Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  V10
 
Seminario Biblico Adventista
"Vientos de Doctrina"
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Autores:
Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish

 

Capítulo 10: El “Yo Soy”

 Otra poderosa evidencia de la existencia eterna de Jesús viene en la declaración de que Él es el “YO SOY” y el Alfa y el Omega.

 “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Apoc. 1:8.

 “Que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”. Apoc. 1:11.

 “Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin”. Apoc. 21:6.

 “Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten”. Col. 1:17.

 Estos términos, el “Alfa” y el “Omega” y el “YO SOY” son términos de gran significado. Son términos que expresan la existencia eterna de Jesucristo. Si la existencia de Cristo no fuese eterna, Él sería acusado de impostor al reclamar estos títulos. ¡Cuán claramente de-clara el libro de Apocalipsis la eternidad de Cristo!

 “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de Su trono”. Apoc. 1:4 (énfasis suplido).

 Vea también cuán enfáticamente, al final del Apocalipsis, Juan enfatiza la existencia eterna de Jesús.

 “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último”. Apoc. 22:13.

 Las palabras YO SOY, cuando son presentadas como una característica de Jesús, se refieren a su existencia eternal. Este es el mismo término que se le aplica a Dios en el Anti-guo Testamento.

 “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”. Exo. 3:14.

 “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; Yo hago morir y Yo hago vivir; Yo hiero, y Yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano”. Deut. 32:29.

 “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me co-nozcáis y creáis, y entendáis que Yo mismo soy; antes de Mí no fue formado dios, ni lo será después de Mí”. Isa. 43:10.

 “Y hasta la vejez Yo mismo, y hasta las canas os soportaré Yo; Yo hice, Yo llevaré, Yo soportaré y guardaré”. Isa. 46:4.

 En el Antiguo Testamento la traducción de “ani hu” como siendo la palabra “soy” ha sido suplida, pero ella está claramente implícita, ya que en la Septuaginta, en la traducción del Griego del Antiguo Testamento, la palabra “ani hu” es traducida como siendo “ego eimi”, la cual tiene al claro significado de “yo soy”. El uso de “ego eimi” por Jesús y Juan es un claro testimonio de que Él se estaba igualando a la completa divinidad eterna, igual a la del Padre. Diversos ejemplos del uso que Cristo hace de estos términos se encuentran en el libro de Juan.

 “Les dijo, pues, Jesús: cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo”. Juan 8:28, énfasis suplido.

 “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Juan 13:19, énfasis suplido.

 “Le respondieron: a Jesús nazareno. Jesús les dijo: yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba”. Juan 18:5, énfasis suplido.

 En cada una de estas declaraciones, la palabra “él” (que no aparecen en la versión en español) han sido adicionada por los traductores, que le quitan méritos así al impacto del YO SOY y al verdadero significado de las palabras de Jesús. Pero en el Griego, estas palabras son consistentes con el uso en el Antiguo Testamento. El profundo impacto de Jesús al declarar que Él mismo es el YO SOY delante de los líderes judíos y de los soldados, resultó en una extraordinaria respuesta para aquellos que lo estaban cuestionando.

 “Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra”. Juan 18:6.

 Está perfectamente claro que Jesús estaba haciendo mucho más que identificarse a Sí mismo, y que era perfectamente entendido por sus oidores, tal cual está dramáticamen-te demostrado en la respuesta. Sus antagonistas judíos entendieron perfectamente la implicación de Sus palabras. Es casi cierto que muchos de ellos quedaron bajo una profunda convicción cuando escucharon estas mismas palabras nuevamente (Juan 18:7-8), pero finalmente resolvieron llevar a cabo su siniestra intención. Jesús les advirtió que la aceptación de que Él era el YO SOY, era un asunto de salvación.

 “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. Juan 8:24, énfasis suplido.

 Muchos otros textos del Nuevo Testamento enriquecen nuestro entendimiento en relación a la eterna divinidad de Jesús.

 “De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”. Rom. 9:5, énfasis suplido.

 “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad; Dios fue manifestado en car-ne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mun-do, recibido arriba en gloria”. 1 Tim. 3:16, énfasis suplido.

 “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Tito 2:13, énfasis suplido.

 “Mas del Hijo dice: tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino”. Heb. 1:8, énfasis suplido.
 “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a Él Padre, y Él me será a Mí Hijo?”. Heb. 1:5.

 “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para co-nocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el ver-dadero Dios, y la vida eterna”. 1 Juan 5:20.

 Pero tal vez la declaración más específica en las Escrituras venga de la introducción de Juan en el Apocalipsis.

 “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea gloria e imperio por los si-glos de los siglos. Amén”. Apoc. 1:6.

 En diversas ocasiones las Escrituras se refieren al Hijo y a Dios (el Padre), pero este texto se refiere al Padre y a Dios (el Hijo). No existe ninguna duda que la Biblia, cuando es completamente examinada, sin lugar a dudas apoya completamente la eterna existencia de Jesús antes de Su nacimiento en Belén. Jesús ha sido y es nuestro Eterno Dios, “el Eterno Padre”.

El Asunto de la Adoración.-

 Dos veces, a Juan el revelador le fue recordado vívidamente que solamente Dios es el objeto de nuestra adoración:

 “Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consier-vo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Apoc: 19:10.

 “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guar-dan las palabras de este libro. Adora a Dios”. Apoc. 22:8-9.

 Que Jesús es Dios está confirmado por el registro de las Escrituras, de que Él recibió adoración sin darle una censura al adorador.

 “Mientras él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él, diciendo: mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá”. Mat. 9:18.

 “Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes lim-piarme”. Mat. 8:2.

 “Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!”. Mat. 15:25.

 “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: verdadera-mente eres Hijo de Dios”. Mat. 14:33.

El Espíritu de Profecía evidencia que Cristo es el Dios Eterno.-

 Aun cuando muchos de nuestros pioneros, tales como J. H. Waggoner  y Uriah Smith no creyeron en la existencia eterna de Jesús Cristo, bajo inspiración, la hermana White dejó bien clara la existencia eterna de Cristo.

 “Jesús no sólo es nuestro pastor; Él es nuestro “Padre eterno”. DTG:447.

 “En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra... La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna... El que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder para dar vida eterna”. DTG:489.

 “Presentando a Cristo como era cuando era igual a Dios y recibía con él el homenaje de los ángeles, el apóstol trazó su curso hasta cuando hubo alcanzado las más bajas profundidades de la humillación.  Pablo estaba convencido de que si podía hacerles comprender el asombroso sacrificio hecho por la Majestad del cielo, barrería de sus vidas todo su egoísmo. Mostró cómo el Hijo de Dios había depuesto su gloria y se había sometido voluntariamente a las condiciones de la naturaleza humana; y entonces se había humillado como un siervo, llegando a ser "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2: , para poder elevar a los hombres de la degradación a la esperanza y el gozo del cielo”. HAp:268.

 “Cristo es el Hijo de Dios preexistente y existente por sí mismo. . . Al hablar de esta pre-existencia, Cristo hace retroceder la mente hacia las edades sin fin.  Nos asegura que nun-ca hubo un tiempo cuando él no haya estado en estrecha relación con el Dios eterno.  Aquel cuya voz los judíos escuchaban en ese momento había estado junto a Dios (Signs of the Times, 29 de agosto, 1900)”. Ev:446.

 “Era igual a Dios, infinito y omnipotente. . . Es el Hijo eterno y existente por sí mismo (Manuscrito 101, 1897)”. Ev:446.

 “El nombre de Dios, dado a Moisés para expresar la presencia eterna había sido re-clamado como suyo por este Rabino galileo. Se había proclamado a sí mismo como el que tenía existencia propia, el que había sido prometido a Israel, "cuya procedencia es de antiguo tiempo, desde los días de la eternidad.'”. DTG:435.

 “Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre; era "la ima-gen de Dios", la imagen de su grandeza y majestad, "el resplandor de su gloria". Dios Nos Cuida: 4 de Agosto.

 “Cuando Cristo entró por los portales celestiales, fue entronizado en medio de la adoración de los ángeles.  Tan pronto como esta ceremonia hubo 32 terminado, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en abundantes raudales, y Cristo fue de veras glorificado con la misma gloria que había tenido con el Padre, desde toda la eternidad”. HAp:31-32.

 “El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existente desde la eternidad, una persona distinta, pero sin embargo uno con el Padre. Él fue la gloria insuperable del cielo”. Review and Herald, 5 de Abril de 1906.

 “Al hablar de esta preexistencia, Cristo hace retroceder la mente hacia las edades sin fin.  Nos asegura que nunca hubo un tiempo cuando él no haya estado en estrecha relación con el Dios eterno”. Signs of the Times, 29 de Agosto de 1900.

 “Cristo les muestra que aunque ellos podían calcular que su vida tenía menos de cin-cuenta años, sin embargo su vida divina no podía ser calculada por cómputos humanos.  La existencia de Cristo antes de su encarnación no se mide con números”. Signs of the Times, 3 de Mayo de 1899.

 “Desde toda la eternidad Cristo estuvo unido con el Padre, y cuando tomó sobre Sí mismo la naturaleza humana, Él aun fue uno con Dios”. 1MS:267-268.

 “Cristo era esencialmente Dios, y en el sentido más alto. Él estaba con Dios desde toda la eternidad, Dios sobre todo, bendito por todo siempre”. Review and Herald, 5 de Abril de 1906.

 “El Verbo existía 447 como un ser divino, como el Hijo eterno de Dios en unión y en unidad con el Padre.  Desde la eternidad era el Mediador del pacto, aquel en quien serían bendecidas todas las naciones de la tierra, tanto judíos como gentiles, si lo aceptaban.  "El Verbo, era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1: 1).  Antes de que los ángeles fuesen creados, el Verbo estaba con Dios, era Dios (Review and Herald, 5 de abril, 1906)”. Ev:446-447.

 Cuan humilde somos cuando reconocemos que fue el Dios Todopoderoso, el Padre Eterno el que vino a la tierra en la naturaleza humana para redimirnos. Esta verdad aumen-ta grandemente nuestro entendimiento del infinito sacrificio tanto del Padre como del Hijo en el sacrificio del Calvario. 



 
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