Biblia Adventista - Biblia de Estudio
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Sermones de asunto

se predican en el mundo más sermones de asunto que de cualquier otro tipo. La razón es sencilla: Son más fáciles de preparar. Por otro lado, es comúnmente aceptado que los sermones mejores son los expositivos, que también son los menos preparados y escuchados. La razón es igualmente sencilla: Estos sermones son los más difíciles de preparar. Entre ellos está el sermón textual, ni tan difícil, ni tan fácil. Uno esperaría que éste y no el primero fuera el más común. Pero no lo es porque requiere más conocimiento homilético y más trabajo intelectual que el sermón de asunto. Por lo anterior, los conocedores de estas cosas tienden a menospreciar un poco a los sermones de asunto. Y un presentador de sermones que acostumbre predicar esta clase de sermón en forma rutinaria, deja ver su poco conocimiento homilético. Aunque lo dicho hasta aquí es una realidad, hay otra que debe decirse y aceptarse por todos, aun por los que saben mucho de estas cosas: El sermón de asunto posee características que pueden situarlo en algunos casos por encima de los otros. El sermón de asunto se presta admirablemente para predicar sobre asuntos de actualidad. Pongamos un ejemplo. Cuando estoy escribiendo esto, no se ha olvidado el huracán Katrina, que devastó la ciudad de Nueva Orleans y uno lee mucho acerca de él. Un predicador sagaz podría preparar un sermón sobre “Las lecciones de Katrina” En el cuerpo del sermón podría hablar de la insensatez (autoridades y población); de el pecado (que atrajo a mucha gente a una de las ciudades más perdidas, gente que allí murió o cayó en desgracia); de el orgullo (los norteamericanos pudieron pensar que su riqueza y poder los situaba por encima de los huracanes; ese orgullo fue doblegado por las fuerzas naturales);de la necesidad de doblegarse ante Dios (Uno que acepta la guianza de Dios, evita los peligros, huye del pecado, ora al Señor y es protegido por él). Etcétera. Hoy por hoy el homosexualismo está adquiriendo proporciones espantosas. Si se trata de proporcionar datos, tendencias, argumentos bíblicos, nada será mejor que un sermón de asunto que podría titularse, “El homosexualismo, la gran epidemia mundial”, o algo así. La verdad es que hay muchos asuntos que no es posible tratarlos adecuadamente en un sermón textual o uno expositivo. ¿Qué le parece un sermón acerca de los peligros de la televisión, que podría titularse “¡Mamá, En nuestra sala hay un monstruo!”? He aquí otros: “Los males del institucionalismo” “La disciplina en la iglesia” Etc. ¿Sabía usted que los sermones más famosos de la historia han sido sermones de asunto? Qué interesante. Este hecho sitúa de una vez al sermón de asunto en un lugar privilegiado. ¿Cómo se puede explicar el hecho? En realidad no hay ningún misterio. Necesito extenderme en esto. Los sermones textuales y los expositivos comienzan generalmente durante la observación de un pasaje de la Escritura. Como sea, ellos dependen del texto para su mismísima existencia. Pero todo sermón de asunto comienza con una idea, con un chispazo en la mente. Es más: este tipo de sermón no depende del texto para su existencia. Usted hasta podría predicar un sermón de asunto sin usar un texto (No digo sin usar un pasaje. Sin pasajes no hay sermón. Pero en homilética, pasaje y texto son cosas distintas), lo cual no es recomendable, pero podría hacerse y se hace. Entonces si la idea que es la génesis del sermón es original, grandiosa, también el sermón podría serlo, si se elabora con maestría. Por eso es que los sermones más famosos han sido de asunto. Al predicador se le ocurrió una idea genial y las audiencias lo notaron. El tiempo se encargó de dar fama al sermón (y al predicador también). Bien, bajemos al suelo y pongamos muy bien los pies sobre él. No soñemos que nuestros sermones se harán famosos. Más bien soñemos con que se queden impresos en la memoria de los oyentes. Y esto, para el beneficio de ellos. (La satisfacción de oír a un hermano decirle a uno que recuerda un sermón que predicó uno hace 25 años es maravillosa) Ese quedarse en la memoria puede suceder más fácilmente con un sermón de asunto, por las razones dadas. Yo recomendaría lo siguiente. En primer lugar, no se acostumbre a predicar solamente sermones de asunto. No obstante lo bueno que hemos dicho de ellos, sigue siendo cierto que generalmente existen en la mediocridad. Los sermones tópicos grandiosos, son poquísimos en comparación a la cantidad inmensa de los que se preparan cada semana. Entonces, no abusemos de los sermones de asunto. Casi podría decir: No abusemos de nuestros oyentes. Más bien trate de dominar los expositivos y los textuales. En la realidad cotidiana estos son los que harán más bien a los oyentes, puesto que por su propia naturaleza son bíblicos, sobre todo los expositivos, cuyas divisiones y subdivisiones se desprenden del texto, generalmente largo. Estos sermones tienen otra virtud. Puesto que se desprenden de pasajes de la escritura, y cada pasaje puede ser tratado de una y otra manera, la cantidad de sermones que se pueden preparar son ilimitados. Nadie vive tanto como para poder agotar los pasajes de la escritura que se pueden convertir en sermones expositivos y textuales. Comparemos por un instante estas clases de sermones. Usted escucha sermones tópicos o de asunto constantemente. Pero los asuntos son los mismos: La iglesia, El bautismo, El hogar como Dios lo ordenó, etc. De ninguna manera estoy diciendo que estos temas carezcan de importancia, al contrario. Se predican mucho porque son considerados importantes y lo son. Lo que estoy diciendo es que la generalidad de los temas de los sermones están muy trillados. Personalmente creo que es más interesante predicar un sermón sobre el bautismo basado en el caso del etiope de Hechos 8 que aquellos que se escuchan por doquiera de tres puntos parecido a esto: El bautismo:

I. ¿Qué es?
II. ¿Para qué es?
III. ¿Quiénes han de ser bautizados?

Resumiendo y concluyendo: Cuando se le venga una idea que usted considera magnífica, conviértala en un sermón de asunto. Una buena idea puede aparecer en cualquier momento: Leyendo un libro o un artículo, escuchando un sermón, viendo una escena en la calle, etc. No crea que esas ideas magníficas se dan a cada rato. ¡Qué bueno sería! Pero surgen. Entonces vale la pena repetirlo: Si se le viene una idea que le parece original, grandiosa, llamativa, haga de ella un sermón. Sepa que ese sermón no pertenecerá al montón. Hasta podrá ser colocado a la altura de los buenos sermones expositivos y textuales que usted ha hecho. Con el paso de los años usted habrá hecho un número de buenos sermones de asunto, aunque no tantos, por todo lo que ya he dicho. :
 
 
 
 

 
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