Biblia Adventista - Biblia de Estudio
  ¿Ha Sido Cambiado el Sábado?
 
¿Ha sido cambiado El Sábado
M.L.Andreasen

 

¿Ha Sido Cambiado el Sábado?

 El Antiguo Testamento declara que el séptimo día es el Sábado del Señor. En relación con esto no hay ninguna diferencia de opinión entre los estudiantes de la Biblia. Dios descansó el séptimo día, lo bendijo y lo santificó, y le ordenó a los hombres que lo mantuvieran santo. No existe ninguna revocación del Sábado ni de ninguno de los demás mandamientos en el Antiguo Testamento. Tanto cuanto sabemos, no hay ninguna disensión en relación a la declaración de que el séptimo día es el Sábado del Antiguo Testamento.

 Cuando llegamos al Nuevo Testamento existe una diferencia de opinión en relación a lo que se enseña en relación a la ley y al Sábado. Una gran cantidad de miembros de iglesia observan el primer día de la semana en vez del séptimo, y creen que tienen base para esta observancia en la enseñanza y ejemplo de Cristo y de los apóstoles. Por lo tanto es nuestro deber saber lo que el Nuevo Testamento enseña en relación a la observancia del Sábado.
 
Como cristianos estamos vitalmente preocupados con la enseñanza de Cristo y de los apóstoles. En último análisis Cristo es nuestro ejemplo y guía en todos los deberes cristianos. Cristo es el Salvador de todos los hombres, Judíos y gentiles por igual. No hay otro nombre en el cielo o en la tierra por el cual seamos salvos. Aun cuando Cristo vivió en Judea, Su mensaje no es judío. Su amor y salvación es todo abarcante. Seguirlo es vida; rechazarlo es muerte. Él vino a este mundo para que podamos tener una lección objetiva acerca de cristianismo práctico. Él vino para ser el camino, la verdad, y la vida. Si Lo seguimos, no nos perderemos. Concordamos con todos los cristianos que no hay una autoridad mayor que la de Cristo. Su palabra es final en todos los asuntos de vida y doctrina.

La Ley en el Nuevo Testamento

Cuando hablamos de la ley en este capítulo, nos estamos refiriendo a los diez mandamientos tal como fueron proclamados por Dios en el monte Sinaí. Habían otras leyes en existencia en el tiempo de Cristo, tal como la ley Mosaica de los sacrificios, la cual tenía que ver con el templo y los sacrificios relacionados con este. Estas leyes ceremoniales y del templo terminaron cuando dejó de ser válido el  servicio del templo, a la muerte de Cristo. Todos los cristianos creen que fueron anuladas y abolidas en el gran sacrificio del Calvario. Col. 2:14. No es de estas leyes que estamos hablando, sino que de la ley de Dios contenida en los diez preceptos. Creemos que esta ley tiene más fuerza que nunca, para los cristianos y para todos los hombres en todas las épocas. Mat. 5:17-19; Luc. 16:17; Rom. 3:31. Es a esta ley a la cual nos estamos refiriendo.
 
Ya hemos analizado la actitud de Cristo hacia la ley. Él dejó muy claro que no había venido a destruir la ley, sino que a cumplirla y a magnificarla. Isa. 42:21; Mat. 5:17-19. Los Judíos y los fariseos trataron repetidamente de pillarlo en alguna palabra o acto relacionado con la ley, pero no lo consiguieron. Temprano en Su ministerio él dejó clara su posición. Él enseñó que ni una jota ni un tilde de la ley debía pasar. Él se mantuvo firme junto a la ley, y se lo dijo a todos. “¿Quién de ustedes me convence de pecado?”. Fue Su desafío. Juan 8:46. No hubo respuesta. Cristo creía en la ley y la guardaba. “He guardado los mandamientos de Mí Padre”, dijo Cristo, “y permanezco en Su amor”. Juan 15:10. No puede haber ninguna disputa en relación a esto.
 
Los apóstoles tomaron la misma posición que Cristo en relación a la ley. Eso, desde luego, era lo esperado. Aquellos que sostienen que Pablo habló o escribió contra la ley, ponen a Pablo contra Cristo. Pablo realmente ignoró la ley ceremonial y enseñó que la circuncisión era de ningún valor, pero cuando llega a la ley de Dios, él se posicionó exactamente donde Cristo lo había hecho. Observe cuán indignadamente Pablo repele la acusación de que la fe deja sin valor la ley. “¿Dejaremos nula entonces la ley a través de la fe?”, exclama. “No lo permita Dios, sino que establecemos la ley”. Rom. 3:31. No hubo palabras de protesta más fuertes que las que Pablo usó, “No lo permita Dios”. La acusación era tan absurda, tan fuera de armonía con todo lo que él enseñó y creía, que estalló en una vehemente protesta con solo pensar en eso. “¿Estoy siendo acusado de enseñar que la ley queda anulada a través de la fe? No permita Dios que yo enseñe nada de eso. Nada está más lejos de mi manera de pensar. No, no creo que la ley sea anulada. Al contrario. Es establecida”. Él era de la misma opinión de Cristo cuando dijo, “es más fácil que el cielo y la tierra pasen, que un tilde de la ley se frustre”. Luc. 16.17.
 
La idea de que tanto Cristo como los apóstoles tratarían de anular la ley de Dios es tan extraña y asombrosa, que no podemos creer que los hombres que hablan de esa manera estén al tanto de las implicaciones de sus palabras. ¡Abolir la ley! ¡Abolir los diez mandamientos! Podemos concebir que el malo desee que esto suceda, pero no podemos creer que Cristo o los apóstoles tuviesen algo que ver con esto; ni tampoco creemos que  aquellos que apoyan esa doctrina hayan considerado lo que significa abolir la ley. Listemos la substancia de cada de cada uno de los diez mandamientos, y consideremos los resultados si fuesen abolidos.

Los Diez Mandamientos Siendo Abolidos

1.- “No tendrás otros dioses delante de Mí”. Abolido.

2.- “No te harás ninguna imagen, ni ninguna semejanza de nada de lo que hay en el cielo, o en la tierra, o que está en el agua debajo de la tierra; no te inclinarás a ellas, ni las servirás; porque yo el Señor tu Dios soy un Dios celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian; y muestro misericordia a miles de aquellos que me aman, y guardan Mis mandamientos”. Abolido.

3.- “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque el Señor no tendrá por inocente a aquel que toma Su nombre en vano”. Abolido.

4.- “Acuérdate del día Sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; pero el séptimo día es el Sábado del Señor tu Dios; en él no harás ninguna obra, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu sirviente, ni tu sirvienta, ni tu rebaño, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas; porque en seis días el Señor hizo el cielo y la tierra, el mar, y todas las cosas en ellos, y descansó el séptimo día; por lo que el Señor bendijo el día Sábado, y lo santificó”. Abolido.

5.- “Honra a tu padre y a tu madre; para que los días puedan ser largos sobre la tierra que el Señor tu Dios te dio”. Abolido.

6.- “No matarás”. Abolido.

7.- “No cometerás adulterio”. Abolido.

8.- “No robarás”. Abolido.

9.- “No levantarás falso testimonio contra tu prójimo”. Abolido.

10.- “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de tu prójimo”. Abolido.

 

 Confesamos que quedamos perplejos que alguien pueda pensar que Cristo o los discípulos hayan alguna vez tratado de abolir estos mandamientos. Con Pablo decimos: “No lo permita Dios”.
 
Considere estos mandamientos. ¿Puede un cristiano mirarlos y decir que están o que debieran estar abolidos? ¿Está el mandamiento “no robarás” abolido? O el mandamiento, “no cometerás adulterio”? O “no tendrás otros dioses delante de Mí”? ¡No lo permita Dios! Esa enseñanza es de abajo y no del cielo. Que todos los cristianos eliminen para siempre cualquier idea como esa de sus mentes. Dios no proclamó la ley del cielo y anunció severas penalidades si la transgredían, para meramente abolirla más tarde. Dios no dejó reglas para la conducta humana, y después envió a Su Hijo para que muriese por los hombres transgresores de esas reglas, para que inmediatamente después anulase la misma ley que exigió la muerte de Cristo. Si la ley iba a ser anulada, debería haber sido anulada antes de que Cristo muriese. Esto lo habría salvado de la agonía y del terror de la cruz. Guardar la ley lo justo como para ejecutar la pena de muerte, y después anularla, es dejar sin efecto la cruz y hacer de la muerte de Cristo un fracaso de justicia.
 Mire nuevamente la ley. ¿No debemos concordar con Pablo de que “la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno”? Rom. 7:12. ¿Por qué aquello que es santo, justo y bueno debiera ser abolido? Es una tontería acusar a Pablo de dejar sin ningún efecto aquello que él tiene en tan alta estima. ¿No debieran todos concordar con Pablo que “la ley es espiritual”, y que el problema está con nosotros que somos “carnales, vendidos al pecado”? Rom. 7:14. Estamos seguros de que ningún cristiano puede señalar estos mandamientos y creer que están abolidos, o querer o desear que lo sean. Más bien, él “consentirá con la ley que es buena”. Verso 16. 
 
Nuevamente manifestamos nuestra sorpresa que profesores de religión puedan creer en la abolición de la ley. ¿Qué es lo que ellos quieren decir con eso? Ciertamente no querrán decir que los hombres son ahora libres para despreciar los mandamientos de Dios, que los hombres pueden robar, matar, y cometer adulterio impunemente. No puede ser que piensen de esa manera. Pero si no lo fuese, ¿qué quieren ellos decir al proclamar que la ley fue abolida? No creen que cualquier mandamiento haya sido anulado como tal, y que aun crean que toda la ley fue abolida. En perplejidad aun preguntamos: ¿qué es lo que ellos quieren decir?
 
Creemos saber lo que algunos de ellos quieren decir. Ellos afirman que el día Sábado ha sido cambiado del Sábado para el domingo. Esto, desde luego, no puede ser hecho sin que la ley sea cambiada. Parece ser inconsistente para ellos abolir uno de los diez mandamientos y solamente uno, de tal manera que los han abolido todos, y los aprueban de nuevo como ellos piensan que debieran quedar, lo cual en este caso significa todos menos el cuarto. Esto ellos lo escriben de nuevo de la manera en que ellos creen que debiera quedar. Ellos no creen que todo lo relacionado con el cuarto mandamiento deba ser anulado. Ellos dicen que solamente una parte del mandamiento ha sido anulado, la que lidia con un día específico. Ellos dicen que el Sábado no ha sido abolido, pero que el séptimo día si lo ha sido.

 Esta posición trae consigo la controversia a campo abierto. Es una cuestión entre el séptimo y el primer día de la semana. La reclamación es que el Sábado ha sido transferido del séptimo al primer día de la semana; que Cristo hizo esto en virtud de ser Él el Señor del Sábado, o que los discípulos efectuaron el cambio.

 

Los Apóstoles y el Sábado

 Consideremos primero la posibilidad de que los apóstoles hayan cambiado el Sábado de un día para el otro. Nosotros, desde luego, cuestionamos el derecho de cualquier hombre, no importa cuán grande sea, de cambiar la ley de Jehová. Cuestionamos que Dios alguna vez haya comisionado a algún hombre para hacer eso. Nos gustaría poder ver una declaración bien definida al respecto antes de poder aceptarlo. El propio Dios, en el monte Sinaí, proclamó la ley, prescribiendo severas penalidades por su transgresión, e hizo cumplir la ley en la historia subsecuente de los Judíos. Fue esta misma ley que Él usó para hacer Su pacto con Israel, prometiéndoles grandes recompensas bajo la condición de obediencia. No creemos que algún hombre, no importa cuán grande sea, tenga ningún derecho o mandato para cambiar los mandamientos de Dios.

 Una ley anunciada públicamente no puede ser secretamente anulada. Si se desea un cambio en la ley, el cambio tiene que hacerse por la misma autoridad que la estableció primero, y la naturaleza del cambio tiene que ser claramente explicada. Si, como lo es en este caso, la observancia de un día va a ser discontinuada y la observancia de otro día va a ser ordenada, este cambio tiene que ser dejado bien claro, más allá de la posibilidad de malos entendidos. También, si el nuevo día va a ser honrado con la misma reverencia que el antiguo, entonces su institución tiene que ser acompañada con la misma o mayor manifestación de respeto y honor.

 El propio Dios nos dejó el camino en la observancia del séptimo día Sábado. Él mismo lo proclamó en un fuego ardiente desde el monte. El mismo la escribió en una piedra duradera. Miles de personas estaban testimoniando y escucharon la proclamación, y miles de ángeles también estaban ahí.

 Ninguna de estas condiciones estuvieron presentes en el tiempo en que el primer día de la semana supuestamente fue instituido. El domingo entró sin ser anunciado, sin ser proclamado, sin ser visto, lo cual en todas sus formas fue lo contrario a la institución original y a la inauguración del Sábado del Señor. ¡Si Dios tenía algo que ver con el primer día de la semana, tenemos que concluir que Él quería hacer todo esto en la forma más secreta e insospechada posible; porque en aquel primer domingo nadie sabía que algún cambio se había llevado a efecto, ni siquiera los discípulos, los cuales algunos suponen que lo hayan hecho! Ellos estaban en la misma ignorancia que el resto, habiéndose encerrado en una pieza por miedo a los Judíos. Juan 20:19.
 
No conseguimos ver ninguna consistencia en que Dios haya anunciado la ley del cielo ante miles de seres humanos de este mundo y de los otros mundos, una ley que sirve para juzgar a los vivos y a los muertos, anunciándola con toda la gloria y majestad a Su mandato, de tal manera que la propia tierra y las montañas temblaron, para después abolir esa misma ley de la manera menos destacada, dejando que los hombres descubriesen años más tarde lo que Él había hecho. Uno llega a la conclusión de que Dios se avergonzó de lo que había hecho. Por lo menos estamos claros que los discípulos no tienen nada que ver con esto. Ni siquiera sabían que Cristo había resucitado.

 Si se objeta diciendo que no es el Sábado el que está abolido, sino que solamente el día del Sábado, nuevamente llamamos la atención al hecho de que cuando Dios instituyó el Sábado, fue el séptimo día el que Él bendijo. En el jardín del Edén todas las estrellas de la mañana cantaron juntas y todos los hijos de Dios gritaron de alegría. En el monte Sinaí, todo Israel estaba testimoniando su proclamación. Si todo el pueblo de Dios estaba reunido cuando el séptimo día fue anunciado, ¿no llamaría Dios a todo Su pueblo cuando Él decidiese honrar otro día en vez de aquel que Él mismo llamó “el santo del Señor”? ¿Haría Dios algo menos por el primer día de la semana que lo que Él hizo por el séptimo?

 Dios hizo todo lo que pudo para magnificar el séptimo día Sábado. Él lo honró guardándolo Él mismo. Él descanso en él, Él lo bendijo, Él lo santificó, Él lo proclamó en gloria desde el monte. Él no hizo nada de esto por el primer día de la semana.
 
Si Dios hubiese determinado mostrar la diferencia entre el primero y el séptimo día de la semana, si hubiese decidido mostrar que el séptimo día es el Sábado y que el primer día no lo es, Él no podría haber hecho nada mejor que mostrar la institución del bendito y santificado séptimo día en esplendor y gloria en el jardín del Edén y en el monte Sinaí, y a través de un contraste, el no santificado ni bendito domingo, instituido en la obscuridad, sin ser anunciado, sin ser observado, aun para los más íntimos seguidores de Cristo, los cuales en aquel tiempo se estaban escondiendo atrás de gruesas puertas con miedo de los Judíos. Solo este contraste es suficiente para mostrar la estimación que Dios tiene por ambos días.

 

¿Cambió Dios o Cristo el Sábado?

Cristo no tiene nada que ver con ningún cambio del día Sábado del séptimo para el primer día de la semana. Si Él tuviese algo que ver, nunca lo habría hecho de la manera que los defensores de este cambio dicen que fue hecho. De acuerdo con su punto de vista, en vez de proclamar al mundo la inauguración de una nueva regla de conducta, diciéndole a todos que el antiguo Sábado había sido abolido y que un nuevo día había aparecido, un día glorioso, sobrepasando en esplendor al séptimo día Sábado, sus propios defensores admiten que Cristo no dijo nada a nadie en relación a esto, y que Sus propios discípulos estaban en completas tinieblas. Creemos que esto no está de acuerdo con Cristo. Sabemos lo que Dios hizo al anunciar el séptimo día Sábado. ¿No debiera haber avisado por lo menos a los discípulos más preocupados, de manera que no estuviesen en ignorancia varios años después que el incidente haya sucedido?

 Toda esta concepción no está de acuerdo con Dios. Si vamos a tener un nuevo Sábado, entonces que el antiguo sea abolido por mandato divino, y que el nuevo sea honorablemente instalado con por lo menos el mismo respeto que se le manifestó al antiguo. Que esto sea hecho tan abierta y públicamente como cuando el Sábado fue primeramente mandado y anunciado. Cualquier cosa inferior a esto iría en detrimento del nuevo día, el cual, de hecho, sería colocado bajo sospecha, y eso se reflejaría sobre el mismo Dios.

 En vista del hecho de que Dios le ha anunciado al mundo y a los ángeles que “el séptimo día es el Sábado del Señor”, esto es, que es el propio Sábado de Dios; en vista del hecho posterior de que Dios ha dicho de Sí mismo de que “Yo soy el Señor, yo no cambio”; y en vista del hecho posterior de que Él es “el padre de las luces, la cual no es variable, ni hay sombra de cambio”, ¿no sería desconcertante para Él anunciar de que se ha hecho un cambio en el día de Sábado? ¿qué el séptimo día que Él declaró santo no era más santo? ¿Qué de ahí en adelante no sería conocido como “Mí santo día”, “el santo del Señor, honorable”?; ¿qué otro día ha sido escogido en su lugar? ¿qué Él ha removido la bendición y la santificación con que un día había investido el Sábado? ¿qué había sido degradado ahora a un días común de trabajo? ¿y que mientras los hombres antes habían sido castigados por profanar el Sábado, ahora podían trabajar todo lo que quisiesen en el séptimo día, y ser inocentes? Mal. 3:6; Santiago 1:17; Isa. 58:13. ¿Cómo podría Dios, después de un anuncio así, decir que Él es aquel que no cambia nunca? ¿El “Padre de las luces, en el cual no hay ninguna variación” o “sombra de cambio”?

 

Dios y los Ángeles

 

Pero si fuese desconcertante para Dios el hacerle un anuncio así a los hombres, ¿no sería igualmente o aun más desconcertante hacérselo a los ángeles? Ellos estaban presentes en el tiempo en que se dio la ley en el Sinaí. Ellos estaban presente en el jardín del Edén cuando Dios descansó en el primer hermoso Sábado. Ellos estaban presente cuando el hombre en el desierto salió a buscar leña en un Sábado, y ellos vieron lo que le sucedió. Pero ahora, por alguna razón Dios ha cambiado. Los ángeles están perplejos. Ellos se han asociado y han trabajado con los hombres desde el día de la creación. Ellos los han pacientemente ayudado e instruido. Ellos los han advertido a no profanar el Sábado; ellos han asistido las consciencias para traer a los hombres de vuelta al entendimiento de sus errores; ellos han sido usados por el Espíritu para convencer a los hombres de pecado; y una y otra vez han instruido a los hombres en la santidad de la ley de Dios. Aun la semana anterior al supuesto cambio del Sábado, ellos estaban ocupados en enseñarles a los hombres sobre lo sagrado del Sábado de Dios. Pero ahora, en la semana siguiente a eso, ha venido un cambio. El Sábado no es más el Sábado. Ellos tendrán ahora que educar las conciencias de los hombres nuevamente; y ellos se preocupan de cómo irán a justificar a Dios delante de los hombres, cómo irán a justificar la ley. Para ellos esto no es algo de poca importancia. Están perplejos, y no se sienten en libertad de ir hasta Dios para pedirle ayuda. Algo le ha sucedido a Dios. Él ha cambiado, aun cuando Él mismo diga que nunca cambia.

 Los ángeles, desde luego, no razonaron de esa manera,  porque Dios jamás se iría a colocar en una posición que apoyase tal razonamiento. Todo lo que Dios hace, Él lo hace abiertamente y sobre la mesa. Si Él hubiese pensado en introducir otro día diferente del Sábado, Él lo habría hecho tan abiertamente como lo hizo con la presentación del séptimo día Sábado. Él no lo habría hecho secretamente, subrepticiamente, casi avergonzado; habría instituido el nuevo, y tal como dicen sus defensores, un día mucho más glorioso que el primer Sábado. ¡No, mil veces no! ¡Un día así merece una mejor introducción, tanto mayor y más gloriosa como se supone que es mayor y más glorioso el primer día de la semana que el séptimo! Como Dios una vez le dijo desde el cielo a los hombres en relación a su deber, así hablaría Él nuevamente si tuviese que cambiar Sus requerimientos. Esto me parece que sería el único camino justo, y tendría la aprobación de la humanidad.
 
Si hubo alguna justificación para la venida de Dios sobre el monte Sinaí para anunciarle a los hombres los diez mandamientos, existe la misma justificación para la venida de Dios una segunda vez si Él quisiese cambiar Su ley. Dios con su propia voz le dio los diez mandamientos a los hombres y les dijo que los guardaran. Dios escribió los diez mandamientos en dos tablas de piedra y los grabó para los hombres, para que pudiesen saber exactamente lo que había dicho. Los hombres tienen el derecho de esperar que Dios mantenga Su palabra. Con toda justicia, si Dios quiere cambiar las reglas de la vida, Él debiera pedir que se le devuelvan las dos tablas de piedra; Él debiera clara y definitivamente declarar los nuevos mandamientos que los hombres debieran observar; y, si se contempla un cambio en el día de Sábado, Él debiera dar las razones para tal cambio, así como originalmente dio razones para la guarda del séptimo día Sábado. Él debiera, para su propio bien, dar alguna explicación por qué una vez le pidió a los hombres que “se acordaran del día Sábado, para santificarlo” y ahora les pide que lo olviden. En justicia para consigo mismo, Él debiera dejar esto claro, para que los hombres no vengan a errar. El único pronunciamiento que los hombres poseen es la palabra de Dios pronunciadas en el Sinaí. Los hombres tienen el derecho de esperar que Dios permanezca firme con sus pronunciamientos hasta el tiempo en que abiertamente elimine el antiguo y anuncie las nuevas condiciones de vida. El sentido de justicia de los hombres demanda esto; Dios demanda mucho más.

Cristo Señor del Sábado

 

Cuando Cristo se proclamó a Sí mismo Señor del Sábado, ¿quería esto decir que Él tenía el derecho de cambiar el día Sábado, y que así finalmente lo hizo? Consideremos esto.
 Los fariseos presumían de hacer reglas para la observancia del Sábado, reglas que Dios no sancionaba, y se quejaban ante Cristo de que Sus discípulos no las observaban. Esta era la ocasión para que Cristo dijese que Él era el Señor del Sábado. ¿Qué quiso decir Él con esto?
 
Cuando Cristo exigió el Señorío sobre el Sábado, Él en efecto dijo, “Yo soy el que hago las reglas, no tu. Yo soy Señor del Sábado”. Esta declaración, hecha bajo ciertas circunstancias, excluiría para siempre a los fariseos, a los discípulos, o a cualquier otro de hacer cualquier exigencia de que tuviesen algún derecho sobre el Sábado. Solamente Cristo tiene ese derecho. Él es Señor del Sábado. Esto tendría, desde luego, una aplicación directa parea aquellos que creían ser capaces de cambiar o de abrogar el mandamiento del Sábado. En todas esas palabras Cristo les dijo que el Sábado está bajo Su jurisdicción, y que ellos jamás tendrían el control sobre él. Él le había dado el Sábado al hombre, pero Él quería que el hombre supiese que Él es el Señor del Sábado.

 Hemos observado en otro lugar que fue Cristo el que en el comienzo hizo el Sábado. Esto está claro a partir de aquellos pasajes de Juan 1:3, “todas las cosas fueron hechas por Él; y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Entre las cosas que fueron hechas, “fue hecho el Sábado”. Mar. 2:27. Por lo tanto queda claro que Cristo hizo el Sábado.

 Teniendo esto en vista, la declaración de Cristo de que Él es el Señor del Sábado cobra un nuevo significado. Cristo es Señor de todo, y Él es Señor también del Sábado. La palabra “también” en esta frase es significativa. Existen aquellos que están deseando aceptar a Cristo como Señor de muchas cosas, pero no como el Señor del Sábado. Pero negar Su Señorío en una cosa es negarlo todo. Los cristianos que aceptan a Cristo como su Señor, también tienen que aceptarlo como Señor del Sábado. Si hacen esto, lo aceptarán como Señor del séptimo día Sábado, porque ese fue el día observado cuando Cristo se proclamó a Sí mismo Señor de él. El Sábado era entonces el “pacto en andamiento”. Cristo no estaría deseoso de proclamarse a Sí mismo Señor de aquello que iba a ser abolido.

 Si Cristo era y es Señor del Sábado, podemos entender mejor Su actitud hacia él mientras estuvo entre los hombres. Podemos creer que Cristo, aun cuando estuvo en esta tierra, estaba totalmente consciente de la prominencia dada al Sábado en el Antiguo Testamento; cómo él era una prueba y una señal, y cómo los hombres habían sido castigados por profanarlos conscientemente. Él podía no estar totalmente consciente del hecho que durante siglos Dios había tratado de enseñarle a Israel la importancia del Sábado, sino que ellos habían ignorado a Sus profetas y profesores. Ahora finalmente ellos habían abierto los ojos para su importancia, y habían comenzado a estimarlo como uno de los mejores regalos de Dios. Pero, ay de mi, el maligno los había empujado al otro extremo, y los fariseos habían destruido completamente la belleza y el significado del Sábado imponiendo reglamentos no bíblicos sobre su observancia.

 Nosotros creemos que Cristo sabía todo esto, y también el futuro; Él estaba familiarizado con el hecho de que el domingo sería introducido en la iglesia como sucesor del Sábado, y que Él y Sus discípulos serían acusados de haber cambiado el día.
 
En vista de este conocimiento anticipado, nos parece que cuando Cristo habló de la ley o del Sábado, Él tuvo que ser muy cuidadoso para escoger y medir Sus palabras y Sus actos, para que no quedase ninguna duda en la mente de nadie en relación a lo que Él quería decir. Sabiendo que Cristo conocía el futuro y la controversia que surgiría acerca del Sábado, reverentemente le haremos algunas preguntas y lo familiarizaremos con algunas cosas que nos gustarían que fuesen hechas. Aquí hay algunas cosas que queremos saber.

Algunas Preguntas

 

1.- Queremos que Cristo nos aclare muy bien si la ley proclamada en el monte Sinaí aun es válida, o si ha sido abrogada o cambiada de alguna manera. Estamos ansiosos con esto, y queremos una declaración inequívoca acerca de la ley. Está claro, desde luego, que si la ley del Sinaí aun es válida, si no ha sido anulada o cambiada, entonces “el séptimo día es el Sábado del Señor tu Dios”. Nos gustaría tener una declaración de la propia boca de Cristo en relación a si Él considera esta ley como aun estando válida. ¿Ha sido la ley cambada de alguna manera? ¿Ha sido cambiada alguna jota o un tilde? Reverentemente le hacemos esta pregunta al maestro, y esperamos que Él la contestará;  porque algunos grandes hombres dicen que la ley ha sido cambiada, mientras otros dicen que no lo ha sido. Cristo es el único que puede resolver este asunto. Esperamos sinceramente y oramos para que Él así lo haga.

2.- Nos gustaría saber si algún hombre tiene el derecho a cambiar la ley o el Sábado. Nos gustaría saber si un gran hombre tiene el derecho para hacerlo. En vista del hecho que el papado reclama el derecho de poder hacer tal cambio, queremos saber si este derecho le era conocido a Dios de antemano; y si lo fuese, y si Dios sabía que se iba a producir toda esta confusión debido a este derecho, y que millones creerían en él, preguntamos humildemente si no hubiese sido mejor que Dios expusiese un plan tan diabólico de antemano y desenmascarase al engañador, de tal manera que todos los hombres pudiesen saber que Dios no tiene nada que ver con esta vil empresa. No presumimos ordenarle nada a Dios, pero si Dios conocía todo esto, podemos pensar que sería bueno que Él lo revelase, de tal manera que todos los hombres puedan saber la verdad. De tal manera que reverentemente preguntamos, primero, si Dios sabía todo esto, y, segundo, cuáles fueron las precauciones que Él tomó, si es que tomó alguna,. Estamos suficientemente decididos como para creer que la respuesta será de ayuda para la humanidad.

3.- Nos gustaría saber si Dios sabía de antemano a respecto de los millones que abandonarían el Sábado del Señor y que guardarían en su lugar el primer día de la semana; y si Él lo sabía, cuáles fueron los pasos que Él dio, si es que dio alguno, para informarle al mundo que el domingo no es el Sábado del Señor, sino que es un día normal de trabajo. No queremos apenas saber que el séptimo día es el Sábado del Señor; también queremos que Él diga que el primer día no es el Sábado. Queremos que Dios coloque ambos días lado a lado, y diga, este día es el Sábado, y este día no es el Sábado. No le estamos ordenando nada a Dios, repetimos esto, pero en el fondo de nuestro corazón queremos que Dios nos deje esto bien explicado.

4.- Queremos que Dios haga algo más. La Biblia dice que el Sábado es una señal de santificación, pero nos parece que el mundo no ha tenido una demostración convincente de eso. Es verdad, que los Judíos observaron el séptimo día, pero no siempre fueron un buen ejemplo del poder santificador de Dios. Queremos que Dios hiciese otra demostración. Queremos que Él seleccione a un pueblo, común, personas comunes, y las haga una objetiva lección para el mundo de lo que Él puede hacer con un barro común; queremos que Él les de el Sábado como antiguamente, que Él los santifique totalmente, y que entonces haga una demostración como la que fue hecha en el monte Carmelo cuando Elías se paró solo delante de los falsos profetas de Baal y Astarte. Queremos que Él envíe otro Elías antes del gran y terrible día del Señor, y que les de a los hombres una oportunidad de escoger a quién van a servir, teniendo todos los hechos delante de ellos. Nos parece que los reclamos del Sábado y del domingo deben quedarle claros a todos, y que el conocimiento de Dios y Su Sábado debiera ser diseminado como hojas de otoño. Nos gustaría ver la tierra siendo iluminada con el conocimiento de Dios, para que todos los hombres puedan saber cuál es su deber.

En otras palabras, nos gustaría ver que la cuestión del Sábado y del domingo sobresaliese acerca de las preguntas del día, que los méritos de ambos días fuesen libremente analizados, y que todo el mundo supiese de que hay una controversia en andamiento. Nos gustaría ver terminada la obra de Dios en un resplandor de gloria y que no permanezca confinada a una pequeña y humilde secta. Queremos que Dios haga algo a respecto de esto. Para nuestras mentes Él se debe esto a Sí mismo.
 
Aquí le hemos preguntado varias buenas cosas a Dios. Esperamos que no hayamos sido presuntuosos al hacerlo. Podemos aun confidenciarle al lector que las preguntas aquí hechas, Dios ya las conocía y las ha respondido, y mucho más aun. Nunca nos habríamos atrevido a preguntarle, si no hubiésemos sabido que Dios ya tenía la respuesta. Él sabía que tales preguntas surgirían en la mente, y Él proveyó graciosamente la solución. Eso es lo que ahora estudiaremos.



 
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