Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  El conflicto Final
 
El conflicto Final
M.L.Andreasen

 

El Conflicto Final

Siempre ha habido un conflicto entre el bien y el mal. En la misma naturaleza de esto, podemos ver que esto tiene que ser así. La primera promesa en la Biblia contiene estas palabras de Dios: “Pondré enemis-tad entre ti y la mujer”. Gen. 3:15. Esta enemistad está ordenada por Dios. Mientras exista el pecado, esta enemistad permanecerá. No puede ser de otra manera.
 No sabemos cuando comenzó la controversia original entre el bien y el mal en el cielo, pero tiene que haber sido antes que Adán y Eva fuesen creados. De cualquier manera, después que Satanás pecó, “hubo guerra en el cielo; Miguel y Sus ángeles pelearon contra el dragón; y el dragón peleó con sus án-geles”. Apoc. 12:7. Esta guerra, después de haber sido transferida a la tierra, ha continuado hasta hoy, y culminará en el último gran conflicto, cuando Satanás “hará guerra contra el remanente de su semilla, los que guardan los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús”. Verso 17.


Lucifer

 

 En relación al comienzo del conflicto, poseemos algunas citas en la Biblia. Satanás, o Lucifer, como era entonces llamado, tenía una posición muy alta en las cortes celestiales, tal vez la más alta de todas las criaturas creadas. Él fue uno de los dos querubines ungidos que eran cubridores. La declaración dice: “Tú eres el querubín ungido que cubre”. Eze. 28:14. En el lugar santísimo en el santuario terrenal habían dos ángeles hechos de oro que estaban en pie con las alas abiertas cubriendo el trono de la misericordia, junto al cual estaba la ley de los diez mandamientos. Exo. 25:20; 37:9; 1 Cron. 28:18. Estos dos ángeles representan la hueste angélica que rodea el trono de Dios, y que permanecen en Su presencia inmediata. La palabra “cubridor” significa aquí encerrar, restringir, proteger. La Versión Douay lo traduce así: “Tú, un querubín desplegado y protector”. Eze. 28:14. Lucifer era uno de estos querubines en el santuario celestial. Su trabajo era rondar sobre, proteger, los oráculos de Dios.
 Queremos llamar la atención a otra declaración que arroja alguna luz sobre la carrera de Lucifer. Esta es la declaración: “Tú eras el resumen de la perfección, lleno de sabiduría y perfecto en belleza”. Eze. 28:12. “Tú eras el resumen”. La lectura aquí es realmente difícil. Puede significar, como algunos creen, que Lucifer en sí mismo selló todo lo que es perfecto, que él era completo, sin falta. Si así fuese, la declaración estaría en armonía con la que sigue inmediatamente: “Lleno de sabiduría y perfecto en belleza”.

 Hay otra traducción que nos parece más correcta. La palabra hebraica toknith, traducida como “re-sumen”, es usada apenas en otra parte, en Eze. 43:10, y allí es traducida como “padrón”. Su verdadero significado es medida, norma, todo lo que sea exacto o perfecto en naturaleza. La palabra hebraica para sello, chatam, significa cortar, imprimir con un sello; esto es, atestiguar, confirmar, verificar. La frase “Tú eras el sello” es una frase participativa en el hebraico, y tiene que traducirse como “tú eres el sellador de”, aun cuando algunas versiones antiguas y algunos manuscritos hayan colocado “anillo sellador” o “anillo de signo” en vez de sellador. De cualquier manera, la traducción podría adecuadamente ser, “Tú eres el sellador de la medida”. Lange sugiere lo siguiente: “Tú confirmas la medida”; Young dice: “Tú estás sellando una medida”; la American Revised Version dice al margen: “Tú sellaste el resumen [margen, “medida o padrón”]; la Versión Danesa dice: “Tú imprimiste el sello sobre toda la medida”.

 Estas traducciones diferentes dan la misma idea general, que Lucifer tenía algo que ver con el sello, que él poseía el anillo sellador, y que aquello que era sellado era algo perfecto, un padrón, una medida. Nosotros, por lo tanto, con el apoyo de la traducción original, lo traducimos: “Tú eres el sellador de la medida”. Nosotros tomamos la palabra “medida” queriendo significar ley, un uso común, y entonces queda: “La legislatura ha pasado una nueva medida”.

 El gobierno de Dios es un gobierno organizado. El orden existe en todas partes. Nada es dejado al acaso. Cada individuo tiene que hacer su parte. Las estrellas en sus órbitas, el ordenado proceso de la naturaleza, la uniformidad de la ley, todo testifica de la existencia de un Creador, el cual es sistemático, imparcial, perfecto.

 Así como Dios le ha dado a cada hombre su trabajo para evangelizar el mundo, así todas las criaturas inteligentes en el universo tienen su trabajo que hacer. En su sueño Jacob vio una escalera que se extendía desde el cielo hasta la tierra, y ángeles subiendo y bajando por ella. Gen. 28:12. Zacarías vio compañías de ángeles patrullando la tierra e informando sus hallazgos. Zac. 1:8-11. Fueron enviados ángeles con una espada para guardar el camino hacia el árbol de la vida. Gen. 3:24. Un ángel cuidó las aguas, otro el fuego. Apoc. 16:5; 14:8. Creemos estar en lo correcto al pensar que a cada ángel y a cada ser creado se le ha dado un trabajo para hacer, y que en el mundo que viene lo mismo aun será verdadero.

 

El Guardador del Sello

 

 El más alto funcionario en el gobierno es el guardador del sello. Una posición así ocupaba Lucifer. Él era uno de los ángeles cubridores, uno de aquellos a los cuales se les dio la tarea de cuidar la ley, de protegerla. Él era el sellador, o el guardador del anillo sellador que era usado para atestiguar cualquier ordenanza o medida cuando esta era aprobada. Su posición era la más alta que cualquier ser creado podía ocupar.

 Esto arroja luz acerca de una de las actividades subsecuentes de Lucifer. Habiendo sido privado de su oficio de guardador del sello, él debiera haber estado naturalmente interesado, como lo estuvo al instaurar su trono, en todo aquello que tuviera que ver con el sello. Que él se consiguió otro sello parece ser lo más razonable, y que este sello sería su marca distintiva, así como lo había sido el sello de Dios para él hasta ese instante, también es obvio. Naturalmente, él trataría de substituir uno por el otro, y cada sello permanecería respectivamente representando la autoridad de cada gobierno.

 Satanás “fue un asesino desde el comienzo, y no ha permanecido en la verdad”. Juan 8:44. Este texto lleva consigo la controversia original en el cielo. Satanás era un asesino, y también un mentiroso. El asesinato encuentra su origen en el odio. Este odio llegó a su máximo en el Calvario, donde Satanás tuvo una oportunidad de mostrar a quién odiaba. Por lo tanto estamos justificados en nuestra conclusión de que Satanás odia a Cristo desde el comienzo, y ya traía en su corazón el asesinato desde el cielo.

 ¿Qué causó este odio? La Biblia nos da alguna luz también en esto. Lucifer no estaba satisfecho con la posición que tenía. Él quería ser como Dios. Era este honor al cual renunció Cristo. Cristo era como Dios; Él era Dios. Él “no consideró ser un robo el ser igual con Dios; sino... que se humilló a Sí mismo”. Fil. 2:6-8. La frase “no consideró ser un robo” puede ser traducida: “no pensó que fuese algo a que aferrarse”; esto es, no pensó que fuese algo sobre lo cual colocar un pensamiento egoísta. Lucifer dijo en su corazón: “Subiré al cielo, exaltaré mi trono sobre las estrellas de Dios; también me sentaré sobre el monte de la congregación, al lado del Norte; subiré sobre las más altas nubes; seré como el Altísimo”. Isa. 14:13-14.

 Esto fue lo que Lucifer “dijo en su corazón”; esto es, él las pensó. Pero fue más lejos. No solo pensó que sería “como el Altísimo”, sino que trató de llevarla a cabo. Cuán lejos consiguió andar en este camino, no lo sabemos, pero que trató de establecer un gobierno independiente en el cielo, estando él mismo a la cabeza, es evidente. No solamente planificó exaltar su “trono sobre las estrellas de Dios”, sino que vino el tiempo cuando se atrevió a decir: “Yo soy un Dios. Yo me siento en el trono de Dios”. Eze. 28:2. Esto indica muy fuertemente que Lucifer anda alrededor de sus seguidores en el cielo, declarándose jefe, y que colocó su trono con la intención de gobernar. Colocó su “corazón como el corazón de Dios”. Esto es simplemente una rebelión. Y rebelión significa guerra.

 “Hubo guerra en el cielo”. Apoc. 12:7. No sabemos cuáles son las armas que se han usado en esta guerra. Pero sí sabemos que como resultado “el gran dragón fue lanzado fuera, aquella antigua serpiente, llamada el diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; él fue lanzado a la tierra, y sus ángeles fueron lanzados con él”. Apoc. 12:9. Sabemos aun que “el dragón se enojó con la mujer, y fue a hacerle guerra al remanente de su semilla, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Verso 17.

 La “mujer” aquí mencionada es la iglesia, y el “remanente de su semilla” se refiere a los justos que están viviendo justo antes del fin. Jer. 6:2; 2 Cor. 11:2. Contra ellos está airado Satanás; esto es, él los odia. Este odio sin duda está íntimamente relacionado con el hecho de que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.
 Este texto posee un cercano paralelo con la declaración que aparece en el capítulo 14 de Apocalipsis, la cual menciona a aquellos “que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Verso 12. En uno de los textos se dice que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús; en el otro se dice que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. La diferencia entre ambas declaraciones es que en una ellos guardan la fe de Jesús, y en la otra ellos poseen el testimonio de Jesucristo. El “testimonio de Jesús es el Espíritu de Profecía”. Apoc. 19:10.

 

El Dragón y la Mujer

 

 El dragón que hace guerra con la mujer es “aquella antigua serpiente, llamada el diablo y Satanás”. Apoc. 12:9. Aquellos contra los cuales él hace guerra son el “remanente de su semilla”. Tal como lo mencionamos antes, el remanente es la última iglesia en la tierra, la última generación de cristianos que viven justo antes que el Hijo del hombre aparezca en las nubes del cielo. Entre ellos y Satanás habrá guerra. Satanás está airado contra ellos, y trata de destruirlos. Si Dios no interviniera, no habría ayuda para ellos. Pero Cristo viene a salvarlos. Él los traslada al cielo, mientras un gran ángel “prendió al dragón, aquella antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y la ató por mil años”. Apoc. 20:2. La historia de este conflicto es muy interesante.

 En la historia del jardín del Edén, Satanás y la primera mujer estuvieron cara a cara. En su inocencia ella fue vencida, y Satanás ganó la victoria. En el último conflicto, Satanás nuevamente le hace la guerra a la mujer. Pero ahora el resultado es diferente. Satanás será derrotado, y la mujer será victoriosa.
 Ya se ha observado que la mujer simboliza a la iglesia en la visión registrada en el capítulo 12 de Apocalipsis. Aun cuando no es el propósito de hacer una explicación exhaustiva de ese capítulo, puede ser bueno observar lo principal.

 Un gran milagro sucedió en el cielo: una mujer vestida con el sol, la luna bajo sus pies, y en su cabeza una corona de 12 estrellas. Verso
1. La mujer estaba a punto de dar a luz un niño, “el cual iba a gobernar todas las naciones con una vara de fierro”. Verso 5. El dragón estaba delante de ella “para devorar a su hijo tan luego como naciera”. Verso 4. El niño, sin embargo, “fue llevado hasta Dios y a Su trono”. Verso 5.
 El relato es tan claro que no necesita mucha explicación. El niño es Cristo. Los hombres malos, guiados por Satanás, estaban listos para herir al niño apenas naciera. Fue necesario que los padres huye-ran a Egipto, y cuando finalmente la obra de Cristo fue terminada, Él fue llevado hasta Dios y a Su trono.

 A primera vista pareciera que de acuerdo con esta interpretación la mujer mencionada debiera ser la madre de Jesús, María. Esto, sin embargo, parece no ser el caso. Porque después que el niño fue lle-vado, “la mujer huyó al desierto, donde ella tenía un lugar preparado por Dios, para que pudieran alimentarla durante 1260 días”. Verso 6. Generalmente se concuerda en que los 1260 días aquí menciona-dos son días proféticos, cada uno representando un año. Esto no podría ser así, si fuese María la que fuese mencionada anteriormente.
 Pero esta no es la única razón para creer que la mujer aquí mencionada es la iglesia y no un individuo. El verso 13 declara que Satanás “persiguió a la mujer”, y el verso 14 añade que a “la mujer se le dieron dos alas de una gran águila, para que pudiera volar hacia el desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo, de la cara de la serpiente”. La última declaración del capítulo es que el dragón hizo guerra “con el remanente de su semilla, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Verso 17. Este remanente, tal como lo hemos observado anteriormente, está compuesto por los justos de la última generación. Por lo tanto nosotros sacamos la conclusión de que la mujer es la iglesia de Dios, descrita simbólicamente en estos versos.

 En la guerra entre el dragón y la mujer, entre el bien y el mal, Satanás puede usar medios que le dan una inmensa ventaja. Él puede usar falsedades, engaño, trapacería, medias verdades, intimidaciones, lo que nadie del pueblo de Dios puede admitir, ni siquiera por un momento. Y Satanás es un experto en el uso de todo eso. Con una estrategia astuta sus emisarios acusan al pueblo de Dios de sus fallas; y estos, no queriendo decir nada más que la verdad, confiesan sus fallas, las cuales son inmediatamente aumentadas hasta proporciones exageradas por el enemigo. Así ha sido siempre. La justicia es hecha aparecer como si fuese pecado, y el pecado como si fuese justicia.

 Satanás nunca juega limpio, ni tampoco aparece en un combate abierto si así puede hacerlo. Nunca se enfrenta a un ser humano con las mismas armas, sino que siempre ataca cuando su oponente está débil, enfermo, desanimado. Ni tampoco usa un ataque frontal. Generalmente es una puñalada por la espalda, una flecha envenenada lanzada desde una emboscada, un cobarde asesinato en la oscuridad. Apenas nació el niño Jesús ya Satanás trató de asesinarlo, y tanto la madre como el niño tuvieron que huir a Egipto. En el desierto, cuando el hambre había debilitado a Cristo, entonces, y no antes, Satanás lo atacó con sus tentaciones. Y así es con todos aquellos que tratan de resistirle. Aquel que no dudó en asesinar al niño Jesús, se rebajará a cualquier acto vil y despreciable. Nada le es indigno.

 

El Conflicto Final

 

 El conflicto final será sin duda el mayor engaño de todos los tiempos. Satanás sabe que será su última oportunidad, y que si pierde esta batalla, todo estará perdido. El engaño y la sabiduría que él ha obtenido a través de los siglos del pasado serán usados en un esfuerzo supremo. Él apuesta todo en el resultado.

 ¿Qué es lo que está en juego en esta controversia? Para Satanás, todo; para el pueblo de Dios, todo; para Dios, mucho. Estudiemos esto.

 La decisión de Dios de no destruir a Satanás después que hubo pecado, puede ser defendida so-lamente bajo la base de que había algo más en juego que apenas la vida de Satanás. Si solamente hubiese que llevar en cuenta a Satanás, habría habido expediente como para colocarlo fuera del camino, y cuanto antes mejor. Pero había una multitud de ángeles cuyo bienestar estaba en peligro. También, Dios iba a crea r al hombre, y el hombre tiene que ser llevado en consideración. Si Dios iba a hacer del cielo un lugar seguro para toda la eternidad, era necesario que se le diese a Satanás permiso para desarrollar su teoría de gobierno, la cual él reclamaba ser superior a la de Dios, y que demostrara lo que iba a hacer si tuviese la oportunidad de hacerlo. Los ángeles no conocían a Lucifer tal como lo conocía Dios. Para evitar cualquier posible mal entendido en el futuro, Dios tuvo que permitirle a Satanás que estableciera un gobierno al cual todos se someterían voluntariamente, bajo su supervisión. Si se le permitía hacer eso, el tiempo demostraría la naturaleza de su gobierno. Los ángeles y los hombres tendrían una demostración visual de los resultados de seguir a Satanás, y tendrían amplias oportunidades para compararlo o contrastarlo con el gobierno de Dios. El experimento le daría un sólido fundamento al hecho de poder escoger, sea cual fuese la elección.

 A menudo se ha dicho, y necesita ser repetido para enfatizarlo, que no habría sido sabio por parte de Dios de disponer de Satanás tan luego como hubo pecado. Los otros ángeles habrían servido a Dios con cierta aprensión y miedo, porque habrían sabido que así que Lo hayan desagradado, serían destruidos. También, pudiera ocurrirles que Dios estuviese temeroso de Satanás, de sus planes y propósitos, porque si no fuese así, les habría dado la oportunidad para demostrarlo. De cualquier manera, ellos sabían lo que les esperaba si se desviaban de la voluntad de Dios. Si Satanás hubiese sido muerto inmediatamente, el cielo nunca habría sido el mismo, después de eso. El amor de los ángeles por Dios habría estado mezclado con aprensión, y en muchas mentes habría permanecido la pregunta en relación a por qué no se le permitió a Satanás que demostrase lo que tenía en mente.

 No queremos dar la impresión, sin embargo, de que Dios fue forzado a hacer lo que hizo. Más bien, lo que Él hizo fue exactamente lo que quería hacer, sin importar lo que Satanás deseaba. Después del pecado, aun cuando no era bien recibido, Dios quería que su verdadera naturaleza fuese revelada. Él no estaba apenas deseándolo, sino que estaba ansioso para que se de una completa oportunidad de mostrarse. Los ángeles y los hombres tenían que tener un campo libre para decidir, y el escoger, para que fuese algo decisivo e irrevocable, tenía que estar basado en el pleno conocimiento de todos los factores envueltos. Dios no es responsable por el pecado; pero desde que apareció el pecado, Dios está ansioso para que se le de una oportunidad a Satanás para que se demuestre lo que este puede hacer (el pecado).

 El engaño del pecado nunca es aparente en su concepción. El `pecado a menudo parece ser bello e inocente. Eva no vio nada errado en el árbol, o con la fruta a la cual se le había dicho que no comiera. De hecho, para ella “era buena”, “era agradable”, era “deseable”. Gen. 3:6.

 El fin del pecado es totalmente diferente del comienzo. Eva no pudo entender que la muerte es-tuviese presente en el comer de esa fruta que parecía tan apetitosa. Ella no sabía que como resultado de la entrada del pecado en el mundo, debido a la transgresión de ella y de Adán, uno de sus hijos iba a matar al otro. Ella no sabía que en siete generaciones el hombre estaría tan corrompido que “toda imaginación de los pensamientos de sus corazones” sería “solamente mala continuamente”. Gen. 6:5. La fruta parecía tan “buena”; era “agradable”, “era deseable”. ¿Por qué no probar? Ciertamente no podría haber tanto daño en eso.Lucifer era uno de los mayores ángeles, brillante, perfecto en belleza, tan lleno de sabiduría que nada se le podía ocultar. Eze. 28:17,12,3. Ciertamente ningún mal podría provenir de él. ¿No eran acaso sus “caminos” perfectos? Verso 15. Si Dios les hubiese contado a los ángeles lo que Lucifer era capaz de hacer, después que se separó del camino correcto, habría sido difícil que ellos creyesen que Él real-mente lo sabía. ¿No se había Lucifer unido con ellos cuando las antífonas angelicales ascendían en alabanza a su Creador? ¿No se había unido con ellos en adoración y al cantar, “Santo, Santo, Santo”? no había permanecido él en la propia audiencia de Dios como custodio del sello y guardián de la ley? ¿Se-ría posible que un ser así se rebelara contra Dios sin justa causa? Aun cuando se rebelase, ciertamente nunca se rebajaría a hacer algo que de alguna manera fuese cuestionable, sino que siempre levantaría en alto los santos principios que él mismo había ayudado a instilar en su propio ser.
 ¿Cómo podrían los ángeles creer que Lucifer, a quien habían reverenciado, podría causar daño o torturar aun a la menor de las criaturas de Dios? ¿Cómo podrían creer que él causaría dolor, tristeza, enfermedad, agonía o muerte? ¿Cómo podrían creer que siendo que una vez aceptó a Cristo en su poder, lo azotaría hasta que la sangre corriese por Sus espaldas, le pusiese una corona de espinos en su frente, y que le clavaría crueles clavos en sus manos y que lo colgaría en una cruz para que sufriera una muerte demorada? ¿Cómo podrían creer que Lucifer haría con que millones de millones sufriesen dolor y una insoportable agonía, y muchos torturados hasta la muerte siendo asados a fuego lento?

 No, sería difícil que los ángeles creyesen esto. Pero sería difícil solo porque no conocían la insidiosa naturaleza del pecado. Cuando finalmente vieron a Satanás hacer las cosas aquí descritas, fueron vencidos con el odioso, pavoroso, revoltante poder del mal, a través de las demostraciones de Satanás y sus reacciones a esto, y el cielo fue hecho un lugar seguro tanto para los ángeles como para los santos. Es dudoso que pudiese ser hecho un lugar seguro a través de cualquier otro medio.
 La controversia, de acuerdo con los registros humanos, han continuado durante aproximadamente seis mil años. Estamos en la etapa final. Luego vendrá el momento decisivo sobre el cual tanto depende. Satanás ha tenido abundante tiempo para demostrar lo que hará si se le da la oportunidad. Dios también ha estado haciendo una demostración. El clímax final está justo delante de nosotros.

 Cuando se menciona el fin del mundo, algunos (y también hay algunos cristianos entre ellos), reaccionan desfavorablemente, creyendo que si realmente hay algo así como el fin del mundo, eso está muy lejos, y no les preocupa ni a ellos ni a sus hijos. Nosotros pensamos y creemos que en muchos casos esto se debe a un mal entendido o tal vez a una falta de información. Algunas pocas observaciones no debieran estar demás en relación a este importante asunto.
 No es nuestra intención entrar en un pleno análisis del asunto de la segunda venida de Cristo y del fin del mundo. Consideraremos, sin embargo, un privilegio presentar aquella fase que nos preocupa en este análisis.

 

El Sufrimiento de Dios

 

 Aun cuando tratemos de exonerar a Dios de toda responsabilidad con relación al estado actual del mundo, existen algunas cosas de las cuales Él no puede escapar de su responsabilidad, y de las cuales no quiere ser excusado. Ya hemos analizado el asunto de la imprudencia de destruir a Lucifer cuando recién había pecado. Creemos que cualquier persona que piense en este asunto, concordará con esto. En cualquier caso, Dios escogió no destruir a Satanás. Pero al escoger no destruirlo, Dios en realidad escogió permitir el presente estado de cosas en el mundo. Mientras decimos que Dios no es responsable por el pecado, debemos al mismo tiempo admitir que Dios permite el pecado. La verdad es que Dios tenía poder para destruir a Satanás, y escoger no hacer lo que hizo. Si Él no lo destruyó, pero permitió su nefasta obra, Dios tiene que hacerse responsable de Sus acciones. Esto Él lo hizo.

 No necesitamos entrar aquí en la cuestión de cómo Dios anuló las intrigas de Satanás. Donde abunda el pecado, la gracia sobreabunda. Nadie necesita ser engañado o perderse. Dios “alumbra a todo hombre que viene al mundo”. Juan 1:9. Nadie necesita estar en tinieblas. Dios no solo alumbra a cada hombre, sino que hace provisión para aquellos que han sido atrapados en la trampa, de tal manera que puedan escapar si así lo desean. Y esto Él lo hace no solo una vez. Si un hombre peca cien veces, Dios lo perdonará. Si peca mil veces, la puerta de la misericordia aun está abierta. Si él peca todos los días de su vida, y vive mil años, puede encontrar perdón si realmente se arrepiente. Si es clavado en una cruz como un malhechor y merecidamente va a pagar con su vida los crímenes cometidos, aun hay esperanza. Dios no puede hacer nada más de lo que ha hecho y aun hace. Si alguien está perdido, lo es después que Dios haya hecho todo lo que está en Su poder para alejar esa tragedia, aun ofreciéndose Él mismo para morir en lugar del pecador. Más que esto nadie puede hacer.

 Cuando nosotros hablamos de pesar y tragedia que ha causado el pecado, con los consecuentes sufrimientos, nosotros lo hacemos apenas en términos de sufrimiento humano. Pero, aun cuando la humanidad haya sufrido mucho, Dios ha sufrido inmensamente más. Fue a un costo infinito para Él mismo que Dios permitió que Satanás viva en vez de destruirlo inmediatamente. Tiene que haber una razón para esto, y esta razón se encuentra solamente en el insondable amor de Dios. Dios se podría haber ahorrado una indecible agonía; podría haber salvado a Su Hijo de los crueles clavos y de las burlas de los impíos; pudo haber destruido a Satanás y haberse rehusado a crear el hombre; pudo hacer miles de cosas diferentes de las que hizo, y pudo haberse salvado del terrorífico costo, para Él mismo, de la salvación. Pero Dios no se salvó a Sí mismo. Él amó tanto al mundo que dio a Su Hijo unigénito; y el Hijo amó tanto al mundo que se dio a Sí mismo. Aun cuando el pecado le ha costado mucho a la humanidad, a Dios le ha costado muchísimo más.

 Este sufrimiento de Dios debe ser tomado en cuenta cuando computamos el costo tanto del peca-do como de la salvación. Cuando escuchamos hablar descuidadamente a los hombres de todo el sufrimiento que el pecado le ha causado a la humanidad, sin tomar en cuenta el gran costo que Dios ha pagado, es bueno recordar esto. Algunos piensan que Dios está muy por debajo de la experiencia de la humanidad, que Él se sienta en un trono alto y elevado, en eterna alegría y felicidad, mientras los hombres están sufriendo las punzadas del hambre y de la pena. Que ellos se acuerden que Dios es tocado con los sentimientos de nuestras enfermedades, que Él “ha llevado nuestras penas y tristezas”; que “el castigo de nuestra paz estaba sobre Él; y con sus llagas fuimos sanados”; que “Él fue herido por nuestras transgresiones”; que “en toda sus aflicciones Él fue afligido”; y que “en Su amor y en Su piedad Él los redimió”; y que debido a “que Él mismo sufrió siendo tentado, es capaz de socorrer a los que son tentados”; y que “aun cuando era Hijo, aprendió obediencia a través de las cosas que sufrió”. Isa. 53:4-5; 63:9; Heb. 2:18; 5:8. En vista de estas declaraciones, ¿cómo puede alguien decir que Dios deja al hombre sufrir mientras Él mismo no ha querido compartir este sufrimiento?

 

El Señor viene

 

 Aun cuando es verdad que Dios sufre más que nosotros, ya que Él es mayor que nosotros, también es verdad que el hombre sufre y ha sufrido mucho debido al pecado. Esto no debiera continuar. No debiera continuar ni un minuto más que lo necesario. El reino de Satanás debiera continuar hasta que haya tenido tiempo suficiente para demostrar lo que hará y que su gobierno es mejor que el de Dios, pe-ro cuando la demostración se haya completado, debe venir el ajuste de cuentas. Debe haber un balance de cuentas y en esto están muy preocupados los ángeles y los hombres. El gobierno de Satanás y sus planes tienen que ser evaluados, y también los de Dios. En esto, los hombres y los ángeles tienen que tener una participación importante.

 No debe haber nada más espantoso que imaginar que el pecado y la iniquidad florezcan para siempre. Algunos parecen pensar que el mundo está mejorando, pero la evidencia no apoya su afirmación. Aun en este preciso momento los corazones de los hombres están temerosos por lo que le sobre-vendrá al mundo. A menos que todas las señales terrenales fallen, y también la Palabra de Dios, estamos al borde de solemnes eventos. El fin de todas las cosas está al alcance de la mano. El Señor viene y viene luego.

 Un mensaje como este debiera alegrar los corazones cansados. La venida del Señor significa el fin del pecado. Significa el fin de la gran controversia. Significa que Dios cree que Satanás finalmente alcanzó el fin de sus demostración, y que los hombres y los ángeles están listos para dar su veredicto. Significa que los reinos de este mundo deben ser los reinos del Señor y de Su Cristo. Significa que las condiciones edénicas serán restauradas, que la resurrección tendrá lugar, y que el pecado y la tristeza serán para siempre del pasado.

 ¿Cómo puede un cristiano no emocionarse con un mensaje y con un evento como este?

A Satanás se le ha permitido llevar adelante su obra durante mucho tiempo. Tiene que ser detenido. Tiene que haber un fin para la tristeza y el sufrimiento. Tanto cuanto podemos ver, si los hombres continúan con esto por mucho tiempo más, no sobrará ningún hombre. Cada nación, por lo menos en la intención, se está preparando para enfrentar a las demás naciones. Y si una nación por lo menos tiene que quedar sobre la faz de la tierra, existen suficientes indicaciones de que esa nación no sobrevivirá. Porque los hombres con ambiciones extravagantes se levantarían en esa nación, y la batalla a muerte surgiría nuevamente. No, la única solución para los problemas fastidiantes de la tierra es la venida del Hijo del hombre. Decimos con reverencia que está cerca el tiempo cuando Dios tiene que intervenir.

 Sin embargo, el Señor no vendrá hasta que haya habido una demostración final tanto del poder de Dios como del poder de Satanás. Así es como tiene que ser. Tanto Dios como Satanás tienen que pre-sentar su producto terminado, para que los hombres puedan ver y juzgar los méritos relativos de ambos antagonistas. Solo una demostración así satisfará a todo el universo que está observando.
 En el primer ataque de Satanás contra la raza humana en el jardín del Edén, él usó una serpiente como médium. En el último ataque el recurrirá a un poder que en el lenguaje de Apocalipsis es llamado de “bestia”. Apoc. 13:1. Una “imagen de la bestia” también es mencionada. Verso 14. Esta bestia “tenía poder para darle vida a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase e hiciese que to-dos los que no adorasen la imagen de la bestia fuesen matados”. Apoc. 13:15. De esto podemos ver que la guerra es a muerte. “Todos cuantos no adoren la imagen de la bestia serán muertos”.

 Esta bestia “hace con que todos, tanto pequeños como grandes, ricos o pobres, libres o esclavos, reciban la marca en su mano derecha o en sus frentes; y que ningún hombre pueda comprar o vender, a menos que tenga la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”. Versos 16-17.
 Es significativo que en esta última batalla se haga referencia a una marca, y que si un hombre no recibe la marca, no podrá comprar ni vender. Sabemos que el pueblo de Dios tendrá un sello en sus frentes. Apoc. 7:3. Este sello es llamado “el sello del Dios viviente”. Verso 2. Se dice que los 144000, en el capítulo 14, tienen el nombre del Padre escrito en sus frentes. Verso 1. Un sello debe poseer el nombre del dueño del sello grabado en él, y como este sello es el sello del Dios viviente, aceptamos el hecho de que el sello y el nombre de Dios sean los mismos; o, más bien, que el sello contenga el nombre. En otro capítulo ya hemos analizado el sello de Dios, y hemos encontrado que está íntimamente relacionado con el Sábado del Señor, y que, el Sábado es la marca distintiva de Dios, que es la señal o el sello de Dios, y que él y la santificación están inseparablemente unidas. El lector hará bien en refrescar su mente yendo al capítulo “El Sello de la Ley”.

 

Domingo y Sábado

 

 En otro capítulo, “¿Quién Cambió el Sábado?”, llamamos la atención a un poder que reclama no solo haber cambiado el Sábado para el domingo, sino que también tener autoridad divina para hacer eso. Y el hecho de que este poder haya cambiado el Sábado, y que el cambio fue aceptado por la iglesia Pro-testante, es citado como prueba de su derecho a cambiar los mandamientos de Dios. ¿Puede ser que este sábado hecho por el hombre sea la marca de la bestia, al oponerse al Sábado del Señor, el cual es el sello de Dios?

 Cuando Satanás haga su última tentativa para oponerse al pueblo de Dios, él va a “hacer la guerra con el remanente de su semilla, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Apoc. 12:17. Aquellos que guardan los mandamientos poseen el sello del Dios viviente en sus frentes; tienen el nombre del Padre escrito ahí. Los otros también tienen una marca en sus frentes. No necesitamos de mucha perspicacia para entender que estas dos marcas están relacionadas con la ley de Dios, una siendo el sello de Dios y la otra siendo la marca del poder apóstata.

 La gran diferencia entre los cristianos en relación a la ley de Dios es el Sábado. Algunos cristianos guardan el séptimo día de la semana de acuerdo con el mandamiento. Otros guardan el primer día. Es-tos últimos son la gran mayoría. Para poder justificar su acción en relación a guardar el primer día, ellos dicen que la ley de Dios fue abrogada y que los cristianos no necesitan guardarla. Ellos dicen que toda la ley ha sido anulada y no apenas un mandamiento, aun cuando un mandamiento es todo lo que ellos desean ver anulado, porque parecería extraño sacar un solo mandamiento de la ley y retener todos los demás. Lo que ellos hacen, sin embargo, es rechazar toda la ley, y entonces vuelven a insertar los nueve mandamientos, dejando a un lado el que los ofende.

 Parece ser una rara maniobra y necesitamos hacer algunas preguntas. Si a alguien que observa el primer día de la semana se le pregunta qué es lo que él entiende de la declaración que dice que la ley no es más para los cristianos, él contestaría que tanto cuanto esté relacionado con el mandamiento del Sábado, significa que él no necesita guardar el séptimo día. El mandamiento no tiene más poder, y no necesita ser observado. Si se le preguntara si esto se aplica a toda la ley, él contestaría que toda la ley ha sido eliminada, y que no necesitamos guardarla. Si se le pidiera que fuese más específico en esto, y que lo aplique a un mandamiento en particular, como por ejemplo: “No robarás”, él no diría que un cristiano no necesita guardar eso. En vez de eso, diría que un cristiano no debe robar. Tomaría la misma posición con todos los otros mandamientos, excepto con el cuarto. El cristiano que dice que la ley fue abrogada, generalmente retrocede de esa posición cuando se le pide que lo aplique a un mandamiento en particular. Todo lo que él realmente quiere y necesita es que el cuarto mandamiento sea abolido, y está dispuesto a guardar los demás.

 Aquellos que guardan el Sábado del séptimo día dicen guardar la ley. Los otros indignadamente repudian la idea de que tengan algo que ver con la ley. La observancia del Sábado, por lo tanto, se transforma en una prueba de la actitud del hombre hacia la ley, y hacia toda ley en general. Así, el mundo cristiano está dividido entre aquellos que guardan los mandamientos y aquellos que no los guardan. La observancia del Sábado es la línea divisoria.

 Es en este frente de batalla que la última guerra será peleada. Satanás va a hacerle “la guerra al remanente de su semilla, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Esto significa que ellos guardan todos los mandamientos, y que esto es lo que enfurece a Satanás.

 No debemos pensar, sin embargo, que la batalla esté confinada apenas a la cuestión de un día; esto es, si es el séptimo o el primer día el que debe ser guardado. Hay más envuelto en esto. Las raíces de la controversia están más profundas. Ellas tocan el asunto de la evolución, de la inspiración, de la integridad de la Palabra de Dios, del modernismo o del fundamentalismo, del plan de la salvación, del sacrificio en la cruz, del gobierno de Dios en sí mismo. La decisión final, teniendo en cuenta estas consideraciones, decide el destino del hombre y de la humanidad.

 

Martín Lutero

 

 Hace cuatrocientos años atrás, un joven monje decidió mantenerse fiel a la Palabra de Dios, sin importarle el costo. La tradición había sido su guía, pero de ahí en adelante sería la Palabra de Dios, y solamente la Palabra de Dios, la que lo guiaría. Si él realmente dijo las palabras que se le atribuyen, el sentimiento ciertamente es de él, y el de muchos cristianos hoy en día: “Aquí permanezco, no puedo hacer nada diferente; que Dios me ayude”. Él dijo “aquí permanezco”, colocando su mano sobre la Biblia. Y la “Biblia y solamente la Biblia” ha sido desde entonces el grito de los verdaderos Protestantes. Cuando eso deje de ser verdadero, los Protestantes dejarán de existir.

 Hoy día estamos testimoniando la desintegración del movimiento que tan noblemente comenzó en Alemania hace 400 años atrás. Muchos de los que han permanecido en la fe una vez dada a los santos, que dieron el grito “¡Volvamos a la Biblia!”, han desertado a la causa y están entre los que disecan el precioso volumen de Dios. No son los ateos, no son los infieles, no son los mahometanos, no son los Católicos, los que llevan la mayor responsabilidad en destruir la reverencia por la Biblia y hacerla de ningún efecto. Es el clero Protestante.

 Es en los seminarios teológicos en los cuales el clero es educado, que la obra traicionera está sien-do hecha. Uno tras otro de estos formadores está desertando de su posición original y está quebrando aquello que había sido construido. No hay muchos colegas de primera línea que permanezcan firmes en la fe de sus padres. La mayoría de ellos se ha doblegado al Modernismo, para no decir escepticismo; y la firme fe de los profesores que una vez enseñaron en sus aulas ya no existe más. El Protestantismo fue construido en la Biblia como siendo su fundamento. No es posible remover el fundamento y esperar que la estructura aun sea capaz de permanecer.

 Si el siglo XVI necesitó una voz que llamase a los hombres a la Biblia, el siglo XX necesita una voz mucho más potente aun. El movimiento Protestante, como tal, está condenado. Es difícil encontrar una iglesia que lleve el nombre de “Protestante” que no posea ministros y profesores que proclamen abiertamente la falibilidad de la revelación, las equivocaciones de las Escrituras, y la inadecuada expiación hecha con sangre. Si la iglesia continua durante algunos años más en la dirección en que ahora está andando, la honradez demandará que el nombre “Protestante” sea borrado, y un nombre más en armo-nía con los hechos sea colocado. Qué forma tomará el nuevo movimiento no lo podemos afirmar, pero no será más Protestante.

 ¿Significa esto, entonces, que la obra tan noblemente comenzada hace un par de cientos de años atrás va a quedar en nada? No creemos que así sea. Dios estuvo en ese movimiento. Su falta fue no poder continuar más allá de la vida de sus fundadores. Ningún hombre conoce toda la verdad. La revelación de Dios no es comunicada toda de una vez. Es un poquito aquí y un poquito allí, línea tras línea, precepto sobre precepto. Un continuo caminar en la luz debiera traer nuevas y mayores revelaciones, y debiera salvar a algunos de las trampas en que ellos cayeron.

 No existe manera en que un movimiento fundado sobre la Biblia, y solo sobre la Biblia, pueda aceptar las tradiciones de los hombres por sobre la Palabra de Dios. Tan luego como lo haga, deja de ser un movimiento basado en la Biblia, y se separa de la verdad de la Biblia. Cuando esto sucede, Dios da tiempo para arrepentirse; pero si no hay arrepentimiento, Dios levantará otro pueblo para terminar la obra comenzada, y para llevarla adelante a un mayor éxito. La iglesia Protestante puede dejar de existir, pero el Protestantismo continuará.
 Dios no ha abandonado este mundo, ni tampoco está satisfecho con medias medidas. Si la iglesia falla en una hora tal como esta, Dios posee medios a mano que restaurarán la antigua fe. Existen aquellos que reconstruirán los antiguos lugares, levantarán los fundamentos de muchas generaciones, repararán las brechas, y restaurarán los caminos para andar en ellos. Dios no permanece sin un testigo. Los hombres pueden alejarse de la ley, pueden tallar cisternas que no contengan agua, pueden considerarse sabios por sobre lo que está escrito, pero el brazo de Dios no se acortado. Él posee instrumentos de reserva, los cuales los hombres pueden despreciar, pero que aun así harán con que el nombre de Dios sea conocido hasta los confines de la tierra. Dios sabe lo que está haciendo. Y Él conoce a los Suyos.

 Nosotros creemos que ha llegado el tiempo para un nuevo movimiento Protestante, uno que reunirá a los creyentes en la Biblia de todas las iglesias y sociedades, y los unirá en un cuerpo para defender la fe. Los hombres han anulado la ley de Dios. Es tiempo para que Él actúe. Desde un extremo al otro de la tierra debe sonar el llamado. El Protestantismo ha abandonado sus normas. Un nuevo Protestantismo tiene que surgir.

 

Un Rebaño y un Pastor

 

 Las palabras de Cristo “habrá un solo rebaño y un Pastor”, se cumplirán antes del fin. Juan 10:16. Ahora hay muchos rebaños, y creyentes honestos en todos ellos. Esto no continuará así. Sonará el llamado: “Salid de ella, pueblo Mío, para que no seáis participantes de sus pecados, y para que no recibáis sus plagas”. Apoc. 18:4. Dios reunirá a los Suyos en un solo rebaño, y cuando venga la última batalla, no habrán dudas en relación a dónde deberá colocarse cada ser humano. Las personas que sean llamadas a salir guardarán los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Apoc. 14:12.

 Puede surgir la pregunta si acaso es posible unir a todos los verdaderos santos de Dios en un cuerpo. ¿Qué credo será aceptado? ¿Qué factor unificante habrá que los una a todos? ¿Con las muchas de-nominaciones diferentes que ahora existen, no es demasiado creer que pueda existir un llamado que sea lo suficientemente fuerte como para reunir estos elementos diferentes en un cuerpo?

 Cristo dice: “Yo tengo otras ovejas, que no son de este rebaño; también tengo que traerlas, y ellas oirán Mi voz; y serán un solo rebaño y un solo Pastor”. Juan 10:16. Observe: “Ellas oirán Mi voz”. Como el Buen Pastor, Cristo va adelante del rebaño. Ellas lo siguen. En estas pocas palabras se resume el cristianismo. “Él va delante de ellas, y ellas Lo siguen; porque ellas conocen Su voz”. Verso 4. Cristianismo es tan simple como eso. Seguir a Cristo es toda la teología que todos necesitan para ser salvos. En esa plataforma todos los cristianos pueden unirse. Y si uno sigue a Cristo y el otro sigue a Jesús, ambos pueden caminar juntos. Y como todos Lo siguen, habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

 ¿Sucederá esto alguna vez en esta tierra? Nosotros creemos que si. A medida que las iglesias no-minales se apartan más y más de la fe del Dios viviente, habrán aquellos que en cada comunión desean una consolación en Israel. Ellos verán cientos de iglesias con miles de creyentes, cada iglesia diferente en la fe a las demás, pero aun con personas que verdaderamente están tratando de servir a Dios. Ellos quedarán perplejos, y se preguntarán qué deben hacer y en qué deben creer. Un gran hombre de la iglesia dirá una cosa, y otro igualmente grande dirá otra cosa. En esta perplejidad el verdadero hijo de Dios se volverá a la Palabra, y de repente encontrará en ella, algo que le parecerá nuevo, que Cristo es el camino, la verdad y la luz, y que todo lo que él necesita hacer es seguirlo, y todos los problemas religiosos serán resueltos. Rompiendo toda atadura terrenal, los hombres seguirán al Cordero dondequiera que Él los guíe, y para su sorpresa, encontrarán que otros están siguiendo el mismo camino. En el simple pro-grama y credo de seguir al Cordero, se unirán en divina compañía, y Dios colocará Su sello de aprobación sobre ellos. Ellos siguen al Cordero; ellos tienen el nombre del Padre escrito en sus frentes; el Señor los reconoce como siendo de Él; ellos son sellados para la eternidad.

 Cuando los hombres sigan este simple programa, aparecerá un pueblo que guardará los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Jesús declara definitivamente: “Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre”. Juan 15:10. Aquellos que siguen a Jesús guardarán los mandamientos. Si alguien no guarda los mandamientos, simplemente demuestra que no Lo sigue.

 Por lo tanto estamos seguros en creer que habrá un retorno a la fe primitiva y a la piedad antes de la venida del Hijo del hombre. Los hombres comenzarán a seguir nuevamente al Maestro, haciendo lo que Él hizo. Con la fe apostólica vendrá el poder apostólico. Todo el mundo se reunirá en dos grupos: aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y aquellos que no los guardan. No habrá equivocación entre los santos. Ellos tendrán el sello del Dios viviente en sus frentes.

 De todas las experiencias por las cuales tienen que atravesar los santos, el Sábado es una señal. Creyendo en la simple historia de la creación tal como está registrada en los primeros capítulos de Génesis, ellos aceptarán naturalmente el relato del Sábado. Ambos van juntos. Creyendo en Cristo, Lo seguirán y Lo aceptarán como el camino, la verdad y la vida. Aceptando a Cristo como su Señor, también Lo aceptarán como el Señor del Sábado. Así como Él descansó, así descansarán ellos. Ellos Lo seguirán dondequiera que Él vaya.

 Es contra esta compañía que la ira de Satanás será dirigida. Es contra ellos que hará guerra. Y la batalla será fiera en su intensidad. El decreto finalmente saldrá, diciendo que aquel que no adore de acuerdo al mandamiento de “la bestia” será muerto. Apoc. 13:15. Entonces viene el tiempo de angustia de Jacob. Satanás está determinado a probar al pueblo de Dios hasta el máximo, y si fuese posible, a hacerlos pecar. Si él tuviera éxito, habría ganado un punto importante, porque Dios ha decidido mostrar Su poder en este mismo pueblo. En ellos y a través de ellos Él trata de darle una demostración al mundo de lo que el evangelio es capaz de hacer por la humanidad.
 La última generación de hombres lleva todos los pecados y las debilidades de su padres. Si alguno fue débil, ellos lo son. Si alguno posee tendencias heredadas o cultivadas hacia el mal, ellos la tienen. Si es posible que ellos pasen las batallas de los últimos días sin pecar, siempre habrá sido posible vivir sin pecar. Y esto es justamente lo que Dios trata de demostrar a través de ellos. Esta demostración también resolverá la cuestión de si es posible que los hombres guarden la ley. Si estas personas pueden hacerlo, se comprobará concluyentemente que el hombre puede guardar la ley, y que Dios no es injusto al requerir obediencia.

 La última generación del pueblo de Dios, por lo tanto, constituye una compañía especial. Se le da permiso a Satanás para que los pruebe al máximo. Él les hace la guerra. Los amenaza. Están bajo sentencia de muerte. Pero todas estas cosas no los mueven. “Aquí está la paciencia de los santos”. Ellos sopor-tan, continúan firmes, son inamovibles. Las amenazas y los halagos caen en oídos sordos. Todo lo que Satanás puede hacer no tiene ningún efecto. Ellos, así como lo hizo Cristo, atraviesan el Getsemaní. Y así como Él salió victorioso, así salen ellos. Cuando la batalla termine, ellos son vistos en pie en el monte de Sión, con el nombre del Padre escrito en sus frentes. Están sin falta ante el trono de Dios.

 En estos 144000 Dios es justificado. Él ha comprobado, a través de ellos, que la ley puede ser guardada bajo las circunstancias más adversas. Él ha destruido la aserción de Satanás de que Dios es in-justo al demandar que los hombres guarden la ley. Dios está vindicado. Satanás está derrotado. La controversia ha terminado. Todo lo que queda es el balance de cuentas. Y entonces, después que ha terminado el juicio, viene el reino de Dios, sin fin, glorioso. ¡Que Dios pueda acelerar ese día!

 


 
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