Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  V21
 
Seminario Biblico Adventista
"Vientos de Doctrina"
blackmanteacherreadinghac61.gif predicador1 image by bibliadeestudioadventista
Autores:
Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish

 

Capítulo 21: El Milenio

 La gran mayoría de aquellos cristianos que le dan importancia a la doctrina del Mile-nio, creen que este consistirá de un gobierno de mil años de Cristo en esta tierra. Algunos Adventistas del Séptimo Día están siendo tentados por este error Evangélico Protestante. Otros, debido a que no están estudiando la Palabra de Dios como debiera ser, no tienen una calara visión de la verdad bíblica en relación a este tema, y tendrían una total pérdida si tratasen de defender la verdad. En verdad, poco se predica esto en estos días en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

 La mayor parte de los cristianos hoy en día son pre-milenialistas, esto es, ellos creen que el milenio es proclamado en el regreso de Jesús a la tierra para establecer Su reino de justicia, paz y unidad. Se cree que Cristo pondrá fin al crimen y a la desigualdad, llevando a la conversión a todo el mundo. Una creencia tal, que no es bíblica, prepara a los que así han sido engañados, para que aclamen a Satanás como si fuese el Mesías cuando éste personifique a Cristo (2 Cor. 11:14). Esto provee la razón que establece por qué es esencial entender los eventos bíblicos que sucederán justamente antes y durante el milenio.

 Otros cristianos, llamados post-milenialistas, creen que Cristo vuelve al final del milenio. Durante el milenio los post-milenialistas creen que el mundo será cada vez mejor, hasta que la justicia reine cuando éste llegue a su fin. Un engaño de esta naturaleza provee una falsa seguridad a los creyentes y los vuelve vulnerables a los conceptos de la Nueva Era, haciendo de esta manera con que no exista ninguna base para la preparación del carácter tan necesario antes del retorno de Cristo.

 Los Adventistas del Séptimo Día han discernido correctamente el entendimiento profético de los eventos relacionados con el milenio. Esto provee una perfecta coraza contra los engaños finales de Satanás al aparecer él en la tierra y de auto-proclamarse como si fuese el Salvador, a cuyo engaño, trágicamente, la mayoría de los habitantes de la tierra responderán con gran júbilo.

 “El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se dará por el Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento del Salvador como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador simulará que Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra, Satanás se manifestará a los hombres como ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción que del Hijo de Dios da San Juan en el Apocalipsis. (Apoc. 1:13-15). La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires: "¡Cristo ha venido! ¡Cristo ha venido!". CS:682.

 Si nuestro Dios quisiera gobernar durante mil años después de Su segunda venida, sería una cuestión de espantosa miseria para los santos; ya que las Escrituras declaran claramente la naturaleza de la tierra después de la segunda venida:

 “Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos”. Isa. 26:21.

 “Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra”. Jer. 25:33.

 Creemos que a ninguno de nosotros le gustaría quedar confinado en nuestra tierra con millones de cadáveres diseminados, sin ser enterrados, y en estado de descomposi-ción. Si esta fuese nuestra “recompensa” no podría ser descrita como siendo la “bendita esperanza” (Tito 2:13). Jeremías describió sucintamente la condición de la tierra después de la segunda venida de Cristo:

 “Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré, y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas delante de Jehová, delante del ardor de su ira. Porque así dijo Jehová: toda la tierra será desolada; pero no la destruiré del todo”. Jer. 4:25-27. 

 Jeremías declaró claramente que esta indescriptible desolación ocurriría “en la pre-sencia del Señor” (verso 26).
 Sofonías también pintó un cuadro pavoroso de esta tierra durante los mil años.

 “Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, y cortaré a los impíos; y raeré a los hombres de sobre la faz de la tierra, dice Jehová”. Sof. 1:3.

 Así el hogar de los salvos sería de tremenda miseria, si estuviese localizado sobre esta tierra. Además, Satanás y sus huestes demoníacas estarían “encadenadas” sobre esta tierra durante ese tiempo; sería una compañía no muy agradable para aquellas almas puras y santas, que poseen el sello del Dios viviente: ¡el carácter de Cristo! pero la prueba de que los santos no están sobre la tierra es presentada en las palabras de Jeremías citadas anteriormente, “miré, y no había hombre”.

 “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no enga-ñase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”. Apoc. 20:1-3.

 El término “abismo” es una apropiada descripción de esta tierra durante este periodo de mil años. El término “abismo” en el Nuevo Testamento es análogo al término “abismo” del Antiguo Testamento, tal como aparece en Gen. 1:2.

 “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abis-mo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Gen. 1:2.

 La Palabra de Dios es explícita al prometer un milenio, no en esta tierra miserable sino que en las glorias del cielo. Pablo nos asegura que los redimidos serán llevados al cielo, y no quedarán confinados sobre esta tierra:

 “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. 1 Tes. 4:16-17.

 Además, en los términos más claros, nuestro Señor y Salvador le explicó a los apóstoles dónde él estaba planeando llevarlos cuando volviese:

 “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1-3.

 No solamente es este pasaje de las Escrituras una de las grandes exposiciones sobre la doctrina de la muerte - Cristo no les dijo a los discípulos que su gran esperanza estaba muerta y de que estarían con Él cuando ellos muriesen – este es un poderoso pasaje que nos alumbra en relación al tema del milenio. Sin embargo, raramente es su significado apreciado en esta materia.

 Note que Cristo les dijo claramente a los apóstoles que eran las mansiones en “la casa de Mí Padre”. ¿Dónde está la casa del Padre? ¡Ciertamente no está sobre esta tierra! Estas son mansiones celestiales en el reino del Dios del Cielo. Nuestro Dios no nos está confinando a esta tierra habitada por demonios, llena de millones de cuerpos podridos y mal olientes, con grandes destrucciones de los campos. En vez de eso, Él nos está llevando a las cortes de gloria. Observe aun esta promesa de Cristo: 

 “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:3. Énfasis suplido.

 Para salvarnos, Cristo fue privado de Su omnipresencia (ver DTG:622-623, cita que aparece en la página 42). De tal manera que Él está ahora confinado a un único lugar en el universo. Las Escrituras no nos dejan ninguna duda en relación a dónde fue Cristo cuando él abandonó esta tierra:

 “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas”. Hechos 1:9-10.

 Claramente Cristo subió al cielo. Además, somos informados de que Él está en el san-tuario celestial ministrando por nosotros:

 “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Heb. 8:1-2.

 Ningún Adventistas del Séptimo Día que crea en la Biblia necesita tener la menor duda en relación a la localización y el uso de los años del milenio. Nuestro Dios ha dejado ese hecho perfectamente claro. Nuestros amigos de las Iglesias Evangélicas tienen, una vez más, volver a la Palabra de Dios y abandonar sus errores teológicos. Y ciertamente nosotros no debemos cometer los mismos errores.
 



 
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