuesta no solamente contiene una respuesta perfectamente racional, sino que será una respuesta que testificará de Su infinito amor por nosotros y de Su sabiduría.

 La pregunta que debemos hacer es: ¿qué es lo correcto hoy en día? Dios nos habla a través de Su Palabra, a través del Espíritu de Profecía, y algunas veces, a través de algún ejemplo. La razón por la cual Russell emitió su voto contra la ordenación de mujeres al mi-nisterio evangélico, cuando un delegado de la Sesión de la Conferencia general en India-napolis en 1990, era de que ninguna de estas fuentes tomasen ese curso. Es más peligroso hacer aquello que Dios, a través de un ejemplo, ha negado específicamente. Así, Dios evitó la práctica común de los paganos en elevar a las mujeres al sacerdocio. Esta prohibición fue adoptada tanto en el Antiguo Testamento (sacerdocio levítico) como en el Nuevo Testamento (los apóstoles). La misma instrucción que le fue dada a los obispos (ministros),

 “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar”. 1 Tim. 3:2.

Debía ser dada a los diáconos:

 “Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas”. 1 Tim. 3:12.

 Es peligroso para la seguridad de la iglesia de Dios actuar contrariamente a estas pa-labras, cuando ninguna palabra o ejemplo ha sido dado al pueblo de Dios en estos últimos días, y que podría confirmar un nuevo plan. Precipitarse en una noción de cambios culturales no le daría una base sólidamente inspirada a nuestros actos. Nunca debemos seguir el desatino de un curso semejante. Tampoco podemos asumir de que porque la inspiración no muestra ningún mandamiento para la ordenación de mujeres al ministerio, esto tendría lógicamente que negar también el hecho de que las mujeres no puedan predicar en la iglesia. Este último asunto tiene que ser decidido bajo inspiración y con la práctica de profetas femeninos.

 Entonces, ¿cómo nos relacionamos con la demanda del Nuevo Testamento de que las mujeres tienen que guardar silencio en las reuniones de la iglesia?

 Primero, sabemos que la profetisa Ana habló en el templo:

 “Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”. Luc. 2:36-38.

 Lo más probable es que Ana no se mantenía en silencio dentro de la casa de Dios. Esta instancia nos apunta el hecho de que el mandamiento del Nuevo Testamento que pedía guardar silencio en el santuario no era universal, y también sugiere que era necesario en circunstancias locales. Algunos han sugerido que las mujeres en Corintios eran desobedientes y rebeldes, y de que esta era la razón por la cual se dio ese mandamiento. Pero nunca debiéramos basar una decisión en base a tales conjeturas. Un terreno mucho más firme es el de que Ana no permaneció en silencio en la casa de Dios.  
 
También hubieron mujeres que bajo el poder del Espíritu Santo predicaron a Jesús. Esto es evidente por el hecho de que Saulo de Tarso tenía algunas mujeres en prisión.

 “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a muje-res, y los entregaba en la cárcel”. Hechos 8:3.

 La hermana White confirma esto:

 “Mientras Saulo viajaba hacia Damasco, llevando cartas que le autorizaban a apresar hombres y mujeres que predicasen a Jesús, para llevarlos atados a Jerusalén, había en derredor de él ángeles malos llenos de regocijo”. PE:200.

 Hubo ocasiones en que la hermana White fue desafiada a predicar:

 “Antes que yo comenzase a hablar, el hermano Haskell tenía un pedacito de papel, el cual le fue hecho llegar, en el cual se citaban algunos textos que prohibían que las mujeres hablasen en público. Él tomó la materia en una forma resumida y de una forma muy clara expresó el significado de las palabras del apóstol. Yo entendí que era un Cambelita el que escribió la objeción y de que había circulado en forma profusa antes de que llegase a la mesa, pero el hermano Haskell dejó todo claro delante de las personas”. 10 Manuscritos Liberados:70.

 “La Sra. F había declarado con frecuencia que nunca se uniría con los adventistas del séptimo día. Había sido criada en la Iglesia Presbiteriana, y se le había enseñado que era muy impropio que las mujeres hablaran en una reunión, y que estaba más allá de toda noción de decoro el que predicara una mujer. A ella le gustaba escuchar a los pastores Daniells y Corliss, y pensaba que eran oradores muy inteligentes, pero no quería escuchar la predicación de una mujer. Su esposo había orado al Señor para que arreglara las cosas de tal manera que pudiera convertirse mediante el ministerio de la Hna. White. Cuando presenté la exhortación e insté a que pasaran al frente los que sentían su necesidad de acercarse más a Dios, esas hermanas pasaron al frente para sorpresa de todos”. 1MS:173.

 La señora citada aquí como la Sra. F, era la Sra. A. W. Anderson cuyo esposo se volvió un prominente pastor Adventista del Séptimo Día en Australia, y a quien nosotros aun recordamos, ya que éramos niños en aquella época. Ella fue la fiel madre Adventista del Séptimo Día de tres obreros prominentes: el Pr. Roy Allen, el Dr. Clifford y el Pr. O. K. Anderson. 

 Hablando del problema de las predicaciones de mujeres, aun en el culto divino, te-nemos el ejemplo y la admonición de la sierva del Señor en los últimos días. Ciertamente la hermana White ocupó el púlpito. Hablando del año 1901, el Pr. Arthur White recuerda que:
 “Esta oportunidad vino el Sábado siguiente, 30 de Marzo, su primer Sábado en Battle Creek en diez años, cuando ella ocupó el púlpito del Tabernáculo en el servicio del Sábado por la mañana”. Los Primeros Años en Elmshaven 1901-1905, Arthur L. White.

 Además, la hermana White era la oradora en el servicio divino en el primer Sábado en la Conferencia General de 1901:

 “De acuerdo con el Boletín de la Conferencia General, aquel primer Sábado de la sesión, 6 de Abril, fue un gran día. La hermana White habló en el Tabernáculo a las 11:00 de la mañana estando la casa llena. No solamente cada lugar donde había algún asiento estaba ocupado, sino que cada lugar donde se pudiese estar en pie, también estaba ocupado. Creo que deben haber habido unas 3.500 personas o más, presentes para escuchar un ferviente llamado en relación al deber con los diezmos”. Ibid:89.

 Aun cuando la hermana White habló muchas veces en el servicio matinal los Sábados, debiera ser suficiente documentar un poco más estas ocasiones:

 “El Sábado en la mañana Ellen White efectuó su compromiso oral en la iglesia de Los Angeles”. Ibid:57.

 También, en la Sesión de la Conferencia General en Oakland, California, en 1903:

 “Ella y el hermano A. G. Daniells fueron los oradores principales en la Semana de Ora-ción en las iglesias de Oakland y San Francisco, durante la última semana de Diciembre de 1900. Ella estuvo en el hogar del Dr. Earnest H. Mattner, el cual vivía a apenas unas cinco cuadras de la iglesia en la calle Laguna. Pero ella iría a sufrir otro de sus sofocantes encuentros con cuartos atestados y con estufas alimentadas con leña mojada, al abrir la Semana de Oración en San Francisco el Sábado en la mañana, el 22 de Diciembre”. Ibid:50.

 “El Sábado siguiente Ellen White hizo un viaje de tres horas en bote y en tren hasta Trenton, New jersey, para hablar en la iglesia del hermano Franke”. Ibid:140.

 Nuevamente la hermana White presentó el culto divino en la Sesión de la Conferencia general en Washington D.C.:

 “El Sábado en la mañana amaneció un “perfecto día de descanso”. En el servicio de las 11:00 hrs. Ellen White, ya con 77 años, le habló a una atestada tienda con una claridad y un poder de los viejos tiempos”. Ibid:403.

 “La obra en la Sesión de la Conferencia General de 1905 continuó a paso tranquilo. Diez veces Ellen White habló en la Sesión, incluyendo una vez en el primer Sábado en la mañana y en los dos siguientes Sábados en la tarde”. Ibid:414.

 De tal manera que por ejemplo, la sierva de Dios habló en las iglesias, a menudo en el culto divino. Naturalmente, surge la pregunta, si una mujer que no está preparada para hacer todo eso, sin ser una profetisa, si estaría ahora fuera de lugar si predicase y enseñase en una iglesia. Algunos han sugerido de que aun cuando era apropiado que los profetas hablasen en las iglesias, eso es inapropiado para aquellos que no han sido llamados al oficio de profetas. La consideración demostrará que este razonamiento está errado. Nadie que sea llamado a un oficio santo, tiene un mandato de Dios para tomar cualquier acción que esté condenada por Dios, para todos los creyentes. Y Dios llama a los profetas a este alto oficio y los juzga de acuerdo con el nivel del llamado. Si es inapropiado que las mujeres prediquen en las iglesias, entonces no se le permitirá a una profetisa que quiebre tal prohibición divina. Una profetisa tiene que obedecer totalmente tal mandamiento. Ningún profeta ha sido llamado para dar un mal ejemplo a los legos. Hacer eso sería como destruir su influencia y desacreditar su oficio profético. Además co-locaría su alma en peligro.

 Afortunadamente la sierva del Señor ha hablado acerca del asunto de la predicación de las mujeres. Escribiendo desde Australia la hermana White instó:

 “Enseñe esto, mi hermana. Usted tiene muchos caminos abiertos delante de usted. Háblele a la gente cada vez que pueda; aproveche toda ocasión de influencia que usted pueda usar”. Review and Herald, 9 de Mayo de 1899.

 Desde luego que esta declaración no se refiere específicamente a hablar en una iglesia, pero parece ser que incluye esa posibilidad. Aun cuando en 1900 la hermana White escribió positivamente en relación a una hermana que habló, manifiestamente en el culto divino:

 “La hermana R y la hermana W están haciendo una obra tan eficiente como la de los ministros, y en algunas reuniones donde los ministros han sido llamados a otros lugares, la hermana W toma la Biblia y le habla a la congregación”. Carta 169, 1900.

 Por lo tanto estamos en terreno seguro cuando mujeres humildes y bien informadas predican la Palabra de Dios con veracidad. Una vez más queremos enfatizar la conveniencia en seguir un camino aprobado o mandado por la inspiración. Pero igualmente tenemos que tener cuidado en refrenarnos en ir más allá de la inspiración, co-mo algunos en nuestras iglesias desean hacerlo. No tenemos que oponernos ni a la predicación de las mujeres ni a las evidencias de la inspiración que no proveen ningún mandamiento para ordenar mujeres.

 Haríamos bien en recordar que el camino usual dentro de nuestra iglesia ha sido siempre a invitar a un hombre para que presente el culto divino; pero en aquellas circunstancias en que no hay ningún hombre presente que pueda abrir la Palabra de Dios, sería perfectamente apropiado que una hermana calificada lo haga. Una situación semejante es implícita en la sierva de Dios.

 “No siempre es el hombre el que está mejor adaptado para el comando exitoso de una iglesia. Si mujeres fieles tienen una piedad más profunda y una devoción más verdadera que los hombres, ellas pueden ser a través de sus oraciones y de sus labores hacer más que los hombres que no están consagrados en sus corazones y en sus vidas”. 10 Manuscritos Liberados:70. 



 
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