Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  CR4
 
¿Cómo Vivió Cristo?
Dennis E. Priebe
 

 

4.- Sin Propensiones Pecaminosas

 Pero hay otro aspecto de la humanidad de nuestro Señor. Jesús no era exactamente como nosotros, porque él tenía un Padre que era el Espíritu Santo. Elena de White describe algunas precauciones importantes:

 “Sean cuidadosos, extremadamente cuidadosos de cómo se expresan de la naturaleza humana de Cristo. No lo presenten delante del pueblo como un hombre con propensiones de pecado”. Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado un ser puro y sin pecado, sin una mancha de pecado sobre él; El era la imagen de Dios.

 ... Por causa del pecado su posteridad nació con propensiones (tendencias) inherentes de desobediencia, pero Jesucristo era el unigénito Hijo de Dios. Él tomó sobre sí la naturaleza humana, y fue tentado en todo punto como la naturaleza humana fue tentada. Pudo haber pecado; él pudo haber caído, pero ni por un momento hubo en Él una propensión (tendencia) al mal. Fue asaltado con tentaciones en el desierto, así como Adán fue asaltado con tentaciones en el Edén.

 “Nunca, en alguna manera, dejen la más leve impresión sobre las mentes humanas que una mancha o inclinación a la corrupción descansaba sobre Cristo ... Que cada ser humano sea advertido de no hacer a Cristo tan humano, como uno de nosotros, porque no puede ser”. Elena de White comenta esto, en el 5 Comentario Bíblico Adventista: 1128-1129. “Él es un hermano en nuestras flaquezas pero no en poseer pasiones similares. Como el Único sin pecado, su naturaleza rechazaba el mal. Él soportó luchas y tortura de su alma en un mundo de pecado” 2 Testimonies: 202. “Él fue un poderoso suplicante, sin poseer las pasiones de nuestra naturaleza humana, pero rodeado de flaquezas iguales” Idem: 509.

 Ahora debemos comenzar por examinar el uso que Elena de White le da a la palabra “tendencia”, “propensión”. La evidencia indica que ella usó la palabra con diferentes matices de significado, en diferentes contextos. A veces propensión se refiere a las tendencias naturales humanas, como las tenía Adán antes de la caída; mientras que en otros casos se puede referir a la tendencia de la humanidad caída. Pero cuando Elena de White califica la palabra propensión con adjetivos como mal, pecaminoso, egoísta o mundano, el significado es mucho más claro.

 Por ejemplo, ella dice, “no necesitamos retener una sola tendencia pecaminosa” 7 Comentario Bíblico Adventista: 943. Si tendencia significa aquí lo que se hereda, esta declaración no podría ser verdadera, porque nuestra naturaleza heredada estará con nosotros hasta el día de la muerte o de la traslación. Pero si propensión se refiere a hábitos escogidos o cultivados, entonces es verdad que no necesitamos retener una sola tendencia pecaminosa. “La complacencia propia, el orgullo y la extravagancia deben ser dejados. No podemos ser cristianos y gratificar estas propensiones” RH, 16 de Mayo de 1893. Estas propensiones (tendencias) son patrones de pensamientos que se han escogido. Aún podríamos decir que una tendencia pecaminosa, se refiere a una tendencia cultivada. El punto crucial es que una tendencia pecaminosa se permite que se desarrolle a partir de nuestra inclinación heredada hacia el mal. Jesús nunca desarrolló tales tendencias pecaminosas.

 Elena de White también usa la palabra pasión en diferentes formas. En algunos casos pasión se refiere a deseos humanos aceptables adquiridos por la herencia. Así ella puede decir que Jesús aceptó “toda la fuerza de la pasión y la humanidad”. Ella también usa la palabra pasión en un sentido más negativo, refiriéndose al desarrollo de tendencias pecaminosas que pasan por nuestra herencia. Jesús no tuvo tales pasiones. Una vez más la distinción crucial entre lo que se hereda por nacimiento, por lo cual no somos culpables y por lo cual Cristo no fue culpable y las tendencias pecaminosas y las pasiones que los pecadores escogen desarrollar después del nacimiento, pero que Cristo nunca desarrolló.

 Muchos se han preguntado por qué nosotros desarrollamos estas tendencias mientras que Cristo no las desarrolló. Debemos reconocer que de este periodo de la vida de Cristo (del nacimiento hasta la edad de responsabilidad) tenemos muy poca información en los escritos inspirados. Así que cualquier conclusión debe ser algo tentativo. Una sugerencias es que los padres de Jesús tomaron un cuidado especial para la mente en desarrollo del infante Jesús, para que las tendencias pecaminosas no se desarrollaran en Jesús. Otra sugerencia es que la habilidad para discernir entre el bien y el mal estuvo presente muy temprano en el desarrollo de Jesús y fue ejercitada para prevenir que las tendencias pecaminosas se desarrollaran. Otra sugerencia es que Cristo no fue designado como ejemplo para la humanidad durante su infancia; así los sucesos de su infancia no son pertinentes a las situaciones en el gran conflicto. La solución que yo favorezco es que a causa del nacimiento supernatural de Cristo por medio del Espíritu Santo, él nació como nosotros nacemos. Como el poder del Espíritu Santo estaba dirigiendo su vida desde el nacimiento, él no desarrolló los patrones de hábitos pecaminosos o tendencias que nosotros de-sarrollamos desde el nacimiento.

 No importa cual solución se adopte para los años tempranos de la vida de Jesús, el tema central no debe ser obscurecido. Si la vida de Jesús ha de tener algún significado como ejemplo para nosotros, entonces, es crucial que él heredó lo que yo heredo. No importa qué decisiones yo haga, no puedo cambiar mi naturaleza caída. No puedo tener la naturaleza de Adán antes de la caída, no importa cuánto me rinda al Señor. Si la obediencia perfecta de Jesús fue basada en el hecho de que él tuvo una naturaleza no caída, entonces tuvo una ventaja que yo nunca podré poseer. Pero si la obediencia de Jesús estaba basada en el control de su vida por parte del Espíritu Santo, entonces yo también puedo escoger ese control para mi vida y puedo llegar a vivir una vida de completa obediencia. Puedo tener esa “ventaja”.

 La siguiente declaración puede ser un buen resumen de este punto de vista: “Cristo no tuvo la misma deslealtad pecadora, corrupta y caída que nosotros poseemos, porque entonces no podría ser una ofrenda perfecta” Manuscrito 94, 1883. Es la deslealtad el problema. La herencia no nos hace culpables, pero la decisión de ejercer nuestra naturaleza caída produce culpa. Elena de White junta los puntos en una oración decisiva. “Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó en lo más mínimo en su pecado ... No debemos tener dudas acerca de la perfecta y sin pecado naturaleza humana de Cristo” 1MS: 256. Jesús tomó la naturaleza del hombre en su condición caída, pero nunca participó en el pecado. Él no escogió en la forma como nosotros escogemos. Jesús fue el Cordero de Dios, sin mancha, en un cuerpo de naturaleza caída.

 Harry Johnson, refiriéndose a la herencia que Jesús recibió, dice: “Cristo debió haber bajado al nivel del hombre caído, y aceptando la humillación voluntaria de descender al nivel al cual el hombre había caído por el pecado de Adán y por los pecados de las generaciones siguientes ... La humanidad no estaba en el estado de Adán antes de la caída, así que la respuesta usual que Cristo asumió una naturaleza perfecta, como Dios originalmente la creó, tiene el efecto de debilitar la fuerza del paralelo. El hombre no estaba en la condición de Adán antes de la caída y como esto era así, algo más drástico se necesitaba si los efectos de la caída de Adán iban a ser vencidos. Si iba a venir un “segundo Adán a la pelea”, entonces él debía descender a las profundidades cuales la humanidad había caído ... Y en su propia persona levantar la humanidad de sus profundidades a un nuevo nivel de vida”. Jesucristo tuvo que bajar al nivel en el cual él encontró al hombre después de la caída y no solamente al nivel al cual creó al hombre originalmente.

 Johnson continua: “Si Jesús asumió una naturaleza humana perfecta, no tocada por la caída, entonces significa que él no se paró lado a lado con el hombre en su necesidad ... Si Jesús hubiera asumido “una naturaleza humana no caída”, hubiera habido un abismo entre Jesús y aquellos que representaba delante de Dios, el abismo creado por el pecado ... Él estuvo al lado de los pecadores en que él asumió una naturaleza humana caída ... una naturaleza humana afectada por la caída ... Si Jesús tomó una naturaleza humana perfecta, él cruzó el abismo entre Dios y el hombre, pero el abismo entre el hombre caído y el no caído todavía tiene que ser cruzado. Pero si compartió nuestra naturaleza humana caída, entonces su obra intercesora como Sumo Sacerdote  cubre todo el abismo del hombre caído en su gran necesidad de Dios. Es por razones de soteriología que se necesita una hipótesis acerca de la Persona de Cristo” Harry Johnson, La Humanidad del Salvador, Londres, Epworth Press, 1962, páginas 87, 124 y 125.
             

 

 



 
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