Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  La Señal y el Sello de Dios
 
La Señal y el sello de Dios
M.L.Andreasen

 

La Señal y el Sello de Dios

 Cuando Dios libertó a Israel de la esclavitud egipcia para hacer de ellos un pueblo peculiar, Él colocó definitivamente las condiciones sobre las cuales Él sería su Dios. Ellos tenían que “hacer aquello que es justo a Sus ojos, y... darle oídos a Sus mandamientos, y guardar todos Sus estatutos”. Exo. 15:26. Los mandamientos aquí mencionados son los diez mandamientos, registrados en Exodo 20, y los estatutos son las leyes acompañantes registradas en Exodo 21 y 23.

 Para probar al pueblo, “para probarlos, para saber si andarían en Mí ley o no”, Dios propuso que lloviese maná del cielo durante seis días cada semana, pero “en el séptimo día, que es el Sábado, en ese no habrá”. Exo. 16:4, 26. Dios les ordenó que saliesen todos los días para reunir el maná, pero en el séptimo día no tenían que salir. Con esto Él quería “probarlos”.

 La prueba era simple, tan simple como aquella que se le dio a Adán en el jardín del Edén. Era claramente un asunto de obediencia. Pero no había nada de penuria en ella. La orden podía fácilmente ser obedecida; y sin embargo constituía una prueba definitiva de la actitud del hombre hacia Dios y Su ley.

 A despecho del mandato dado, “algunos salieron durante el séptimo día para reunir maná pero no encontraron”. Verso 27. Ahora Dios desafió al pueblo: “¿Hasta cuándo os rehusaréis a guardar Mis mandamientos y Mis leyes?”. Tanto cuanto nos revela el registro, el pueblo había quebrado solamente un mandamiento. Pero Dios los acusaba de haber quebrado Sus mandamientos y leyes. Cuando ellos quebraron el Sábado, evidentemente había algo más envuelto que el mandamiento en cuestión. Era verdad entonces, así como lo es ahora, que “todo aquel que guarda toda la ley, y sin embargo la ofende en un punto, es culpable de todo”. Santiago 2:10. Cuando Israel quebró la ley del Sábado, Dios los consideró culpables de desobedecer a todos Sus mandamientos y leyes.
 
Debido a su naturaleza peculiar, el mandamiento del Sábado ha sido la prueba de Dios a través de todas las edades. De hecho, esta parece haber sido la intención de Dios desde el comienzo. Él aun está probando al hombre, “si es que ellos van a caminar en Mí ley o no”, probándolos en la cuestión del Sábado. Escuchen estas palabras de Isaías: “Bendito el hombre que haga esto, y el hijo de hombre que lo abraza; que guarda el Sábado de contaminarlo, y que guarda su mano de no hacer ningún mal”. Isa. 56:2.
 
Aquí es enfatizado el mandamiento del Sábado, y una bendición es pronunciada sobre aquellos que lo guardan. Esta bendición es extendida a “los eunucos que guardan Mis Sábados”, y también a “los hijos de los extranjeros, que se unen al Señor, para servirle, y para amar el nombre del Señor, para ser Sus siervos, todo aquel que guarda el Sábado de contaminarlo, y abracen Mí pacto; aun a ellos los llevaré a Mí montaña, y los alegraré en Mí casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre Mí altar; porque Mí casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. Isa. 56:4, 6-7.

 Los eunucos no eran todos los Judíos, y los extranjeros no eran ni Judíos, sino extraños, gentiles. Pero para ellos la promesa de la bendición de Dios fue extendida bajo la condición de guardar el Sábado: “Todo aquel que guarde el Sábado de contaminarlo y abrace Mí pacto, aun a ellos Yo los llevaré a Mí santo monte, y los alegraré en Mí casa de oración”.
 
No se puede suponer que Dios ofrecería estas bendiciones a los que guardasen meramente el mandamiento del Sábado, pero que quebraban los otros nueve. Más bien, Dios estaba siguiendo Su costumbre de hacer del Sábado una prueba, “para probarlos, si van a caminar en Mí ley o no”. Exo. 16:4. Así como a Adán y Eva en el jardín se les dijo que no comieran del fruto prohibido, y de eso fue hecha una prueba de obediencia general,  así Dios ahora hace de la guarda del Sábado una prueba.
 
Charles Hodge, en su “Teología Sistemática”, Vol. 2, pág. 119, dice lo siguiente de la tentación en el jardín:

 “El mandamiento específico que le presentado a Adán de no comer de cierto árbol, no era por lo tanto el único mandamiento que se le pidió que obedeciera. Le fue dado simplemente para que fuese la prueba externa visible para determinar si querría obedecerle a Dios en todas las cosas. Creado santo, con todas sus afecciones puras, era la mayor razón por la cual la prueba de su obediencia tenía que ser un mandamiento externo y positivo, algo que fuese errado simplemente porque estaba prohibido, y que no fuese malo en su propia naturaleza. Se vería entonces que Adán obedecía por el placer de obedecer. Su obediencia era más directa hacia Dios y no a su propia razón”.

 

El Sábado y la Creación

 

 El Sábado está íntimamente asociado con la creación. Las majestuosas palabras: “En el comienzo Dios creó”, son una buena introducción para Aquel que “habló y fue hecho”, que “mandó y apareció”. Como memorial de la creación Dios instituyó el Sábado y les pidió a los hombres que lo observen.

 Al negligenciar el memorial de la creación, el Sábado, los hombres están dispuestos a olvidarse tanto del Dios de la creación como de la misma creación. El criticismo moderno ha tenido éxito en ocultar al Dios del Génesis, el cual es el Dios tanto de la creación como de la redención. El dios al cual adoran los críticos adoran, no es el Dios del Génesis, el cual en seis días hizo los cielos y la tierra, y todo lo que en ella hay. Aun cuando su dios lo creó todo, lo hizo hace millones de años atrás, cuando hizo una pequeña chispa de vida, la cual tuvo el poder de sobrevivir. A través de limo, fluidos, suciedad, peleas y oportunidades, esta pequeña chispa finalmente se hizo dominante, hasta que ahora se considera a sí misma capaz de enseñarle a su Maestro, contradiciendo las declaraciones de Aquel que en el comienzo hizo todas las cosas. La crítica no tiene un espacio para ninguna “caída” en el sentido bíblico de la palabra; consecuentemente no hay necesidad de un Salvador, o Cristo. Consistentemente, hay poca necesidad de una “cruz”, o de un sacrificio, y los hombres no necesitan ser “salvos”. Así, para los críticos, estos son conceptos primitivos, los cuales ellos han abandonado hace mucho tiempo. La evolución es altamente no cristiana, si es que no es definitivamente anticristiana.

Para prevenir, si es posible, que cualquiera de estas teorías sin dios, adquieran importancia, Dios instituyó el Sábado como un memorial de la creación. Si los hombres hubiesen guardado el Sábado, nunca habría habido una alta crítica, evolucionismo, o ateísmo, porque el Sábado habría sido para ellos un continuo recordatorio de Dios y de la creación, y cada semana habría provisto el tiempo necesario para la contemplación y la adoración. Este mandamiento es la base de todos los demás, en el sentido que le provee la ocasión y el tiempo para orar y estudiar, para tener una comunión con Dios en el alma, y ser así un incentivo para una vida santa. Así como María, al sentarse a los pies de Jesús, escogió aquella buena parte, la cual no le sería quitada, de tal manera que los hombres en el Sábado tienen la oportunidad, como en ningún otro día, de sentarse a los pies del Maestro. Pero esta “buena parte” Satanás ha tratado de hacerla desaparecer, y casi ha tenido éxito.

 

El Sábado una Señal de Santificación

 

 El Sábado no es apenas un memorial que apunta hacia la creación. También es una señal del poder vital del cumplimiento presente, una señal del poder de Dios en la transformación de vidas, una señal de santidad, de santificación.

 Dice Dios: “Y les di Mis Sábados, para que sean una señal entre Yo y ellos, para que puedan saber que Yo soy el Señor que los santifica”. “Santifiquen Mis Sábados, y serán una señal entre Yo y vosotros, para que sepáis que Yo soy el Señor vuestro Dios”. “Verdaderamente guardaréis Mis Sábados, porque son una señal entre Yo y vosotros a través de vuestras generaciones; para que sepáis que Yo soy el Señor que os santifico”. Eze. 20:12, 20; Exo. 31:13. Estos textos definitivamente relacionan el Sábado con la santificación. Uno es la señal del otro.

 Algunos se pueden extrañar de que pueda haber una conexión entre el Sábado y el Espíritu Santo; entre santificación y la guarda de un día. ¿Cómo puede el Sábado ser una señal de que el Señor “los santifica”? Consideremos esto.

 La santificación es el poder de Dios en la vida del individuo aplicado de tal manera que todo el ser se vuelve dedicado a Dios y a Su servicio. Es una vida dirigida por el Espíritu bajo el absoluto control de Dios, perfectamente entregada y consagrada. Abraza un intenso deseo de tener comunión con Dios, una búsqueda de las cortes del Señor, un hambre por la divina palabra, la cual es todo consumidora. Cristo lo expresó en estas palabras: “El celo de Tú casa me ha consumido”. Juan 2:17.

 Una vida así no es un accidente, ni tampoco se consigue a través del esfuerzo o del deseo del hombre. Es toda de Dios, el cual trabaja en nosotros tanto en el querer como en el hacer de acuerdo con a Su buen placer. Cuando Dios haya terminado Su obra en nosotros, cuando Él haya reproducido Su propia imagen en el alma, pondrá Su sello de aprobación sobre la vida consagrada. “Aquel que nos ha establecido con Cristo, y nos ha ungido, es Dios; el que también nos ha sellado, y nos ha dado la sinceridad del Espíritu en nuestros corazones”. 2 Cor. 1:21-22. Aquellos que son así sellados, son “sellados con el Espíritu Santo de la promesa”, “sellados hasta el día de la redención”. Efe. 1:13; 4:30. El Sábado es la señal de esta santificación. “Es una señal entre Yo y vosotros a través de vuestras generaciones; para que sepáis que Yo soy el Señor que os santifico”. Exo. 31:13. Es el sello de Dios de aprobación, impreso sobre el corazón por el Espíritu de Dios.

 Porque el Sábado es una señal de santificación, debe incluir desde luego más que la mera abstinencia de trabajar en cierto día. Es en un sentido muy vital verdadero, que ningún hombre no regenerado puede guardar santamente el Sábado. Él puede cesar de sus deberes comunes, puede aun ir a un servicio religioso, pero no le asegura su entrada en el descanso de Dios. Solo un cristiano puede hacerlo. Solo “los que hemos creído entramos en el descanso”. Heb. 4:3. Solamente aquel que es santo puede guardar santamente el Sábado. La verdadera guarda del Sábado es un servicio espiritual que puede ser dado solamente por una persona llena del Espíritu.
 Dios toma conocimiento de los pensamientos e intenciones del corazón y también de la apariencia externa. Como el bautismo presupone una preparación y una condición espiritual, para que no sea apenas el lavado de las manchas de la carne, así la verdadera guarda del Sábado presupone una preparación y una condición espiritual, para que el Sábado no sea apenas un día de indolencia y de inactividad inútil. Que siempre tengamos claramente en la mente que la observancia del Sábado no es primariamente un asunto de descanso del cuerpo. Al contrario, en muchos casos demanda un mayor ejercicio físico que en los otros días.
 
Guardar el día Sábado en forma santa significa entrar en el descanso, en el descanso de Dios. “Aquel que ha entrado en Su descanso, también ha cesado de sus propias obras, así como Dios ha cesado de las Suyas”. Heb. 4:10. Dios no descansó porque haya estado cansado. “El Dios eterno, el Señor, el Creador de los límites de la tierra, no desfallece, ni se cansa”. Isa. 40:28. “Dios descansó el séptimo día de todas Sus obras”, pero el descanso fue primariamente un descanso espiritual. Heb. 4:4. Aun cuando Adán descansó con Dios en aquel primer Sábado, ese descanso no fue producido por una exigencia de un agotamiento físico. Fue primariamente un descanso con Dios, una experiencia espiritual, un día de comunión e instrucción.

 Estas consideraciones dejan claro que la verdadera guarda del Sábado envuelve una completa dedicación a Dios. El Sábado es un pedacito de cielo transferido a esta tierra. Es una pequeña muestra de lo que el cielo será. El hombre que lo guarda tal como Dios quiere que sea guardado, tiene que estar en paz con Dios. No solo su cuerpo tiene que descansar. Más bien, toda su alma, cuerpo, y espíritu tienen que ser usados en ese día para el servicio de Dios, y toda cosa mundana tiene que ser eliminada.

 La mente es probablemente la última cosa sobre la cual obtendremos un control total. Muchos cristianos pueden controlar, algunos más otros menos, en ciertos grados sus cuerpos y sus deseos. Algunos pueden controlar sus lenguas y sus temperamentos, aun cuando muchos fallan en esto. Son pocos, si es que hay algunos, que han alcanzado la norma impuesta por el apóstol Pablo, el cual considera el poder de Dios suficiente como para “derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5.

 No es cosa fácil llevar nuestros pensamientos a la cautividad. ¿Quién no se ha encontrado en la iglesia pensando en cosas que no tienen ninguna conexión con la adoración? Es posible que una persona vaya al servicio religioso en el Sábado, pero su yo, su corazón, su mente, sus pensamientos, pueden estar muy lejos. Se necesita un tremendo control, mucho mayor de lo que el ser humano puede hacer en su propia fuerza, para controlar la mente. Si la guarda del Sábado no incluye el corazón ni la mente, entonces no es realmente una guarda del Sábado.

 En perplejidad podemos todos preguntar, ¿cómo se puede lograr esta forma de guardar el Sábado? ¿No es esta una norma imposible de ser alcanzada? A esto se puede responder que probablemente hemos estado satisfechos con una norma muy baja en relación a la guarda del Sábado. Algunos creen que es suficiente ir a la iglesia el Sábado en la mañana, y cuando ya han hecho eso, se sienten libres para hacer lo que se les de la gana el resto del día. Otros son más conscientes. Ellos no irían a profanar el día ni siquiera haciendo viajes ni viendo cosas innecesarias, o durmiendo en esas preciosas horas. A despecho de esto, ellos sienten que sus mentes vagan, y que hay poco Sábado en el alma. A veces sus mentes corren desbocadamente y tienen que ser llamadas de vuelta a la normalidad, pero aun con las mejores intenciones, son incapaces de llevar sus pensamientos a la cautividad de Cristo. Que la guarda del Sábado en su más alto sentido incluya una mente que permanece en Dios, una mente que guarda el Sábado así como lo hace el cuerpo.

 Para ejercitar la mente de tal manera que permanezca en Dios es uno de los propósitos del Sábado. Es un día que debiera ser usado para ejercitar la santidad, en comunión con Dios, en practicar la presencia de Dios. El hombre que tenga éxito en esto, que realmente guarda el Sábado completamente, ha alcanzado el blanco que Dios le ha colocado por delante. Él está santificado, ha alcanzado la norma de Dios. Dios puede colocar Su sello de aprobación sobre él, puede colocar Su nombre en su frente, y exhibirlo al mundo como un producto terminado de lo que el cristianismo puede hacer por el hombre. Un hombre así ha usado el Sábado de acuerdo con el propósito en que este fue hecho; consiguió cumplir con lo que Dios tenía en mente; se ha vuelto la señal y el sello de la santificación, y Dios lo considera Suyo.

 “Yo les di Mis Sábados, para que sean una señal entre Yo y ellos, para que sepan que Yo soy el Señor que los santifica”. Eze. 20:12. Así como los hombres son instruidos en justicia en el Sábado cuando van a adorar; así como Dios graciosamente se acerca en ese día como en ningún otro; así como los pecados les son revelados, para que puedan renunciar a ellos; así como la santidad es mantenida delante de ellos como siendo algo posible de ser alcanzado; así como la convicción les viene de que la guarda del Sábado debe incluir el corazón, la mente, el alma y el cuerpo; así como repentinamente se les ilumina la mente y llegan a la conclusión de que todo pensamiento tiene que ser llevado a la cautividad de Cristo; así como la norma es constantemente elevada y ellos gritan a Dios pidiendo ayuda, los hombres comienzan a entender la tremenda influencia que tiene la guarda del Sábado en el cristianismo. Muy luego comprenden cuán íntimamente ligados está la santificación y el Sábado, y cómo el Sábado puede ser una señal de que tienen que conocer que el Señor es su santificador. Para ellos la guarda del Sábado y la santificación se vuelven sinónimos, porque entienden que solo el hombre que está completamente santificado puede guardar el Sábado tal como Dios quiere que sea guardado.

 Aun cuando hemos enfatizado el aspecto espiritual del Sábado, y que es una señal entre Dios y Su pueblo, en otro aspecto el Sábado es una señal para el mundo. Entre Dios y Su pueblo el Sábado es una señal de santificación; entre en pueblo de Dios y el mundo el Sábado es una señal de separación, una marca de distinción entre aquellos que le obedecen a Dios, que han salido del mundo para entrar en el descanso celestial, y aquellos que son descuidados y desobedientes. Tan ciertamente como Dios en los tiempos antiguos usó el Sábado para “probarlos, para ver si andarían en Mí ley o no”, así Dios usa el Sábado ahora. Exo. 16:4. Esto se hace evidente a través del estudio de la última iglesia tal como ha sido caracterizada en el libro de Apocalipsis.

 

La Última Iglesia

 

 El capítulo 14 de este libro nos trae un pueblo que permanece en pie con el Cordero sobre el monte Sión. Ellos son sin mancha, sin falta, son totalmente dedicados a Dios, siguen al Cordero dondequiera que Él vaya. Versos 1-4. Este mismo pueblo es mencionado en el capítulo 7 como habiendo sido sellado con el sello del Dios viviente en sus frentes, y en el capítulo 14 son vistos con el nombre del Padre escritos ahí. Apoc. 7:1-4. Evidentemente que existe una íntima conexión entre el nombre del Padre y el sello.

 El Espíritu Santo está íntimamente conectado con el sello de Dios. “Seréis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. “No contristéis el Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados hasta el día de la redención”. Efe. 1:13; 4:30.

 Debe observarse que mientras estos pasajes no dicen que el Espíritu Santo sea el sello en Sí mismo, sí afirman que el Espíritu es el medio que Dios usa para imprimir el sello. Somos sellados con y por el Espíritu de Dios.

 El sustantivo griego traducido como “sello” y su verbo, poseen en su raíz el significado de “cercar”, “encerrar”, con el propósito de proteger contra una mala apropiación, para mantener algo seguro, para preservarlo. Así, cuando un sello es colocado en algún documento, sirve para proteger ese documento contra falsificaciones, lo guarda, tal como está, y testifica de su pureza, y hace con que el fraude sea peligroso, sino imposible. Un sello también es una señal de aprobación, un atestado  de verdad y de genuinidad, una marca de autoridad y de pertenencia, una prueba de calidad.

 “A este selló Dios el Padre”. Juan 6:27. Cristo está aquí hablando de Sí mismo. Él declara que Él ha sido sellado por el Padre. Entendemos que esto quiere decir que Cristo tiene la aprobación del Padre, que cualquier cosa que el Hijo haya hecho, satisface al Padre y lo complace, y que apoya la obra de Cristo.

 De la misma manera entendemos que los 144.000 mencionados en Apocalipsis poseen el apoyo del Padre. Ellos son sellados con el sello del Dios viviente; ellos poseen el nombre del Padre en sus frentes; son aprobados por Él. Son sin falta; guardan los mandamientos de Dios. Apoc. 14:12.

 

Los Mandamientos de Dios

 

 Esto último es importante. Creemos que estamos viviendo en los últimos días, y que la iglesia mencionada en Apocalipsis 14 es la última iglesia de Dios en la tierra. Esto es evidente a partir de las declaraciones que siguen a continuación. Se ve una nube blanca, “y sobre la nube Uno parecido al Hijo del hombre sentado”, tras lo cual viene el fin del mundo. Apoc. 14:14-16. La iglesia que guarda los mandamientos de Dios es la última iglesia de Dios en la tierra.

 Las características distintivas de esta iglesia es que “guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Verso 12. Esta es una declaración extraordinaria, teniendo en vista las condiciones actuales. Pocas iglesias en este tiempo aprecian los mandamientos de Dios. Están más bien inclinados a deshacerse de ellos como de aquellos que los guardan y así lo enseñan a los hombres. La principal distinción entre aquellos que guardan los mandamientos y aquellos que no los guardan, es el Sábado. Esta distinción está tan clara ahora como cuando Dios hizo del Sábado una señal, para que sepáis que Yo soy el Señor vuestro Dios”. Eze. 20:20. El Sábado aun es una señal, una marca de distinción, que hace la diferencia entre aquellos que sirven y obedecen al Señor, y aquellos que obedecen a una promulgación humana patrocinada por el hombre de pecado. El Sábado es una señal de “que Yo soy el Señor vuestro Dios”. Es la señal de Dios, Su marca distintiva.

 Es interesante observar que el mandamiento del Sábado es el único mandamiento en la ley que contiene el nombre de Dios a quien servimos, y lo define como siendo el Creador. Otros mandamientos mencionan a Dios, pero el cuarto es el único que Lo distingue de los así llamados dioses, y Lo señala como Aquel que en seis días hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.

 “El Señor es el verdadero Dios, es el Dios viviente, y el Rey eterno... Él ha hecho la tierra por Su poder, Él ha establecido el mundo por Su sabiduría, y ha hecho los cielos por Su discreción”. Jer. 10:10-12. Por otro lado, “los dioses que no han hecho los cielos ni la tierra, aun ellos perecerán de la tierra”. Verso 11. Pero, “Yo soy el Señor que hago todas las cosas, que hago el cielo solo; que distribuyo la tierra por Mí mismo”. Isa. 44:24.
 
Aquí Dios hace una distinción entre Él mismo y otros así llamados dioses. Y la distinción que Él hace es que Él es el Creador, Él hizo los cielos y la tierra, y Él lo hizo “solo”. Los otros dioses que no hicieron los cielos ni la tierra tienen que morir.

 Es esta distinción que el cuarto mandamiento hace resaltar. Y es el único mandamiento que lo hace. Revela al Dios verdadero y viviente dando Su nombre, dando la extensión de Su reino, y diciéndonos que el Dios del Sábado es el Dios que creó todas las cosas, y que por lo tanto es el justo gobernante de todo. El Dios “que te formó” es el mismo Dios que “te redimió”. Isa. 43:1. Esto es, Dios es tanto el Creador como el Redentor. “No hay dios fuera de Mí; un Dios justo y Salvador; no hay nadie fuera de Mí. Miradme, y sed salvos, todos los confines de la tierra; porque Yo soy Dios y no hay otro”. Isa. 45:21-22.

 En estos textos, como también en otros, la creación y la redención son colocadas juntas. Ambas son realizadas por el mismo Dios. Como un memorial de la creación Él instituyó el Sábado, y Él hizo este mismo Sábado una señal de la redención, “una señal entre Yo y vosotros, para que sepáis que Yo soy el Señor que los santifico”. Eze. 20:12. El Sábado, por lo tanto, se vuelve una señal de toda la actividad de Dios, de Su poder creador en el universo, y de Su poder recreativo en el alma. Fuera de este, no hay otros poderes.

 El mandamiento del Sábado contiene todos los constituyentes de un sello: el nombre de Dios está ahí; Su territorio y su extensión son mencionados, cielo y tierra; Su doble obra es registrada: Él es creador y también es “tú Dios”, esto es, Él es Creador y también Redentor. Estas tres especificaciones, el nombre, el territorio y la obra o posición de aquel a quien le corresponde la inscripción, constituyen lo esencial de un sello. Estas características se encuentran todas en el mandamiento del Sábado.
 
Analizando el sello de Dios, hay otra declaración que también debiéramos llevar en consideración. Esta se encuentra en 2 Tim. 2:19, y dice así: “Pero el fundamento de Dios está seguro, teniendo este sello, el Señor conoce a los que Le pertenecen. Y, que todo aquel que invoca el nombre de Cristo se aparte de iniquidad”.
 
El sello, tal como ha sido descrito aquí, posee dos aspectos; primero, “el Señor conoce a los que Le pertenecen”; segundo, “que todo aquel que invoca el nombre de Cristo se aparte de iniquidad”.

 La primera inscripción nos informa de que aun cuando el Sábado es una señal de que “tenéis que conocer que Yo soy el Señor” (Exo. 31:13), de la misma manera “el Señor conoce a los que Le pertenecen”. El pueblo de Dios sabe que no es a través de ellos mismos que se produjo la santificación. Ellos saben que es el Señor que los santificó. Y Dios sabe quiénes son.
 
La segunda inscripción nos informa que todo aquel que invoca el nombre del Señor tiene que apartarse de la iniquidad; esto es, que todos los que llevan el nombre de Dios, que lo llevan escrito en sus frentes, han cesado de pecar. Son santos, son sin falta aun delante del trono de Dios. Apoc. 14:5.

 Cuando resumimos lo que hemos aprendido en relación a la señal y al sello de Dios, encontramos lo siguiente: justo antes de la venida del Señor en las nubes del cielo, Dios tendrá un pueblo, una iglesia, que reflejará Su imagen completamente. Ellos llevarán Su sello de aprobación, serán sellados con el sello del Dios viviente, tendrán el nombre del Padre en sus frentes, guardarán los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La marca distintiva entre ellos y los cristianos nominales será la cuestión del Sábado. Esto, sin embargo, será más que la cuestión de un día, porque para la iglesia de Dios el Sábado no es apenas el memorial de la creación; también es una señal de santificación. Serán un pueblo santo, sin mancha ni contaminación, sin siquiera una falta. Conocerán a Dios, y serán conocidos por Él.

Se abstendrán de iniquidad, de pecado, y Dios los aprobará de tal manera que colocará Su nombre en sus frentes, y así serán sellados hasta el día de la redención, sellados con el Espíritu Santo de la promesa, y llevarán la señal o sello de la santificación, todo lo cual está incluido en la guarda de los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. El Sábado será la señal externa, la marca, el sello, que los distinguirá de aquellos que no obedecen ni reconocen los mandamientos de Dios. Pero para la iglesia el Sábado tendrá un significado más profundo que el de apenas una marca distintiva. Para ellos significará santificación, y será la señal entre ellos y Dios, que los marca como siendo de Él. 

 



 
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