Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  El Mandamiento del Sábado
 

El Mandamiento del Sábado
M.L.Andreasen

El Mandamiento del Sábado

 “Acuérdate del día de Sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra; pero el séptimo día es el Sábado del Señor tu Dios; en él no harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tus sirvientes, ni tus sirvientas, ni tu ganado, ni tus extranjeros que están dentro de tus puertas; porque en seis días el Señor hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en él hay, y descansó el séptimo día; por lo que el Señor bendijo el día Sábado, y lo santificó”. Exo. 20:8-11.

 La primera palabra en este mandamiento, “acuérdate”, lo separa de los demás mandamientos y le da su distinción. Cuando Dios le dio el Sábado al hombre, Él sabía el gran valor de Su don, y también sabía de la amplia negligencia en la cual caería. Él sabía que Satanás usaría este mandamiento como su especial punto de ataque contra la iglesia, y que haría cualquier cosa que esté en su poder para hacer con los hombres se olvidasen del Sábado. Él sabía que durante el tiempo, los hombres perderían el sentido sagrado del día, e ignorarían sus obligaciones. Por estas razones, Dios llamó especialmente la atención hacia el Sábado cuando anunció la ley en el Sinaí, y solicitó que fuese guardado especialmente en la mente. Todos los mandamientos de Dios son vitales, y ninguno puede ser negligenciado. Pero a ningún otro Él le dio la distinción que le dio a este, pidiéndole a Su pueblo que no lo olvidaran.
 
Debido a su carácter único, este mandamiento ha sido quebrado – tanto por los santos como por los pecadores – más que cualquier otro mandamiento. Hombres que nunca pensarían en ser deshonestos o de decir una falsedad, que conscientemente nunca quebrarían ninguno de los otros mandamientos, no sienten nada al quebrar el Sábado del Señor. Ignoran completamente el hecho que el Señor bendijo este día sobre todos los demás días, que lo hizo para el hombre, y que Él nunca ha revocado la bendición con la cual lo invistió, ni tampoco ha retirado Su don. Los hombres se olvidan que al rechazar el don, ellos hieren al Dador.
 
La observancia del Sábado es vital para el cristianismo. No sin razón escogió Dios un día entre siete y lo separó para ejercicio espiritual. Él sabía que el hombre necesitaba un tiempo definido para la adoración, un día donde pudiese dejar a un lado los cuidados de esta vida y volver sus pensamientos hacia el cielo y al hogar.

 Esto, desde luego, sería especialmente así después de la caída del hombre. Separado de su hogar en el Edén, incapaz de andar en el jardín y de hablar con Dios como lo hacía antes, compelido a ganar su pan con el sudor de su frente, el hombre necesitaba un día en el cual pudiese cesar de trabajar duro y preparar su alma para tener una comunión con Dios. Sin el Sábado todo sería trabajo y sudor sin respiro, todos los días serían iguales, y habría una continua conciencia de separación de Dios. Pero la llegada del Sábado trajo renovada esperanza, alegría y ánimo. Nos da la oportunidad de comunión con Dios, y fue profético del tiempo cuando el cielo y la tierra sean unidos nuevamente.

 Aquel que deja a un lado el Sábado, deja a un lado la adoración, cierra una de las puertas al cielo, y empobrece enormemente su vida espiritual. El Sábado permanece para adoración, meditación, reflexión, estudio, oración, comunión, fraternidad. Si cualquiera de estas características son negligenciadas o seriamente interferidas, la religión cesa de ser efectiva, y la mundanalidad toma ese lugar. Por esta razón Satanás considera el alejamiento del Sábado uno de sus mejores medios para hacer con que los hombres se olviden de Dios, y para bajar el tono espiritual de las personas. A medida que el hombre se olvida del Sábado, también se olvida de Dios. A medida que se vuelven descuidados para guardar el Sábado, también se vuelven descuidados en otros deberes religiosos. La guarda del Sábado es un exacto barómetro de la vida espiritual.

Base del Cuarto Mandamiento

 

El mandamiento del Sábado descansa solamente en un “Así dice el Señor”, y no está apoyado, en el hombre no regenerado, por una consciencia aprobadora o acusadora. Los mandamientos tales como “no matarás” y “no robarás” poseen conciencia a su lado. Aun cuando pueden haber tribus e individuos que poseen poco conocimiento del respeto a estos mandamientos, el individuo normal posee sentimientos que lo hacen sentir mal cuando los transgrede. Pero esto no es normalmente el caso con la profanación del Sábado, por lo menos no es así hasta que le sea revelado o hasta que una luz especial le llegue al individuo. El que no es cristiano encuentra duro entender por qué el trabajo hecho en un día de la semana es aprobado, mientras que el mismo trabajo hecho en otro día es reprobado; por qué en un día una cosa está correcta y es recomendable, y en otro día la misma cosa es pecado. Él no ve que la diferencia no está en la cosa hecha, sino que en el tiempo en que es hecha. Él no encuentra una base para esa diferencia en la naturaleza o en la ciencia. A él le parece ilógico y arbitrario.
 
El cristiano igualmente no puede encontrar una base para guardar el Sábado en la naturaleza. Las estrellas se mueven en sus órbitas sin tomar en cuenta el Sábado; el grano crece; los árboles dan sus frutos; la creación animal no sabe de ningún día de descanso; viene la lluvia y sale el sol, todo sin una diferencia discernible en los días. La naturaleza no posee ningún Sábado. ¿Por qué, entonces, el hombre tiene que guardar el Sábado? Para el cristiano existe apenas una razón y no hay otra; pero esa razón es suficiente: Dios lo ha dicho. El mandamiento del Sábado descansa definitivamente y solamente en un “Así dice el Señor”, y no tiene ninguna base en la naturaleza, como tal. Por esta razón que Dios hizo el Sábado Su señal y prueba. Esto será analizado posteriormente.

 Cuando Satanás ataca el Sábado, él ataca un mandamiento que en un sentido especial está basado en Dios y que afirma la fe en Dios. Si él consigue ganar aquí, la victoria es realmente grande. Si él puede secularizar este día, ha conseguido alejar del cristianismo la hora de comunión y de oración, la hora de estudio y de paz, la hora cuando se encuentran con otros de la misma fe para darse mutuamente ánimo y edificación. Ha dejado a un lado una ligación vital en la cadena que une el cielo con la tierra.

 El Sábado del cuarto mandamiento suple tiempo para la consideración de las cosas del espíritu. Los hombres no atienden los deberes religiosos a menos que un tiempo específico sea separado para ese propósito. Existe una multitud de cosas que continuamente llaman la atención, y todos los días de la semana pueden ser provechosamente usados para asuntos exclusivamente seculares; y esto se hará, si no fuese por el hecho que Dios llama a los hombres a recordar el día Sábado para santificarlo. El Sábado es un llamado semanal para volver a Dios, para alejarnos de las cosas del mundo, para darle atención al espíritu. Satanás conoce el valor del Sábado para la religión, y no es lento para aprovechar cada oportunidad para destruirlo. Si él puede hacer con que el Sábado sea de ningún efecto, habrá destruido no solo tiempo santo, sino que habrá frustrado uno de los grandes medios de gracia, y habrá privado al hombre de la bendición del Sábado.
 
Quebrantando el cuarto mandamiento no es lo mismo que quebrar alguno de los otros mandamientos. Un hombre puede matar a otro hombre en una explosión de rabia; él puede tomar apresuradamente el nombre de Dios en vano; o puede llegar a ser sorpresivamente derrotado por una gran pasión. Pero no es así con el cuarto mandamiento. La quiebra del Sábado no tiene la excusa de una pasión repentina o de un deseo inmoderado. No es como un gran pecado o un hábito destructivo. Es más bien un síntoma de declinio espiritual, de alejamiento de Dios, de enajenación de la promesa, de una enfermiza experiencia cristiana. Enfaticemos esto: es un síntoma indicativo de enfermedad, y revela una condición interna de apostasía para con Dios. Sus raíces son más profundas que la aparente transgresión. Muestran un alejamiento de la vida espiritual y de la vida santa, y presagia la separación del alma de Dios. La guarda del Sábado es un barómetro espiritual, una señal de santificación, una indicación de nuestra amistad y camaradería con Dios.

 Mientras la transgresión del Sábado es un síntoma, también es una enfermedad. Fomenta la irreligión y anima la desobediencia en otros puntos. Deja hambrienta el alma y la debilita, priva al hombre de los medios de sustentación espiritual, y lo hace susceptible a vulgarizar las tentaciones. Es una de las invenciones más astutas de Satanás. En esto él consigue el apoyo de una gran parte de la cristiandad, lo cual no sería posible con ningún otro mandamiento. Los hombres no entienden como debieran, que el Sábado es uno de los canales principales de comunicación con Dios, que quebrando el Sábado se quiebra la conexión con el cielo y se interrumpe la corriente espiritual de la vida. No entienden que “el Sábado es un broche de oro que une Dios y Su pueblo”.

El Lugar del Sábado

 

El mandamiento del Sábado ocupa una interesante posición en la ley de Dios. Tres grandes mandamientos que tienen que ver con Dios lo preceden, y seis que tienen que ver con el hombre lo siguen. El mandamiento del Sábado pertenece a ambas tablas de la ley, y comparte la naturaleza de ambas. Posee un aspecto divino y un aspecto humano. Es el Sábado de Dios, pero nosotros, los hombres, debemos guardarlo. Ordena adoración y también trabajo. Combina de una manera única lo sacro y lo común, describiendo nuestro deber para con Dios y el hombre. Divide todo el tiempo en secular y sagrado, y define a cada hombre sus deberes. Ordena trabajar y ordena descansar, dándole a cada uno su parte compartida en el plan de Dios.

 Los hombres necesitan un Sábado. El mundo es demasiado con nosotros. Estamos apurados con tantas cosas que fallamos en tomar tiempo para pensar. No tenemos tiempo libre, no hay tiempo para un ejercicio espiritual, no hay tiempo para estudiar, reflexionar, meditar; para hacer eso tenemos que deliberadamente separar un tiempo. Esto es lo que Dios quiere que nosotros hagamos. Y Él quiere que escojamos el tiempo que Él ha escogido para esto. Él quiere que nos “acordemos del día Sábado, para santificarlo”.

 Como sería casi imposible para una niña pequeña mantener limpio su vestido si es que comienza a jugar en el barro y se ensucia las manos, así es casi imposible que nosotros guardemos el día santo, a menos que nos refrenemos del pecado y de lo malo y de todo lo que contamina. Si sus pequeñas manos se ensucian, no pasará mucho tiempo hasta que el vestido también se ensucie. La única esperanza de mantener su vestido limpio es que se mantuviese alejada de todo lo que ensucia. Solo si ella se mantiene limpia, podrá mantener sus vestidos limpios.

 El paralelismo es claro. El día Sábado de Dios es santo. Es un día santificado. Es el santo descanso de Dios. No debemos mirarlo livianamente. No debemos pisotearlo. No debemos hacer nuestra propia voluntad en él. No debemos decir nuestras propias palabras. No debemos contaminarlo. Debemos mantenerlo santo. Isa. 58:13; Eze. 20:13, 21. Esto puede ser hecho solo si nosotros mismos somos santos y nos mantenemos lejos de todo lo que profana y contamina. 

Los Seis Días

 

“Seis días trabajarás”. Esta declaración hace parte del mandamiento del Sábado, y es vital. El mandamiento no solamente habla en descanso, sino que también en trabajo. Tan ciertamente como tenemos que descansar en el día Sábado, también tenemos que trabajar en los otros seis días. El mandamiento del Sábado cubre todo el tiempo, todos los siete días de la semana.
 Algunas personas alargan aquella parte donde el mandamiento habla de descanso, y se olvidan de la otra parte donde habla de trabajo. Pero ambas partes están interligadas. Ningún hombre puede ser cristiano y ser también indolente. Ningún hombre puede guardar el Sábado a menos que también esté dispuesto a trabajar. Ambas ideas van juntas, y tienen que existir ambas para que el Sábado sea un mandamiento.

 El verdadero cristiano es industrioso. No vive innecesariamente con sus amigos o parientes. No arregla sus visitas para que todas coincidan con las comidas. No da grandes insinuaciones en relación a sus necesidades, como para hacerse simpático. No espera una recompensa por cada pequeño servicio que él hace. No le hace fiesta al rico ni desprecia al pobre. No exige concesiones especiales. Paga sus cuentas, y las paga a tiempo. No necesita de un supervisor para asegurar que hace su trabajo. No se vuelve industrioso cuando su superior lo observa, y deja inmediatamente de trabajar cuando está solo. Hace más de lo que se le paga para que haga. No es esquivadizo. No es un experto en excusas. Siempre está queriendo hacer algo, y cuando una tarea ya está terminada, pregunta si no hay otra para hacer. Él puede ver trabajo para ser hecho, y lo hace, u ofrece sus servicios. Puede ser encontrado donde la ayuda es necesaria, y no siempre hace negocios en cualquier parte. Da liberalmente su tiempo y es alegre en relación con esto. Conoce su negocio, pero está deseoso de aprender. Es tan cuidadoso de su trabajo como lo es de su religión.
 El verdadero cristiano es así. Él es buscado por todos lados. Es difícil encontrarlo sin hacer nada. Si pierde alguna posición, consigue otra. Si pierde aquella, se hace un lugar para sí mismo. Es ingenioso y enérgico. Dios y los hombres se enorgullecen de él.

Recreación

 

 ¿Debe un hombre trabajar seis días todas las semanas? ¿No debe tomar nunca unas vacaciones? Si el mandamiento dijese solamente, “seis días trabajarás”, la pregunta podría ser analizada. Pero dice: “y harás toda tu obra”. Tenemos que hacer todo nuestro trabajo. Si nos demoramos todos los seis días para hacerlo, tenemos que trabajar los seis días. Pero si podemos hacer nuestro trabajo en cinco días, o cuatro, o tres, no necesitamos trabajar seis días. El asunto es, tenemos que hacer nuestro trabajo. No debemos esquivar o dejar inconcluso nuestro trabajo, mientras nos dedicamos a buscar placer. “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra”. Pero no trabajaremos en el Sábado. Ese día lo descansaremos. Pero debemos planificar nuestro trabajo de tal manera que lo ejecutemos en seis días. Esto es lo que Dios nos pide.
 
A algunas personas no les gusta el sonido de la palabra “trabajo”. El trabajo les es desagradable, y las tareas mucho más aun. Les duele trabajar duro. Las tareas pueden ser duras. El trabajo puede ser tedioso. La tarea puede ser monótona. Pero fue dada por Dios, y es para nuestro bien. En un mundo pecaminoso, podemos agradecerle a Dios por el trabajo. En ciertos aspectos, es nuestra salvación. Solo aquel que ha trabajado puede apreciar el descanso.

 Grandes cosas se dicen en la Biblia relacionadas con el trabajo. Así debiera ser. Todos debemos tener presentes en nuestras mentes que no solo que tenemos que hacer un trabajo, sino que tenemos que trabajar. Pablo hizo un maravilloso trabajo. Y mientras hacía este trabajo, también hacía su trabajo diario. No negligenció ninguno de los dos. Esto es un ejemplo para aquellos que piensan que son muy buenos o muy importantes como para hacer un trabajo común. Muchas niñas que piensan que puede ser muy romántico trabajar por los impíos en Africa, fruncirían las cejas si se les sugiriera que mientras tanto debiera ayudar a su madre lavando la loza. No se le ocurre que una cosa la puede preparar para la otra

El Descanso Sabático

 

 “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; pero...”. Observe ese “pero”. Es bueno trabajar, pero. Algunos están tan interesados en trabajar que no pueden parar. El trabajo es su vida. Desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche están trabajando. Apenas toman tiempo para comer o dormir. Con ellos la cosa es trabajar, trabajar y solamente trabajar. Poseen poca paciencia con cualquiera que no siga su ejemplo. No poseen tiempo para ir a la iglesia, no tienen tiempo para la adoración, no tienen tiempo para estudiar o para recrearse; solo saben trabajar, trabajar, trabajar.
 
A ellos Dios les dice: “Es bueno que trabajes, pero no debes olvidar que Yo tengo otros reclamos (cosas) para ti. El trabajo no lo es todo. Yo he escogido un día en el cual tú no puedes hacer lo que quieras. En ese día tienes que descansar y refrescarte a ti mismo. Tienes que alejarte de las cosas seculares y entrar en comunión con el Cielo. Tienes que acordarte del día Sábado para santificarlo. Es Mi día, y Yo quiero que tú compartas Mi descanso”.

 Con algunos, aun con aquellos que se dicen cristianos, la guarda del Sábado ha caído en descrédito. La guarda del Sábado está asociada en sus mentes con el “antiguo Sábado Judío”, o tal vez con el “Sábado Puritano”, o con alguna experiencia desafortunada que ellos tuvieron cuando eran niños, cuando no se les permitía agitarse mucho en el Sábado. Que ellos se acuerden que cuando el maligno no puede esconderse, algunas veces empuja demasiado, y que la verdadera guarda del Sábado es una de las mayores bendiciones que Dios le ha dado a la humanidad. Tal como se dijo anteriormente, esta es una de las razones por las cuales Satanás está ansioso para destruir el Sábado y a los guardadores del Sábado; y él ha tenido éxito de una manera impresionante.

 La razón dada en el mandamiento para observar el Sábado no es apenas nuestro bienestar físico, como se supone popularmente. Realmente es verdad que el hombre necesita un descanso físico para refrescar su cuerpo. Pero aun cuando ese descanso sea necesario, esa no es la razón dada en el mandamiento. La razón dada ahí es el ejemplo de Dios. Él descansó, y así tenemos que descansar. Observe las palabras: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; pero el séptimo día es el Sábado del Señor tu Dios... porque en seis días el Señor hizo el cielo y la tierra... y descansó en el séptimo día”. Esto es: Dios trabajó, y por ello nosotros tenemos que trabajar; Dios descansó y por eso tenemos que descansar. Es una cuestión de ejemplo; solo después se volvió una cuestión de mandato. El ejemplo es suficiente; eso es lo que Adán tenía en el jardín del Edén. Después, debido a la flojera (descuido), fue necesario adicionar el mandato.

 El mandato del Sábado es el único mandamiento en cuya observancia Dios podía unir al hombre. Sería altamente impropio hablar de Dios guardando el primer mandamiento, “no tendrás otros dioses delante de Mi”. Y lo mismo sucede con el segundo y con el tercero. También, sería altamente irreverente hablar de Dios guardando los seis últimos mandamientos. Un pequeño momento de reflexión dejará todo bien claro. Robar, mentir, adulterar, todo esto no tiene cabida en relación con Dios. Pero hay un mandamiento en cuya observancia Dios puede unirse al hombre: el mandamiento del Sábado. El hombre puede guardarlo; Dios puede guardarlo. Así el Sábado es el lugar de unión de Dios y del hombre. En el jardín del Edén, la divinidad y la humanidad se juntaron en su observancia. Fue el broche de oro que unió el cielo y la tierra entonces; y nuevamente servirá a ese propósito en la nueva tierra. Cuando Dios se dignó a venir a esta tierra y se encontró con Adán y Eva, Él instituyó el Sábado, lo bendijo y lo santificó, y se lo dio como un regalo al hombre. El Sábado es un pedazo del cielo, el propio regalo de Dios. Hagámosle caso, no vaya a ser cosa que rechacemos este regalo de Dios.

 “El Sábado fue hecho para el hombre”, y “es una señal entre Yo y ellos, para que sepan que Yo soy el Señor que los santifica”. Exo. 20:10; Mar. 2:27; Eze. 20:12. En esa base Él nos convida a juntarnos con Él en relación con el Sábado, y nos promete que “aquellos que guarden Mi Sábado, y escojan las cosas que Me agradan, y guarden Mi pacto; aun a ellos les daré en Mi casa y dentro de Mis murallas un lugar y un nombre mejor que el de hijos e hijas; Yo les daré un nombre eterno, que no les será quitado”. Isa. 56:4-5. Ninguna promesa podría ser de mayor importancia o de mayor significado. Indica fuertemente lo que ha sido mencionado antes, que la verdadera guarda del Sábado es indicación de santidad de vida, de santificación, de comunión con Dios, y que el Señor lo considera una señal de unión con Él.

La Observancia del Sábado

 

En relación a la observancia externa del Sábado, ¿qué es lo que requiere el Señor? Primero, “no harás ninguna obra”. Esto tiene relación con nuestra propia obra y placer. “Si retrajeres del día Sábado  tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado”. Isa. 58:13-14. Observe las palabras: “no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras”. Esto, entonces, prohíbe la observancia egoísta de este día: prohíbe el uso de este día para agradarnos a nosotros mismos. Este es el lado negativo del mandamiento.

 Para encontrar el lado positivo del día, debemos ir al ejemplo de nuestro Señor y Salvador cuando estuvo aquí en la tierra. Cristo es “Señor también del Sábado”. Mar. 2:28. “Todas las cosas fueron hechas por Él; y sin Él nada de lo que fue hecho, fue hecho. Juan 1:3. Si “todas las cosas” fueron hechas por Cristo, si el Sábado “fue hecho” (Mar. 2:27), entonces Cristo lo hizo. Estando entonces íntimamente ligado con él, Él sabe cómo debe ser observado, y nosotros podemos seguir con seguridad Su ejemplo. Él no nos va a descarriar.

 ¿Cómo observó Cristo el día? “Como era Su costumbre, Él fue a la sinagoga el día Sábado”. Luc. 4:16. Cristo fue a la iglesia el Sábado. Esto no era algo espasmódico u ocasional. Era “Su costumbre” hacerlo. Él tenía una parte en el servicio. Él “se levantó para leer”. Era costumbre en aquellos días invitar a aquellos que eran capaces de leer o de hablar en el servicio. Cristo no se echó atrás cuando fue invitado. Se levantó y leyó.

 Pero Cristo hizo algo más que ir a la iglesia el Sábado. Él hizo el bien. Sanó y ayudó a tantos cuantos pudo. A menudo, al salir de la sinagoga, Él aceptaba una invitación para ir a algún hogar, como en el caso registrado en Luc. 4:38-39. En aquella ocasión “Él salió de la sinagoga, y entró en la casa de Simón”. Allí encontró un enfermo, “tomado de gran fiebre”. “Él se colocó delante de él, y reprendió la fiebre; y ella lo dejó”.
 
Algunas veces este sanamiento era hecho en la misma sinagoga. En una ocasión había un hombre con una mano reseca, y sus enemigos “observaban... para ver si lo iba a sanar en día de Sábado”. Mar. 3:1-5. Ellos no tuvieron que esperar mucho tiempo. Al hombre Él le dijo: “Estira tu mano. Y él la estiró: y su mano fue restaurada completamente, tal como la otra”.

Los Fariseos

 

 Fue en este tiempo que Cristo hizo una pregunta que arroja luz sobre el significado de la guarda del Sábado. Los Fariseos Lo estaban observando. Él sabía que ellos estaban listos para llevar a cabo un “consejo con los Herodianos contra Él, para ver cómo podrían destruirlo”. Mar. 3:6. Pero Él tenía una obra para hacer. Él tenía que ser honesto consigo mismo y con Dios, aun cuando esto significase perder la vida. Entonces, “Él les dijo, ¿es lícito hacer el bien en los días Sábados o hacer el mal? ¿Salvar la vida o matar?” Luc. 6:9. Pero ellos mantuvieron su indiferencia.
 La guarda del Sábado de los fariseos era muy negativa. Ellos poseían numerosas reglas en relación a lo que no debía hacerse. Con ellos la cosa siempre era, tu no puedes hacer esto, o tu no puedes hacer aquello. Cristo fue positivo. Su conclusión fue, es lícito hacer el bien en el día Sábado. 

 Cristo caminó en los campos en Sábado. En una de estas ocasiones fue acosado por los fariseos con el cargo de que Él le estaba permitiendo a Sus discípulos lo que no era lícito. Mar. 2:23-28. Podemos extraer la correcta conclusión de este y de otros incidentes, que Cristo no guardó el Sábado de acuerdo a la manera en que los fariseos lo hacían. Él anduvo haciendo el bien; Él sanó y ayudó. Él hizo del Sábado un día de alegría y de felicidad, en vez de volverlo un día triste y de represión.

 Que Cristo era un profundo estudiante tanto de las Escrituras como de la naturaleza, es evidente ya que Su conocimiento se manifestó aun a temprana edad. Luc. 2:41-52. En Sus sermones y enseñanzas hizo frecuentes referencias a la naturaleza y a las cosas de la naturaleza. Ese conocimiento puede haberle venido a Él solo a través de un constante estudio, reflexión y observación. ¿Es demasiado pretender que cuando Su trabajo semanal como carpintero era terminado, Él salía para mantener una comunión con la naturaleza, para reflexionar, meditar, estudiar y orar? ¿Es demasiado creer que aquí fue donde Él recibió Su íntima conformación con los pergaminos de los profetas como también con la naturaleza?
 
Es significativo que haya “encontrado el lugar” por el cual Él estaba procurando en el libro de Isaías. Luc. 4:17. Él estaba usando la copia de las Escrituras que había en la sinagoga, pero aun así se notaba que estaba suficientemente familiarizado con los escritos como para estar capacitado para encontrar lo que quería. No todos pueden hacer esto, y algunos ministros pueden aun tener dificultades. Aun cuando no queremos extraer conclusiones incorrectas de este incidente, sabemos que Cristo estaba familiarizado con las Escrituras de una forma bien definida. Mientras Él trabajaba en Su ocupación día a día, el Sábado era normalmente el único día en que Él podía realizar ese estudio ininterrumpidamente. Estamos en lo correcto al asumir que una parte del Sábado era usado por el Señor para familiarizarse más con los escritos del Antiguo Testamento, y que Él hizo eso a través del trabajo de leer bien.

La Guarda del Sábado de Cristo

 

 Cuando sumamos lo que sabemos en relación a la manera en la cual Cristo pasaba el Sábado, encontramos que Él iba a la iglesia, que predicaba y sanaba, que caminaba por los campos, que estudiaba, oraba y meditaba. Si quisiésemos aventurar una opinión en relación a cómo dividía el tiempo, no estaríamos sobre terreno seguro. Evidentemente que hubo algún cambio cuando Él entró en Su ministerio público. Después de eso, se le da mucho más prominencia a que anduvo haciendo el bien y sanando. En cada caso, Cristo no era un solitario, que retenía Su presencia y Su servicio del mundo. Le gustaba mezclarse con las personas. Aun aceptaba invitaciones en el día Sábado para comer con los fariseos donde otros estaban presentes, y usaba estas ocasiones para mostrarles algunas de sus más pertinentes lecciones a ellos y a todos.

 Necesitamos tener cuidado para no irnos a los extremos. Debemos guardar cuidadosamente el Sábado, para que no degenere apenas en un día de recreación y relajamiento. El Sábado no es un día para excursiones ni viajes. No es un día para visitar lugares de interés o de juerga. Es un día de solemne convocación y adoración, un día de oración y de buscar a Dios. Nadie debiera ausentarse a sí mismo de la adoración en ese día. Puede ser que sea necesario viajar cierta distancia para encontrarse con los miembros de la iglesia, o tal vez sea inconveniente y cansador el llegar hasta el lugar donde se reúne el pueblo de Dios para adorar, pero aun así creemos que debemos hacer cualquier esfuerzo razonable para estar allí, y que Dios no solo nos permite hacer esos esfuerzos, sino que se alegra cuando los hacemos. El Sábado es primero un día de adoración, un día en el cual el pueblo de Dios se reúne para escuchar la Palabra y para contar sus propias experiencias y ser animados por los testimonios de otras personas. Tanto cuanto sea posible, todos debieran estar en sus puestos cuando comienza la hora de la adoración.
 
Después del servicio, no es necesario, para observar el Sábado de acuerdo con el mandamiento, permanecer dentro del lugar de reunión. Cristo aceptó invitaciones en el día Sábado, y gastó por lo menos una parte del tiempo en conversaciones y enseñando. Pero aun hizo más que eso. Gastó mucho tiempo haciendo el bien. Así debemos hacerlo nosotros. No hay ninguna razón para que el Sábado no sea un día donde visitemos a los enfermos y a los que permanecen encerrados, llevarle cariño a aquellos que están en el lecho de la enfermedad, visitar hogares donde hay niños lisiados, a los mayores, a los no privilegiados y desafortunados, de enviar mensajes y flores al solitario, y en general de hacer aquello que Cristo le gustaba hacer si Él estuviese aquí. Un Sábado gastado de esta manera no solo será una bendición para la persona que hace la obra, sino que actuará en miles de formas para apurar la causa del cristianismo, llevando a la práctica aquello que es predicado desde el púlpito, pero que muy a menudo no se traduce en hechos. Seguir la manera en que Cristo guardaba el Sábado hará del Sábado un día de bendición y delicia para un gran número de personas que pueden no poseer el evangelio siéndoles predicado de ninguna otra manera.

 Visto desde el ángulo en que Cristo guardaba el Sábado, el día debía ser uno en que se predicara el evangelio tanto por palabra como por obras. El Sábado debía ser una demostración del evangelio en operación. Cuando Dios nos ordena que nos acordemos del día Sábado para santificarlo, Él está proveyendo en esa orden no solo la observancia de un día para nuestro beneficio, sino que también para darle al mundo una lección objetiva de cristianismo. El Sábado fue dado no solo al hombre, sino que por el hombre. Observado y usado correctamente, debía ser un poderoso medio para la proclamación del verdadero evangelio de una manera en que todos pudieran entenderlo. Así como Cristo era la Palabra hecha carne, así el Sábado es un día transplantado del cielo y dado al hombre como un recuerdo de lo que una vez fue y de lo que aun va a ser. Vino de Dios, y se le dará a Él nuevamente en servicio.

Aplicaciones Prácticas

 

El mandato de observar el Sábado se extiende a los niños, siervos y extranjeros que están dentro de nuestra jurisdicción. La lectura del mandamiento dice: “El séptimo día es el Sábado del Señor tu Dios; en él no harás ninguna obra, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas”. Exo. 20:10.
 
Aquí hay un principio vital envuelto. Somos responsables por nosotros mismos, y también por aquellos que están dentro de nuestras puertas. No solo debemos descansar nosotros mismos, sino que el mismo privilegio debe ser extendido a los hijos y a los siervos; y aun los extranjeros deben ser incluidos. Si están dentro de nuestras puertas, deben incluirse dentro de las reglas del mandamiento. Deben familiarizarse con las costumbres de la casa y con el mandamiento de Dios, y deben ser convidados a unirse en la observancia del Sábado. Fuera de la cortesía y del respeto, ellos deben unirse, o ausentarse de tal manera que no causen ningún problema. Dios desea que todos los del hogar tengan suficiente respeto por la Palabra de Dios de tal manera que no profanen el Sábado. El punto principal, sin embargo, tal como lo podemos ver, es que Dios quiere que nadie llegue a nuestro hogar sin estar familiarizado con Sus requerimientos y que se le de una oportunidad de unirse a nuestra adoración.
 
El mandamiento del Sábado incluye aun el ganado. Aquellos que no tienen la costumbre de ser bondadosos con los animales, esto puede parecerles extraño. Dios quiere que Su pueblo sea considerado con los pobres animales. Él percibe el sufrimiento de todos; ni aun un gorrión cae al suelo sin que Él lo perciba. Mat. 10:29. Esto demuestra bondad innata, y es un poderoso comentario sobre la esencia del carácter de Dios. Él es bondadoso por naturaleza. Él es considerado, y quiere que nosotros también lo seamos.

 A medida que recibimos el mandamiento del Sábado, notamos que su principal demanda es la santidad. “Acuérdate del día Sábado, para santificarlo”. Mientras se ordena la cesación de actividades, esto de ninguna manera lo es todo. Aquel que se abstiene de trabajar, no por eso será considerado un guardador del Sábado y un heredero de la promesa. Puede que él no realice ninguna obra en el día del Señor, pero esto es apenas una virtud negativa. Él tiene que guardar el día de una forma santa. Esto significa una bondad positiva. Para el escritor de Hebreos significa que el hombre tiene que cesar “de sus propias obras, así como Dios hizo con las Suyas”. Heb. 4:10. El hombre que cesa de hacer sus propias obras, cesa de pecar. Solo un hombre así puede guardar el Sábado tal como Dios quiere que sea guardado. Solamente aquel que es santo puede guardar el Sábado en forma santa (santificarlo).

 Esto coloca la cuestión del Sábado de ser apenas la observancia de un día al punto de vivir una vida. Fuera de la confusión y de la lucha del mundo, lejos de la batalla por el pan de cada día, Dios toma a Su pueblo, les da Su Sábado, y dice: “Guarden este día para Mi.

Cesen de pecar. Hagan justicia. Encuéntrense con aquellos que tengan la misma fe para adorar. Sigan el ejemplo de vuestro Maestro. Hagan el bien. Este día es un memorial del Edén, un memorial de la creación. Es un goce anticipado del Sábado que ha de venir, un goce anticipado del cielo. es Mi señal de santificación. Yo he bendecido este día. Yo te bendeciré y me encontraré contigo. Cesa de hacer tus propias obras. Entra en Mi descanso”. Así guardado, el Sábado se vuelve un día realmente bendito


 
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